Creación, espacio, vitalidad, superación…las oscilaciones de la danza como expresión artística profesional sobre los escenarios avileños pueden medirse desde cualquier extremo y ninguno nos dejará del todo satisfechos
Mucho antes de cuestionarnos la calidad de un espectáculo musical, la complejidad y belleza de una coreografía o el show que vendemos al turismo, hay una certeza que transversaliza cualquier juicio: la danza en Ciego de Ávila ha transitado por un camino empedrado, con pocas luces y ningún programa de desarrollo evidente.
Es más fácil autorreconocernos como una provincia de excelentes músicos y con una cultura popular ilustre, que con algún conjunto danzando al más alto nivel. Para nuestra dicha, el Movimiento de Artistas Aficionados, con sus grupos portadores, nos ha ganado el reconocimiento y las alegrías que todavía no logran las compañías profesionales. Sin embargo, sería injusto exigir aquello que no hemos sido capaces de retribuirles.
Más allá de lo efímero del hecho escénico y de la subjetividad que gravita sobre lo que es bello o no, hay bailarines que se desdoblan, talento por explotar y un movimiento pujando por florecer en nuevos espacios y con otros estilos. Seamos los que estimulemos ese crecimiento y no quienes arranquemos la semilla.
Bailar en casa del trompo
La explicación más cómoda es que Ciego de Ávila no forma la cantidad de bailarines suficientes para suplir la demanda de un polo turístico como Jardines del Rey. De hecho, ya Invasor en el reportaje Claroscuros de la enseñanza artística, publicado en octubre del 2022, enunció cómo el estudio de esta especialidad se resentía por el bajo ingreso de varones y cómo el talento se escurre en municipios como Baraguá y Primero de Enero, debido a las condiciones de vida que impone la distancia a niños de apenas 9 o 10 años al ingresar a la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Saínz.
Sin embargo, Claudia García Armas, jefa de la Cátedra de Folclor en dicho centro, insiste en que existe talento y confirma nombres en una larga lista de artistas avileños integrados al elenco de compañías nacionales de renombre como Danza Contemporánea de Cuba, Acosta Danza o la de Rosario Cárdenas.
“La mejor bailarina evaluada en las regiones oriental y central durante el recién finalizado pase de nivel es nuestra, pero es cierto que los muchachos no regresan porque no hay referentes para la creación y el desarrollo de esta manifestación artística. No están motivados y hemos permitido que eso sea crónico”.
El círculo vicioso de la oferta y demanda se teje tan a gusto que una compañía como Iberodance, con más de 20 años de trabajo en la línea del espectáculo musical escénico, apenas tiene en su elenco a dos avileños de los 35 que completan su nómina. Su director, Yosbel Noa Plácido, licenciado en Danza, habla de cómo se han transformado en una suerte de academia para la formación de bailarines no egresados de escuelas de arte, quienes perfeccionan aquí su técnica y estilo.
Entre diversos montajes de coreografías y escenarios llega a nosotros hoy con fotos de presentaciones y una puesta de modela la Compañia Iberodance Dirigida por nuestro querido Yosbel Noa Placido
Posted by Artes Escénicas_Ciego de Ávila on Friday, January 29, 2021
Esta misma línea de trabajo es la que ha mantenido a flote a AlArte, dirigida por Ángel Boris Fuentes, quien junto a Marielis Anazco en la casa de cultura Haydée Santamaría, de Morón, han echado a andar un proyecto para la preparación de jóvenes en la línea del espectáculo musical cubano.
Si hasta aquí parece difícil identificar capacidades y elevar la técnica y la formación, habría que agregar que esto se mueve en el terreno del empirismo ante la ausencia de cursos o espacios de aprendizaje y superación a los que sumarse, por la falta de referentes en nuestro contexto inmediato y de “fogueo” en temporadas y eventos.
Lo que viene después, o sea, la evaluación y consolidación como parte del catálogo de las Artes Escénicas, es igual o más complejo, y Boris, quien también estudia el quinto año de la licenciatura en Danza en la Universidad de las Artes, lo cuenta en primera persona.
“Soy de Holguín, donde existen varias compañías de prestigio y eventos de alcance nacional, sin embargo, no hay un polo turístico fuerte. Cuando llegué aquí comprendí que no había apoyo, el lapso entre una evaluación y otra para los que hacemos espectáculos es largo y se dilata el empleo de los autorizos 9.1C para ejercer determinadas funciones”.
A tono con esto, mantener un elenco y su documentación en regla son dos puntos neurálgicos para la danza. Al respecto, Dulmys Azoy Peña, especialista de Desarrollo Artístico en el Consejo Provincial de las Artes Escénicas (CPAE), explicó que los procesos de evaluación son engorrosos y sumó el impasse de la COVID-19, así como una reorganización interna del funcionamiento de dicha institución.
“El director hace su captación y debe conformarse un expediente que incluya biografía, currículo y, como mínimo, cuatro valoraciones técnicas del propio consejo de la agrupación. A ese expediente le hacemos una solicitud de autorizo (9.1C), se presenta a instancia nacional y se define allí si puede ser representado o no el artista. Esto es válido por dos años y se prorroga cada seis meses en espera de la evaluación”.
Entre tantas idas y vueltas a la capital, cada día más difíciles, hay quienes todavía no tienen en orden su documentación, aun cuando en 2019 se realizó una evaluación que sirvió para limar algunas asperezas; mientras que otras compañías ralentizan su desarrollo al no poder darles continuidad y paso a sus miembros por la distancia de años entre un proceso y otro. Al margen de la legalidad, danza adentro, quedan el salario que se devenga o no, el “negocio” y la “conciliación”.
Otras historias podrían contar quienes bailan hoy en los bares privados o guardaron las mallas, las puntas y los atrezos para hacer cualquier otra cosa; esos nombres también los lleva a punta de lápiz Claudia, con la irremediable frustración de ver a sus alumnos abandonar las tablas.
Subvención y comercialización ¿caras opuestas?
El CPAE representa a siete compañías, las cuales se comercializan de acuerdo a lo establecido en la Resolución 70 del Ministerio de Cultura, del 19 de septiembre del 2013, “Reglamento para el sistema de contratación artística, comercialización y retribución en las manifestaciones de la música y los espectáculos y de las artes escénicas, en el territorio nacional”. Con un salario fijo, integradas a la programación cultural del territorio e, incluso, con sede permanente para presentaciones y ensayos deben estar Danza de los Placeres, Zama y el conjunto folclórico Oshopuán Irabbo, las cuales se subvencionan, pero ya veremos que esto tampoco es un camino de rosas.
De hecho, Arnaldo Placeres Águila (François), director de Danza de los Placeres, quien en 2013 ya había renunciado a la posibilidad de una subvención debido a que entonces le imponían la condición de no comercializarse, ahora saca cuentas más reposadas.
“La subvención, más allá del salario que percibimos de manera estable, lo cual es una garantía, no ha cumplido con mis expectativas. Seguimos sin sede para los ensayos y montajes, y sin un lugar en la cartelera cultural para las presentaciones. El público de este lado del pedraplén no sabe quiénes somos ni qué hacemos. Necesitamos apoyo y acompañamiento”.
En fecha tan temprana como 2013, ya la ilustre pluma de José Aurelio Paz había bordeado el asunto. Sobre este conjunto escribió: “Es una agrupación que, si no se malogra en el camino por trabas administrativas o por ellos mismos, marcará un antes y un después en el espectáculo de su tipo; necesaria su presencia con más asiduidad en nuestros escenarios, los cuales, la mayoría de las veces, pecan de cierto aburrimiento y poca creatividad”. Diez años después, el problema sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso.
Ángel Boris Fuentes, director de AlArte, insiste en derrumbar otro cliché. Ellos no son los bailarines de los cayos, son de Ciego de Ávila y como tal merecen reconocimiento y visibilidad. Aunque no le falta razón a su lógica, que la entiendan en tierra firme les está costando.
Los miembros de Zama, una de las compañías más jóvenes del catálogo de las Artes Escénicas, podrían ser redundantes si fueran a contar su historia, pues la poca agilidad de los trámites, la ausencia de un programa que estimule su desarrollo, y la falta de espacios para las presentaciones, los ha tocado a todos por igual.
Basta un sondeo para identificar centros nocturnos con escenarios adecuados para el estándar de estas presentaciones, que se desaprovechan, pues, como mismo el público ha perdido el hábito de disfrutarlas, las instituciones lo han hecho a la hora de proponerlas y de gestionarlas para su oferta cultural. No hay excepciones, todos los directores artísticos y bailarines entrevistados por Invasor añoran ese espacio que hoy no encuentran.
Si tenemos en cuenta, además, que la categoría otorgada por la subvención garantiza el ingreso de graduados de la enseñanza artística, volvemos al inicio y comprendemos las razones de quienes no han querido estar, hacer, permanecer, y han buscado las propuestas en otros lares.
Junto a los altibajos de los elencos y la distancia que impone la comercialización del público avileño, la otra cara de este dilema es el ritmo intenso de trabajo asumido por quienes trabajan para el turismo y la necesaria, aunque no siempre efectiva, conciliación que debe darse entre el hotelero, que encarga un producto cultural, y el artista que se las ingenia para buscar la fundamentación ideoestética y crear una dramaturgia.
Como los ensayos, montajes, talleres y clases técnicas suceden allá, el orden puede obviarse o invertirse, a expensas de la preparación del cuerpo y del nivel técnico. Por eso, si Art Nova, la compañía antes dirigida por el insigne Yosvany Abril, ha marchado a paso seguro bajo la égida de Gerardo Araldi Cardero Mari, destacando como una de las más estables y acompasadas, ha sido por la disciplina extrema y la superación constante.
Pero, para ser exactos, en los últimos tiempos ha sucedido de todo un poco: compañías que perdieron hasta siete bailarines de un tirón por contratos de trabajo en Turquía, Bahamas o Rusia, nuevas reglas en la comercialización que imponen al artista pagar por concepto de alimentación y transportación, y condiciones laborales que atentan contra su cuerpo, la herramienta más importante que tienen.
Para exorcizar lamentos parecen haber llegado Danzar en Casa y el proyecto Metanoia. El primero, un certamen internacional que avivó la creación y permitió, durante tres días, el disfrute de cuanto se hace en materia de danza en la provincia, desde el espectáculo musical escénico hasta estilos más fusionados; y, el segundo, un proyecto de línea contemporánea con sede en la Ñola Sahíg Saínz, que apuesta por sumar y motivar a los estudiantes y a los recién egresados.
#DeLaPrensa El virtuosismo en escena, la diversidad cultural, la fuerza gestual de cada movimiento y los aplausos del...
Posted by Danzar en Casa on Thursday, May 4, 2023
Ojalá que el próximo año la cita se repita e incluya en la nómina de invitados a compañías del ámbito nacional y que el proceso de aprobación del nuevo conjunto sea defendido y apoyado a ultranza, para, a la larga, comenzar a escribir derecho en estos renglones torcidos.