Se dice fácil, pero más de un año viéndole la cara al virus del SARS-CoV-2 son palabras de peso para un paciente diabético y operado hace 23 años de cáncer de colon
Cuando Juan Omar Mendoza Aquín llega a cualquier local de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A (ETECSA) en Ciego de Ávila, lugar donde se le ha visto crecer profesionalmente hace 28 años, hasta la oficina de cualquier directivo, está dispuesta sin previo aviso para esta entrevista.
Y es que se lo ha ganado, porque el respeto no solo se alcanza con la consagración al trabajo y el cumplimiento del horario laboral, sino también con la disposición a enfrentar hasta la más riesgosa de las tareas.
Su puesto aquí es probador de mesa de prueba y se traduce en atender a los clientes que desde el 114 reportan afectaciones en el servicio fijo telefónico, pero desde hace 16 meses comparte esta rutina, sin salir de su zona de confort, con otra tarea en la que también deja el corazón: enfrentar una pandemia.
“Cuando nacieron los círculos de interés yo estaba en quinto grado y en ese entonces la Cruz Roja me llamaba la atención porque uno de sus conceptos es ayudar al dolor humano, eso siempre me gustó.
“Recuerdo que cuando inicié en ella apoyábamos mucho el trabajo de enfermería, porque se estaba en los Cuerpos de Guardia de los hospitales y no existía el Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM), por lo que nosotros éramos los encargados de trasladar a los pacientes en las ambulancias. Para eso tenías que estudiar las técnicas del libro base de la organización y aprender de enfermería.”
Lo que nunca llegó a imaginar, probablemente, es que, luego de tanto tiempo de experiencias compartidas, ahora los implementos de protección se multiplicarían para garantizar el bienestar personal en busca del colectivo.
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“El primer centro de aislamiento para pacientes sospechosos por COVID-19 que tuvo la provincia fue el Hospital Psiquiátrico Provincial Docente Nguyen Van Troi. Ahí estuve en la avanzada que limpió y se encargó de recibir a las primeras personas. No sé si fue por la seriedad con la que siempre llevo mi trabajo y el interés que muestro para apoyar, pero la compañera que estaba al frente del lugar me propuso ser jefe de turno.”
Y lo aceptó, como quien no sabe decir no y menos cuando se trata de aliviar el dolor ajeno. “Yo nunca había llevado un almacén, no sabía cómo era ese trabajo y lo desempeñé ahí; luego en la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez y en el motel Las Cañas.
“Cuando había un problema con la persona que limpiaba en zona roja, tenía que asumir; cuando faltaba alguien en la cocina, también; en el almacén, lo mismo”, incluso, aprendió a operar una máquina de lavado profesional destinada a la ropa contaminada de pacientes positivos y el personal de Salud que los atendía. “Hasta llegué a trasladar portadores del virus a Camagüey”.
Se dice fácil, pero más de un año viéndole la cara al virus del SARS-CoV-2 son palabras de peso para un paciente diabético y operado hace 23 años de cáncer de colon, mas la disciplina es clave en el autocuidado.
“Tuve un familiar cercano que en septiembre de 2020 resultó positivo a la COVID-19, y yo no me contaminé con la enfermedad por cumplir los protocolos y las normas de bioseguridad. En casa lo que me dicen es ‘cuídate’, pero no siento miedo porque estoy dando mi apoyo a algo que nuestro país enfrenta con mucho esfuerzo.”
Y aunque tenga en su hombro las tres dosis de la ahora vacuna Abdala, sabe que la batalla no termina. “Me siento más seguro; por eso ahora llevo con más ahínco el servicio que doy hasta que la Revolución y la sociedad lo necesiten”.