Cuidar en tiempo de crisis

Hace tiempo que la llamada economía feminista pone de relieve que las crisis económicas generan crisis de cuidados, que van desde lo universal hasta el esfuerzo de una madre avileña en tiempos de apagones

El revuelo ya ha pasado y por eso aprovecho para sacar el tema del tintero. Hasta hace unos días, un debate (poco civilizado, hay que aclarar) ponía de relieve una de las aristas de la crisis económica que nos sacude: la de las madres.

Hablemos del tema sin afanes de medir sacrificios ni la moralina de cómo deben garantizar lo mejor para sus hijos e hijas, porque, aunque sean diversas, están juntas en esto.

El trabajo diario en la casa, ocuparse de calzar un sistema de enseñanza por largo tiempo interrumpido y que aún no alcanza el ritmo, trabajar, proveer y además asegurarse de que hijos e hijas jueguen, paseen o prueben un dulce, que sean felices.

“La crisis económica derivada de la pandemia de COVID-19 está teniendo un impacto mucho más perjudicial entre las mujeres, que están representadas de forma desproporcionada en los empleos peor remunerados y con menos prestaciones y menor seguridad laboral”, decía en abril de 2021 Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional. Se estimaba que al menos 800 000 millones de dólares eran las pérdidas en ingresos de las mujeres que dejaron de trabajar para quedarse en casa, fenómeno que también se replicó en Cuba.

En lo adelante, les quedaría casi un año más en casa, con crisis económica, bloqueo, apagones, alimentos básicos normados...

¿Por qué son las mujeres más afectadas en estos contextos? Porque se desviven por hacer la vida medianamente cómoda para el resto de la familia. Piensa en ti misma, tu esposa o tu madre. Mamá mandó a hacer nasobucos para todos los días de la semana, y preparaba una palangana para lavarlos todos al final del día. Mamá busca recetas y recetas para hacer el mismo pollo de forma diferente. Si la corriente se va en horario pico, ella estará planeando cocinar desde las tres de la tarde. Si escasea el detergente, mamá acumula más ropa y termina exhausta porque el bulto “no lo brinca un chivo”. Piensan en todos, aunque sean menos los que piensen en ellas.

Pudiera pensarse que, al menos, no les toca salir a hacer mandados y traer la comida a la mesa, pero no es así. La mitad de los hogares cubanos están liderados por una mujer, que ejerce la maternidad en solitario, y por tanto, también en “modo orquesta”.

“En todos los países, en todos los continentes, además de padecer una importante reducción de sus ingresos, las mujeres han visto como su carga de trabajo de cuidados no remunerado ha aumentado drásticamente. A medida que las necesidades de cuidados se incrementaban de forma exponencial durante la pandemia, las mujeres —siempre las primeras afectadas por las crisis— han ampliado sus esfuerzos para suplir las carencias existentes, cumpliendo así con una expectativa a menudo impuesta por normas sociales sexistas”, señalaba también Gabriela Bucher, de Oxfam.

Obviamente, no es igual ser madre o ama de casa en el centro de la ciudad, con las tiendas a una cuadra, que en La Clementina. No es lo mismo con o sin agua corriente, con o sin transporte, con un fogón de inducción o uno de petróleo, con refrigerador o sin él. Cada una de las carencias que puede tener una familia aumentan la cuota de quehaceres domésticos, en un contexto en el que aún no se valoran como trabajo, ni se cree que es responsabilidad de todos los que viven en la misma casa.

Y quizás estamos lejos de poder fortalecer los servicios de seguridad social para aliviar cargas a las madres de familia, o de ofrecer horarios flexibles para personas con niños y ancianos a su cargo, porque nuestra economía tiene demasiadas urgencias. Pero son ideas válidas para un futuro cercano, si se quiere facilitar el acceso al empleo de trabajadoras tan calificadas como son las cubanas, y para que la soga no se rompa siempre por el lado no más débil, sino que tiene más cargas.