Aunque en Cuba no se haya declarado cuarentena, es hora del distanciamiento social. Tendrá que ser por las buenas o por las malas
Por varios días hubo un debate en las redes sociales en Internet ―si es que pudiéramos llamarle debate y no soliloquios frenéticos―, sobre si Cuba debería o no cerrar fronteras, suspender clases y jornadas laborales, declarar cuarentena. Con 40 casos confirmados de COVID-19 y más de 1 000 personas hospitalizadas por sospechas hasta ese momento, el Gobierno cubano demostró el lunes pasado que escucha a la ciudadanía y decidió adelantar medidas concebidas para una segunda etapa en el enfrentamiento a la pandemia.
Ni los heraldos de los cierres radicales y la histeria ni los que esperamos por el anuncio de estas medidas con más o menos ecuanimidad logramos anticipar todos los posibles escenarios que el cese de sectores clave de la economía acarreará para un país como el nuestro, bastante dependiente de las importaciones y sujeto a restricciones externas de larga data e impacto, ya no en el momento de la cuarentena total, sino desde ahora. Entiendo que hay quienes tienen la responsabilidad de sacar esas cuentas y actuar en consecuencia. Y lo han hecho.
Un paquete de 40 medidas informadas en la Mesa Redonda del lunes 23 de marzo por el primer ministro Manuel Marrero Cruz dice a las claras que el Estado se ocupa y está bien asesorado por especialistas de múltiples ámbitos que calculan todo lo que el ciudadano común no puede. Sobre esa base se decide y no con las urgencias del desconocimiento y el miedo.
Y mientras el Gobierno, paso a paso, actualiza sus protocolos y planes para que no sucumbamos a la COVID-19 y, a la vez, tengamos fuerzas para enfrentar la recuperación, nos toca ceñirnos como un guante de látex a las indicaciones higiénicas y sanitarias del Ministerio de Salud Pública y acatar con disciplina el llamado a estar en casa, porque si algo ha demostrado ser eficiente en el control del coronavirus Sars-CoV-2 en países como China y Corea del Sur es el distanciamiento social.
De hecho, las cuarentenas decretadas en el mundo ahora mismo lo que persiguen es evitar la movilidad de las personas porque con ellas el virus avanza, sobre todo con quienes no muestran síntomas de la enfermedad y, aun así, contagian. La demora en declarar el aislamiento obligatorio en naciones como Italia, España y, más recientemente, Estados Unidos ha provocado aumentos exponenciales del número de contagios y muertes, a niveles en los que está siendo insostenible. El único consenso ante el nuevo coronavirus es que la mejor vacuna es la distancia física.
La distancia social o física no es otra cosa que cada cual se mantenga en casa el mayor tiempo posible, evitando salir si no es necesario y, cuando se está en la calle, no formar parte de aglomeraciones, manteniendo un alejamiento de, mínimo, un metro con otras personas. Distancia social es que los niños estén dentro de casa y no en la calle, jugando como si no pasara nada.
A la par de lavarnos las manos hasta el desgaste y abortar todos los intentos de tocarnos los ojos, la nariz o la boca, la otra medida imprescindible es apagar (al menos por ahora) el cubaneo que nos compulsa a tocar al otro mientras hablamos, el brazo sobre el hombro, el abrazo y los besos como saludo, la conversación en cercanía.
El nuevo coronavirus que tiene en vilo al mundo viaja en la saliva y en las microgotas que expulsamos al toser o estornudar. Cada persona infectada, aun si no presenta síntomas, podría infectar, potencialmente, a otras tres; de ahí la rapidez del contagio que ha hecho más difícil su control y es la mayor preocupación de las autoridades sanitarias globales. La clave parece ser aplanar la curva de infección cortando la transmisión para que no aumenten los casos a un ritmo imposible para la respuesta de los servicios asistenciales de salud.
"Las pruebas, el aislamiento y el rastreo de contactos, son la columna vertebral de la solución", ha dicho el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanon Ghebreyesus, en una comparecencia reciente, donde insistió en la necesidad de hacer pruebas a personas sospechosas de estar infectadas y a sus contactos, para romper la transmisión.
La OMS pide a los países intensificar las pruebas de identificación del coronavirusEl director general de la OMS pide a todos los países hacer las pruebas que sean necesarias para dar con los infectados por covid-19
Posted by RT en Español on Tuesday, March 17, 2020
De momento, aquí vamos cumpliendo con la mayoría de las indicaciones. Agua clorada y soluciones alcohólicas en la puerta de casi todos los centros públicos abiertos, desinfección de medios de transporte masivos, pesquisaje activo y aislamiento de viajeros y sus contactos, pesquisaje masivo de la población en las zonas de salud, cancelación de eventos culturales de amplia convocatoria, regulación en fronteras. Donde estamos fallando es en las aglomeraciones y este no es un problema menor.
La escasez ―y un poco la histeria y la especulación también― ya había convertido el acceso a productos básicos como los detergentes, el jabón y el papel sanitario en una “complicación”. Pero ahora con un caso positivo en la provincia, las colas de hace dos meses no son solo colas por desabastecimiento, sino festín para la pandemia. De poco sirve realizar una audiencia sanitaria si, a la media hora, sacan aceite en una tienda y el bulto de personas, unas pegadas a otras, comparten el aire, el sudor, la saliva y hasta etcétera.
Ahora mismo en el bulevar: ¡ Ni un cuarto de metro!
Posted by Mario Martin Martin on Tuesday, March 24, 2020
En aras de limitar al máximo los tumultos, las unidades de comercio están en el deber de organizar mejor la comercialización de productos de alta demanda y corresponde a las fuerzas del orden interior tomar cartas en el asunto. Ya no se trata de organizar una cola para que el “sindicato de coleras y coleros” no tome ventajas gracias a sus habilidades tan bien entrenadas, sino de hacer cumplir el mandamiento de la distancia social al que nos obliga la COVID-19 y que quedó mandatada por las máximas autoridades del país.
La percepción del riesgo pasa no únicamente por el nivel de información y entendimiento de las personas ―y reitero que la responsabilidad individual es fundamental, básica e impostergable―, sino también por un accionar coordinado y eficiente de los actores de la administración y el orden públicos. Es lógico que las tiendas continúen vendiendo productos de primera necesidad, pero lo que resulta una irracionalidad mayúscula es el modo desordenado, caótico e insensato en el que continúan aconteciendo las colas.
Acabemos de entender que lo que está en juego no es un paquete de detergente, sino la vida.