IPVCE, ya no es antes

Estudiar en la Vocacional siempre ha tenido su encanto. Al menos así era 10 años atrás, cuando me despedí del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Cándido González Morales con una carrera universitaria por delante y la enorme deuda de haber preferido las letras antes que las ciencias. Entonces, el monograma rojiazul se lucía con orgullo y hasta por una décima se revalorizaba una asignatura, porque estar entre “los mejores” no exigía menos.

Una década después, mi profe de antaño, que sigue allí echando la pelea contra el tiempo y formando generaciones, me dice que aquello ya no es lo mismo, que de la “vieja escuela” quedan pocos frente al aula y que los muchachos casi nada tienen que ver con los de antes, lo cual es lógico, si como dicen por ahí, las generaciones se parecen a su tiempo. Pero no se refiere él al talento, ese todavía desanda aquellos pasillos, sino a la constancia y la entrega al estudio que alguna vez fueron tradición y que hoy amenazan con ceder.

Ojalá fuera esa la única preocupación, no por gusto la atención a los IPVCE vuelve a ser prioridad en el sistema educacional cubano. Hace mucho que el de aquí dijo adiós a la preferencia, desde que la apertura de los institutos preuniversitarios urbanos marcara el antes y el después, en una competencia que se ha llevado tanto a estudiantes como a maestros y en la que la Vocacional ha llevado las de perder, pues estar cerca de casa es una ventaja imposible de obviar, ahora más que nunca, que el estar becado supone un sacrificio mayúsculo para alumnos y familias, que no siempre se puede, ni se está dispuesto a enfrentar. Panorama este al que no están ajenos otros centros del país, mas el de aquí carga la peor parte, si como señalara la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez, en su última visita al territorio, es el de más baja matrícula en el nivel nacional, con apenas 287 estudiantes, cuando la capacidad es de 480, y las cifras dejan ver una de las urgencias de cara a los cursos escolares por venir: lograr que sean más los que aspiran a ingresar, sin que ello implique disminuir en exigencias y calidad.

Más allá del paso de los años y los cambios, no siempre para bien, si algo permanece inamovible allí, es el empeño con el que a partir de los años 70 del pasado siglo surgieron estos planteles: formar hombres de ciencia. Por eso es una grata noticia que en la provincia se potencien importantes convenios de trabajo con empresas, organismos e instituciones, vinculados, en lo fundamental, a las investigaciones, como lo son la Delegación Territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez, lazos que mucho pueden aportar al interés por carreras de perfil científico. Habrá que aplaudir que, por fin, se interiorice que la formación vocacional involucra por igual a entidades empleadoras que son, al fin y al cabo, las más beneficiadas y como tal deberán implicarse.

Sin embargo, el déficit de profesores se ha convertido en un obstáculo que complica más aún el no renunciar a la voluntad inicial. Y, aunque alternativas como el contrato por horas y el incremento de la carga les han permitido garantizar la cobertura docente, a su vez, les han imposibilitado contar con maestros que puedan dedicarse solo al entrenamiento de estudiantes para concursos, otra de las deudas con las que carga la Vocacional avileña, que no puede permitirse desaprovechar el potencial que tiene, más, cuando a día de hoy, la provincia no cuenta con ningún alumno en el Centro Nacional de Entrenamiento. Con viajes diarios y guardias nocturnas, otro debería ser el tratamiento hacia estos maestros, que tienen la misión de adiestrar al talento joven, si de verdad se quiere asegurar la permanencia de un claustro de calidad que más que lujo, es ley.

Con estudiantes que han cambiado sus formas de aprender, se impone transformar las maneras de enseñar, y como mismo son otros los tiempos que corren, otras deberán ser, también, las miradas y estrategias que lo salven de convertirse en un preuniversitario con monograma, eso si de verdad queremos mantener la apuesta por ese futuro de hombres de ciencia que alguna vez vimos allí.