La pregunta del titular para muchos podría ser ¿y cuándo empezó el verano?
Las vacaciones escolares y su relación idílica con el subidón de las temperaturas indican que empieza el verano, aunque, como estación, el solsticio de mediados de junio es quien dicta el tiempo. Un logo con un sol sonriente abrazando a un corazón entre palmeras fue la primera pista de lo que podría ser la temporada más esperada del año en 2023. El nuevo período lectivo, aun cuando el calor continúa haciendo de las suyas, dio por concluida la etapa estival, tomándole prestados unos días a septiembre… y hay quienes entonces es que se enteran.
Verano es sol y playa. Esencialmente, es sol y playa. Es arena, olas, gafas, comida recalentada de la noche anterior, un viaje de madrugada mucho menos agotador que el de regreso, cuando el horizonte se torna anaranjado y el cuerpo pesa, ahora sin el mar para reflotarlo. Un tanto más, un tanto menos. Ciego de Ávila tiene la suerte —o la desdicha, no queda del todo claro—, de poseer al norte ese paraíso color turquesa que puede traducirse en verano. Tan cercano y tan distante a la vez.
Más allá de que 1600 fue el promedio de bañistas cada fin de semana de julio y agosto en los cayos Coco y Guillermo ―y que se habilitaran alrededor de 55 piscinas como otra opción válida y demandada―, la posibilidad de ir a la playa se le diluyó a unos cuantos como agua entre las manos.
Que dejarse acariciar por el mar fuera económicamente posible y factible para los habitantes de las comunidades menos favorecidas, con transportación segura a pesar de la grave situación de la Empresa Provincial, y que el despliegue de actividades recreativas del Verano con amor se concibieran, sobre todo, en los barrios, era el objetivo de cuantos intervinieron en la concreción de las ofertas culturales y recreativas.
Pero, ni 900.00 o 1000.00 pesos son precios asequibles para la mayoría (en el caso de los ómnibus arrendados) ni la golondrina de un día en los barrios hace el verano. En la sensación de que la temporada se agotaba sin marcar la diferencia, también influyeron otros factores.
Salas de teatro cerradas; cines —corrijo, el cine Carmen— sin estrenos (o casi, para no ser absoluto), con proyecciones añejas y un clima acorde con la estación, como invitando a ver cualquier película desde el sofá de la casa. ¿Presentaciones de artistas nacionales? ¿Parques de diversiones? Ni eso ni chucherías cuyos costos cupieran en el bolsillo de los padres. ¿Bares, discotecas?, sí, al caro precio de la farándula, de los locales privados que no pocos jóvenes solo conocen de nombre.
La Noche Avileña intentó resurgir y puede que lo lograra, sin embargo, en tanto no exista mayor variedad y calidad en las ofertas, y la atención a los clientes, junto a la experiencia en general dentro de los establecimientos estatales del bulevar, sigan de mal en peor, continuará siendo la triste estampa de lo que un día fue.
Y mientras la iniciativa individual o colectiva les ponía reguetón a las noches veraniegas y una parte de los jóvenes colonizaba el parque Martí o los parquecitos de barrio, otros grupos etarios sufrían los decibeles por encima del nivel y languidecían a falta de opciones. ¿Acaso para ellos el disfrute en esta época del año está exento de oportunidades?
Loables los esfuerzos de promotores de las direcciones de Deportes y de Cultura en las comunidades, impulsando planes de la calle, competencias deportivas y pequeñas presentaciones artísticas, aunque, la falta de sistematicidad y de una concepción integral de la recreación, con horarios no siempre apropiados bajo el sol de julio y agosto, no siempre dejaron los mejores saldos. Por más que lo argumentemos, asistir un fin de semana al José Ramón Cepero en el cierre de la 61 Serie Nacional de Béisbol no clasifica como opción recreativa para todos.
Por ahora sobrará el tiempo para zambullirse en el tedio y para reinventarse hasta conseguir del verano de 2024 uno que huela a verano de verdad, donde sean notables las diferencias en comparación al resto del año.