El “mal” vecino

Construimos opiniones y ponemos etiquetas a personas de las que no siempre sabemos toda su historia

vecino Al Vecino lo toman por malhablado. No lo es, porque con los años ha cambiado. Tiene como 50. Pero se le ha quedado la imagen esa de tipo malhablado. Y ahora es muy difícil borrársela. Generalmente, o siempre, los tipos así tienen otra característica incorporada: escandalosos. El Vecino no iba a ser la excepción.

Ya no es tan escandaloso tampoco, la verdad. Hace un tiempo los gritos dentro de la casa, sin pelear incluso, sí se escuchaban al final de la cuadra. Todos sabían que iba a comerse huevos hervidos esa noche o que había comprado cervezas.

Las discusiones de fútbol eran a toda garganta. Gente de otras cuadras lo llegaron a conocer por sus excesos de “hincha”. No ganaba el Manchester United ni el AC Milán, ganaba el socio que se escuchara por encima de los otros. Muchas veces El Vecino mereció el Balón de Oro.

Cuando pocos tenían teléfonos inalámbricos, él se dio ese lujo para hablar donde quisiera y en altavoz. La gente le endilgó el calificativo de especulador también.

Manejaba un camión que a veces parqueaba al frente de su casa y atravesaba media cuadra. Eso, más de una vez, molestó a los vecinos. Los vecinos a veces se molestan sin razón alguna, porque sí, porque jode que el otro ocupe “tu espacio de la calle”, cuando vas a sacar la bicicleta, por ejemplo.

Para lavar el camión, El Vecino aprovechaba el día que venía el agua. El ruido que hacía el motor del “ladrón” no era comparable con el que hacían la bocina y sus reguetones. Darles razones a los vecinos para sus molestias…

Sobrevivió a un accidente que lo tuvo en silla de ruedas unos cuantos meses. Quizá, solo quizá, esas vivencias empezaron a cambiarle su percepción de la vida. La gente, al verlo en ese estado, posiblemente moderó su opinión, pero no la cambió. El Vecino siempre sería malhablado y escandaloso, aunque por un tiempo no parqueara su camión, eso sí.

Años, tal vez décadas después, uno de los vecinos se fracturó la tibia y el peroné al caer de una moto en el pavimento mojado. Nadie, nadie en esa cuadra estaba más preocupado que El Vecino. No tenía conocimientos de medicina, pero sí sabía todo el proceso de recuperación y él mismo le hizo las curas. Sin asco de ningún tipo, ni por dinero... Lo que seguramente nadie hizo por El Vecino, El Vecino lo hacía a cambio de nada.

Para empujar un carro, ayudar a entrar el refrigerador nuevo, subir al camión los muebles de la permuta o llevarle hasta la puerta de la casa las jabas a cualquier conocido de la tercera edad está El Vecino. No le pesa, de veras. Se nota que no le pesa. Y juega fútbol con los chiquillos y se dan situaciones en el partido que le valen para repartir, a su manera, consejos que sobrepasan la cancha callejera.

Hace unos días, un señor de casi 80 años sufrió una isquemia en el portal de la casa del frente, muy cerca de la del Vecino. Algunos salieron solo por el morbo. Otros menos se preocuparon verdaderamente. El Vecino, de los últimos en enterarse, vino a cargarlo y lo llevó hasta la cama del señor. Lo acostó de lado para que no se ahogara con un posible vómito.

Gritar groserías, poner música a decibeles molestos, especular, serán actitudes reprochables vengan de quien vengan. Y uno o doscientos buenos gestos no serán moneda de cambio. Como tampoco los vecinos deberían crear estereotipos porque sí, a partir de ciertas conductas. 

El Vecino no merece una estatua ni una medalla. Ni la quiere ni en su vida ha pensado en eso. Pero lo real es que en tiempos de crisis como estos, donde salen a relucir las miserias que todos, alguna vez, podemos llevar dentro, y la idea de solidaridad puede llegar a desvanecerse, hacen falta tipos que tengan la sensibilidad y empatía que más de una vez ha demostrado El Vecino que, paradójicamente, cuando hace el bien no levanta la voz.