Más de 4000 artistas aficionados sostienen el grueso de la programación cultural de la provincia, a pesar de las carencias y de los olvidos
Si del Movimiento de Artistas Aficionados (MAA) valoráramos únicamente el talento y una ejecución perfecta sobre el escenario, estaríamos obviando otros conceptos igual de importantes, porque en algún punto del camino han valido más el empeño, la constancia y la inclusión que cantar con una afinación perfecta, lograr una técnica depurada para bailar el danzón o una representación hiperrealista de un paisaje sobre la cartulina.
Las historias que se tejen en cada casa de cultura confirman esta hipótesis: personas en situación de discapacidad unidas en el proyecto Necesitamos de tu sonrisa, una señora de 60 años que va de Júcaro a la ciudad cabecera tres veces a la semana para ensayar sus canciones; Bárbaro Raudel Wilson, una y otra vez en los festivales de creación musical; Bettsy Núñez y Bárbaro Lien Vega camino a Venezuela después de ganar el Festival Universitario Bailando Casino.
Es que existe tanta diversidad y color entre los más de 4000 artistas aficionados de la provincia que podemos alegrarnos de su permanencia y relegar las deudas. Sin embargo, mirar en presente implica, necesariamente, poner ojo y oídos en las otras variables que todavía no dejan resultados felices sobre la escena.
Del concepto a la práctica
En los últimos años el Movimiento de Artistas Aficionados ha encontrado en la provincia dos espacios imprescindibles para su realización: las 19 casas de cultura y la universidad, siendo este último sitio un punto de inflexión cuando hablamos del acompañamiento ideal y del apoyo monetario.
Del trabajo que debieran hacer el movimiento obrero y las diferentes asociaciones, Marlene Lamas Alemán, directora del Centro Provincial de Casas de Cultura (CPCC), solo ejemplifica con el sector azucarero, el más constante, tanto que por estos días celebra su Festival Nacional en Cienfuegos, con participación avileña. “Hemos perdido mucho”, es la frase con que intenta resumir los altibajos y la huella de la COVID-19 en el gremio.
Con el déficit de recursos y de fuerza técnica en las casas de cultura, han permanecido quienes hacen fiesta de cada sacrificio. Instrumentos musicales, insumos para las artes plásticas, el vestuario para las unidades artísticas, y equipos de audio para ensayos y presentaciones, son las patas cojas de la creación artística.
Michel GuerraEl espacio Te doy una canción, en la casa de la trova Miguel Ángel Luna, abre sus puertas con artistas aficionados cada miércoles
Si tomamos como botón de muestra la José Sirio Inda Hernández, su directora, Maribel Rodríguez González, habla de un presupuesto de alrededor de 12 000.00 pesos para realizar un total de 32 eventos; entre ellos, algunos de gran alcance como el Festival de Teatro La Edad de Oro y el Festival de Ruedas de Casino. Ninguno se canceló, a pesar de este monto irrisorio y desfasado para los precios que corren.
“Hemos establecido convenios para apoyar a los aficionados y estimularlos, sobre todo, con los artesanos que venden en nuestro portal. Mantenemos la visión de que este es un centro docente-educativo; por eso, el rol de la familia es imprescindible para concretar cualquier actividad. No tenemos agua potable, tampoco ningún equipo informático. Las condiciones materiales limitan los resultados”, confiesa Maribel.
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Solo en esta institución son 45 las plazas no cubiertas porque permanecen congeladas, a las que se suman otras 10 de promotores culturales. Entonces, el flujo que debe nacer en la comunidad y terminar allí se entrecorta y, en consecuencia, hay municipios como Majagua, Ciro Redondo, Morón y Ciego de Ávila donde se hace mucho, y otros donde se hace menos.
Bajo estos términos, certámenes provinciales muy esperados por los aficionados no corrieron la misma suerte que los amparados por la casa de cultura José Sirio Inda Hernández. Dos millones de pesos —de los cuales se retiró dinero durante el transcurso del año— fueron insuficientes para que el CPCC pudiese cumplir a cabalidad lo previsto.
El talento se desborda y enorgullece el alma, que satisfacción plena se siente, el relevo está garantizado..adelante...
Posted by Centro Provincial de Casas de Cultura Ciego de Ávila on Thursday, December 8, 2022
Tales son los casos de los festivales provinciales de Ruedas de Casino, de Creación Musical Andrés Avellé in Memoriam, y de ¡Cuba qué linda es Cuba!
Pensar en la Feria Nacional de Arte Popular, por varios años fuera de la cartelera, solo hecha más sal a la herida de los espacios perdidos.
Michel GuerraLos ensayos con Orlando Raúl Márquez Rodríguez duran horas en la casa de cultura José Inda Hernández
Orlando Raúl Márquez Rodríguez, músico profesional e instructor de arte en la Casa de Cultura del municipio cabecera, reconoce que la falta de estímulo y acompañamiento ha sido más perjudicial que no tener a mano, por ejemplo, una guitarra electroacústica. Lo dice avalado por su experiencia de más de 30 años y por los resultados logrados por los 20 artistas bajo su guía, que pagan los background para sus canciones “por la izquierda”, porque el acompañamiento musical en vivo ya es pasado.
“Celebramos con recursos mínimos el Festival de Artistas Aficionados Eugenio Meriño o el Festival de Boleros, y el único espacio de la Noche Avileña que nunca falla es el nuestro, pero cuesta descubrir entre el público a los dirigentes del sector o autoridades que vengan a disfrutar de ese arte. Lograrlo honraría a quienes actúan, no se trata solo de dinero o premios”.
Al centro de cada una de las preocupaciones está la certeza de que, si tenemos hoy programación cultural se debe, en gran medida, al MAA, que no pide remuneración alguna cuando sube al escenario.
Casa de cultura-escuela-comunidad
Podemos creer que basta con repetir, una y otra vez, que la escuela es el centro cultural más importante de una comunidad para concretar este empeño; pero no, no es suficiente.
Se supone que este sea otro de los frentes del trabajo aficionado, donde el instructor de arte es pieza clave. Sin embargo, el Festival de Artistas Aficionados de la Organización de Pioneros José Martí ya no existe y su ausencia se suple con el resto de los eventos que nacen en esta enseñanza; el de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media intenta renovarse, y solo el de la Federación Estudiantil Universitaria sueña y avanza en grande.
Ángel Morán Paz, Premio Nacional de Cultura Comunitaria 1999 e instructor de danza en la casa de cultura José Sirio Inda Hernández, se cuestiona cómo defender los valores de la cultura popular tradicional con los aficionados. De su preocupación se infiere que se ha cedido terreno.
“Asesoro a los instructores de danza y, una vez al mes, realizamos una actividad teórico-práctica donde valoramos su labor. Es notable que lo campesino, lo haitiano y lo anglófono, identitarios en nuestra provincia, no tienen una presencia adecuada en los proyectos artísticos y en los talleres. Pareciera que se decantan por lo más fácil y por los géneros de moda como el Kpop”.
Ante el déficit de fuerza técnica, el trabajo de las casas de cultura no puede desligarse del que hace la Brigada de Instructores de Arte José Martí (BJM) y sobre sus hombros pesa hoy un intenso programa de actividades, que plantea retos mayúsculos.
Lian Díaz Arias, presidente de la BJM, explicó que de 2019 a la fecha han crecido con 134 nuevas unidades artísticas y la iniciativa Abrazando el barrio los ha obligado a reinventarse sobre la marcha, pues cada fin de semana llegan hasta los más intrincados barrios y comunidades del territorio. No obstante, regresar a la base ha sido vital para comprender que falta integración y una metodología eficaz para implementar este tipo de acción comunitaria.
“Estamos brindando un producto que solo entretiene, y cuando nos retiramos vuelve la rutina habitual. La transformación comienza cuando involucramos en la creación a los pobladores, al promotor y al instructor que atiende la escuela o los que están geográficamente cerca de la zona. Desde los centros educacionales se irradia a la comunidad y son cantera para el MAA”.
Pero como faltan promotores e instructores, el asunto va en círculos y hoy sucede que los muchachos se trasladan desde el centro de la ciudad para llegar hasta otro extremo y actuar en plena calle, cuando a solo metros está una escuela con el confort y la estructura ideales para una presentación. De paso, se desconoce que la verdadera transformación ocurrirá con el aprovechamiento de lo endógeno.
Llegar a espacios que antes eran ocupados solo por profesionales, como el Títeres al Centro o el Festival de Música Fusión Piña Colada; la permanencia de festivales de creación como Silencio Azul y la fortaleza del MAA en las universidades; parecieran estímulos suficientes para estar satisfechos, mas lo que queda tras el telón y fuera de la escena debiera ser, ahora mismo, lo que más preocupa, porque, para florecer, al Movimiento de Artistas Aficionados ya no le bastan el talento y el empeño.