Coronavirus y teleclases: la educación vuelve a casa

Más de una vez Invasor lo había dicho, y parece que, al menos en eso, el coronavirus vino a poner las cosas en su lugar. Porque si en el ecosistema de la educación de los hijos, los padres eran antes una especie rara, en estos últimos meses, han “depredado” las funciones que algunos progenitores solo pretendían dejar a la escuela y los repasadores.

Hoy nadie ha quedado indiferente. Las reacciones van desde los profesores que han convertido sus casas y sus teléfonos en puestos de mando para dirigir el proceso de lejos, o padres y madres enfrentando como nunca “la guerra que dan los muchachos” para hacer las tareas, y hasta memes y chistes sobre lo que ha significado la vuelta a casa.

Cuando el Ministerio de Educación en Cuba decidió poner coto al curso escolar hasta que la epidemia permitiese un regreso seguro, el período lectivo del 2019-2020 había avanzado hasta el 70 por ciento, y se habían efectuado las evaluaciones sistemáticas y parciales pertinentes hasta ese momento.

Es así que un puñado de profesores, desconocidos para la mayoría de los alumnos se convirtieron en guías televisivos para los contenidos que debían “reforzar” mediante los ejercicios independientes, con la orientación de la familia.

Ahora mientras un niño de quinto grado se sienta a ver las teleclases de Lengua Española, Matemática, Historia de Cuba y Ciencias Naturales de lunes a jueves a las 11:30 AM, su hermana de primer grado aprende que “dos decenas son veinte unidades” los miércoles a las once, y el vecino del pre se sienta desde las ocho a ver los repasos para las pruebas de ingreso. El barrio se vuelve una escuela personalizada, donde cada alumno avanza a su ritmo, y algunos hasta tienen unos minutos más para dormir.

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Pero el cambio no es solo en materia de responsabilidad paterna. Si normalmente un niño con un ritmo de aprendizaje diferente a la media podía “quedarse atrás” en un contenido, o aburrirse mientras sus profesores hacían hincapié en los que no aún entendían, todo eso se enmienda ahora, cuando mamá y papá pueden ser profesores de uno solo, y el ritmo de la clase va en dependencia de la capacidad de ambos.

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La oportunidad de que sean los alumnos los verdaderos protagonistas de su propio proceso de aprendizaje, aunque los ejercicios no los dicte un profesor de carne y hueso y sean los mismos para todos, se abren en abanico, siempre que la comunicación vaya en dos vías, y papá pueda escuchar a nené y sus necesidades.

• El calendario de teleclases fue publicado en Invasor

Por suerte, el objetivo de aprender se revindica, por primera vez en mucho tiempo, de otros que usualmente lo mal disfrazan: ya no hay que estudiar porque la maestra va a revisar la tarea, no hay que aprendérselo todo de memoria para coger cien puntos en la prueba, ni copiar la monografía de la Wikipedia para no pasar trabajo. Ahora sí que esos fraudes (que lo son) no serían más que engañarse a sí mismos, porque el método de contingencia solo pretende que nadie se quede atrás, aunque cada cual avance trechos diferentes.

“Todo está pensado teniendo como centro a los estudiantes y que no salgan afectados, sin que ello signifique disminuir el rigor”, explicó a Invasor Norberto Roche Noa, subdirector en la Dirección Provincial de Educación, y asegura que se tienen en cuenta incluso a los casi mil aspirantes a la Educación Superior. Pero en esa “maquinaria” mucha fuerza hay que ponerla desde la casa.

De ahí que cuando las aulas reabran sus puertas, y se dediquen semanas a sistematizar, ejercitar y a la atención diferenciada, en medio de la euforia de los niños por verse otra vez, cada familia podrá medir el impacto de estos meses en el desarrollo cognitivo de sus hijos. Al final también habrán sumado (los que no la tenían desde antes) la experiencia de que ser padres es ser maestros, siempre que haga falta.