Tras la publicación en la red social Facebook de la noticia sobre el accidente de tránsito ocurrido, recientemente, en Majagua, entre las localidades de Río Grande y Campo Hatuey, un usuario comentó: “Si usted no nació para el timón, no se monte, porque pierdes la vida o se la arrebatas a otro”.
Aunque fuertes, estas palabras retumban desde entonces en mis oídos; estoy sensibilizada con el alza de accidentes de tránsito que le quita el sueño a los avileños desde inicios de 2025. Y es que las consecuencias resultan nefastas tras cada vida que se pierde por infracciones que bien pueden evitarse.
Le otorgo entonces toda la razón al usuario de Facebook, porque manejar no es “tan así de fácil” como muchos simulan cuando se yerguen frente al timón. Implica cuotas demasiado altas de responsabilidad que algunos ignoran, desdeñan el anhelo propio de vivir y truncan el de los demás.
Por supuesto, que las incoherencias en la vía que provocan colisiones fatales vienen signadas tanto por choferes de vehículos y otros medios de transporte, como por peatones. Aunque, generalmente, estos últimos terminan siendo las víctimas.
Según el informe divulgado en las redes sociales de Internet por el ministro del Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, en Ciego de Ávila y Camagüey hubo un incremento en el número de fallecidos y lesionados en los primeros tres meses de 2025, en comparación con igual fecha de 2024.
Tras concluir la etapa enero-mayo del año en curso, se reportó en Cuba una disminución de accidentes de tránsito y lesionados, mientras que el número de fallecidos aumentó, en medio del crecimiento paulatino del parque automotor, en lo fundamental, de medios vulnerables como motos y ciclomotores.
Se supo entonces que, no obstante, en Villa Clara, Ciego de Ávila y Cienfuegos “engordaron” los dígitos correspondientes a los tres indicadores, identificando a las dos primeras zonas y a La Habana como las de mayores aumentos en fallecidos.
Al cierre de la etapa enero-mayo se reportó en Cuba una disminución de accidentes de tránsito y de lesionados, mientras que el número de fallecidos aumentó en medio del crecimiento sostenido del parque vehicular. https://t.co/v4JSuubWrq pic.twitter.com/bq3l4Yoo0q
— Ministerio de Economía y Planificación de Cuba (@MEP_CUBA) June 24, 2025
Un bosquejo somero entre los testimonios de choferes con experiencia permite reconocer que estos apasionados al volante al inicio se arriesgan a ciertas “locuras”, fruto de la euforia de las primeras veces en la vía. Sin embargo, enfrentar la carretera supone una conciencia bien definida desde lo que implica cuidar la vida propia y la de los demás.
Choferes con licencias compradas o resueltas, conductores de motos eléctricas sin el citado documento (incluidos los adolescentes) y otros que se atreven a ingerir bebidas alcohólicas hasta el punto extremo de desconocer cuándo parar, constan entre las indisciplinas que hoy se identifican en la senda.
Vale reflexionar en torno al mal estado de las carreteras, los animales que pastan sueltos, la ausencia de la señalización por múltiples razones, pues estos factores también contribuyen a la ocurrencia de accidentes de tráfico. No obstante, existen comportamientos humanos como el exceso injustificado de velocidad que no dependen, en lo absoluto, de dichas objetividades.
Conducirse por la vía se aleja de las estampidas. Más que un desafío para medir cuánto puede correr el vehículo, manejar debe ser un acto de cordura, de compromiso consigo mismo y con el prójimo.
La etapa estival emerge vulnerable en asuntos de carretera. El flujo de pasajeros asciende con ritmo inusual en comparación con otros meses del año. El desplazamiento de vehículos se acelera a un paso exorbitante, muchas veces contrario al ritmo con que debiera transitar la responsabilidad en cada chofer.
En la actualidad, una sustanciosa porción de las rutas estatales carece de un funcionamiento estable. Tanto los ómnibus para la transportación pública de pasajeros como los carros para el traslado de cargas, presentan problemas de paralización técnica y de abastecimiento de combustible.
A pesar de tal situación, las estadísticas de accidentes se engrosan, porque más allá del mal estado de las vías, acecha la irresponsabilidad.
En aras de potenciar el control sobre el comportamiento colectivo referente al tránsito, las autoridades pertinentes fijan límites en los horarios de desplazamiento de los vehículos de transportación colectiva, incluidos los porteadores privados. Además, supervisan el estado de la revisión técnica automotor a los carros y habilitan puntos de alcoholemia.
Para aminorar la accidentalidad vial en Cuba, urge la materialización de tres elementos: sanar la infraestructura, potenciar la educación en materia de seguridad vial desde edades tempranas, y una mayor responsabilidad de los conductores y directivos conectados a la transportación de pasajeros.
Siempre recuerdo con tristeza aquel accidente ocurrido en Primero de Enero donde viajaban dos hermanos, cuyo auto, al volcarse, condujo a la muerte del más joven y afectó seriamente la movilidad del otro.
Otros saldos de tal siniestro describen a un pequeño que perdió a su padre, una madre que vio partir a su retoño demasiado pronto y un hermano que medita, una y otra vez, acerca de lo que pudo haberse evitado si otra hubiese sido la postura adoptada.
En el espacio terrenal solo podemos vivir una vez; de ahí que manejar no puede ser sinónimo de velocidad, aceleración o arremetida para acortar distancias.
Los carros no vuelan. Pese a tantos años de catástrofes en carreteras y caminos, a tantos sueños frustrados y vidas apagadas, el exceso de velocidad sigue siendo una especie de Talón de Aquiles para las sociedades de todos los tiempos. Frente al volante no se puede sortear la responsabilidad.