Cuando la pasión salva

palabras Un amigo me ha dicho, en varias ocasiones, que entre las limitaciones que enfrentamos, las que más le preocupan son las relacionadas con los servicios médicos; que la alimentación, con la escasez y los altos precios, impactan; que las irregularidades con el abasto de agua y los molestos apagones se tornan insoportables, pero ninguna se compara con las que impiden o limitan la atención a una situación de salud, propia, de un familiar o un amigo.

Siempre supe que tenía razón, pero no fue hasta que lo viví, que tomé total conciencia. Hace unos días mi mamá sufrió la fractura de una de sus caderas. Con 77 años llegó al Hospital General Docente Capitán Roberto Rodríguez, de Morón, allí, luego del diagnóstico, supe que no podía ser intervenida quirúrgicamente porque no contaban con la placa necesaria, que la semana anterior se habían agotado, y que había que esperar hasta que se dispusiera de ella.

Esa espera podía ser de uno, dos o varios días, quizás más. Era imposible predecir el tiempo. Como mi mamá había otros pacientes.

Fue entonces cuando decidí solicitar el traslado para el Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola, de Ciego de Ávila, vivo allí y me resultaría menos engorrosa la espera. Y así fue. Hoy mi mamá ya está operada y se recupera satisfactoriamente.

En ambas instituciones hay mucho por hacer en materia de infraestructura, son evidentes los signos de deterioro, que bien pudieran resolverse con un poco de integración con otros organismos y un tin de cultura del detalle. Una gotera, un salidero, una loza caída. Una sala sin sillas para los acompañantes, en Morón; la llegada tardía de una sábana… Nada que no pueda revertirse.

Pero la atención inmediata, la respuesta oportuna, la mano presta a buscar soluciones…, eso no faltó; y no faltó para ninguno de los que junto a mi mamá padecían.

Mago, ninguno. El personal médico, el de enfermería y el resto de quienes allí laboran, sufren el impacto de una crisis, agravada, en primer orden, por el bloqueo norteamericano, que provoca la cancelación de contratos, la negativa de navieras a transportar cargas a Cuba, la imposibilidad de utilizar tecnologías con más de un 10 por ciento de componentes estadounidenses y el incremento de los costos de comercialización, todo lo cual impacta negativamente en el proceso de adquisición de insumos para la sostenibilidad del sistema de salud.

Al mismo tiempo, el ataque intencional a las fuentes de ingreso de la economía cubana, impide que el país cuente con los fondos necesarios para hacer estas compras en otros mercados.

Informe de Cuba

Sin embargo, un médico que pudiera ser mi hijo, por su edad, se encargó de la cirugía. Con la orientación de otros galenos de mayor experiencia buscó alternativa ante la ausencia de lo ideal, algo que supe solo después de la intervención, pero lejos de preocuparme, sentí sano orgullo de ver cómo desbordaba profesionalidad, compromiso, y sensibilidad todo un grupo de “pichones de ortopédicos” desperdigado por la sala, salones de operaciones y la consulta del cuerpo de guardia.

Reconforta la relación que se percibe entre los avezados especialistas y los que, en formación, aprovechan cada jornada para beber del saber acumulado de los grandes de la ortopedia avileña.

Como ellos, otros jóvenes colman los pasillos del centro asistencial, los policlínicos, los consultorios del médico y la enfermera de la familia y otras tantas instituciones de la salud. Es responsabilidad de muchos que esa realidad se mantenga, y poco a poco mejore.

En el año 2022 Invasor reportaba que al cierre del 21 se habían ofertado 253 plazas para especialidades médicas, 53 de enfermería, y 13 estomatológicas, no obstante, solo habían sido otorgadas 192. Agravaba la situación las 146 bajas solicitadas de residentes de las distintas especialidades, algunas temporales, otras definitivas.

Entre las principales causas de ese panorama, el reportaje señalaba desmotivaciones relacionadas con el régimen de guardia, el déficit de recursos que llegaban a afectar el aprendizaje, además, de los bajos salarios y su relación con el costo de la vida.

Han transcurrido algunos años desde la investigación que sustentó el trabajo periodístico de marras, y a juzgar por la situación económica que atraviesa el país, no creo que las causales hayan desaparecido, cuando más, adoptado otros matices.

Resta, entonces, hacer lo “imposible” porque los que están permanezcan, y otros se sumen, para que, como en mi caso, ante una situación de salud, pesen más las satisfacciones que los puntos grises que, sin desvalorizarlos, quedan en un segundo plano cuando el valor humano se impone, cuando la pasión salva vidas.