Claroscuros de la enseñanza artística

La Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Saínz ha crecido en edad y matrícula, pero no siempre ha tenido el empuje y apoyo para ser lo que debiera: el más importante (y el único) centro de formación artística en Ciego de Ávila

Un día cualquiera en la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Saínz un profesor de trompeta da clases sobre la cisterna, las flautas suenan en un pasillo lateral y, apenas unos metros después, alguien ajusta las cuerdas de un violín y aguza el oído para percibir su ejecución entre el bullicio.

Para solfear una obra y leerla en detalle, los muchachos hacen malabares al aire libre y los profesores improvisan escenarios y maneras.

Esta sería una instantánea elocuente para describir el día a día de una escuela de arte, si no fuera porque delata, de paso, las complejidades de un centro que creció en edad y matrícula, pero no en áreas para impartir las clases. Sin embargo, disponer de más locales dejó de ser una demanda importante frente a un deterioro constructivo que amenazó los valores patrimoniales del inmueble y la calidad del aprendizaje.

Muchos fueron los problemas constructivos inventariados por la comisión de Enseñanza Artística y Jóvenes Creadores, de la filial avileña de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en una visita al centro que puso el “dedo en la llaga”. Entonces corría el mes de abril.

Lo que vino después ha sido un proceso de reparación intenso que ha traído alegría y ha puesto en perspectiva la hipótesis de que, si todos los esfuerzos y las miradas hubiesen sido puestas en esta escuela hace unos 10 años atrás, tal cual sucede ahora, la vitalidad del movimiento cultural avileño hoy fuera otra.

De la escuela al escenario

Cuando decimos que en la Ñola no hubo vacaciones, no exageramos; más bien describimos con exactitud la rutina de un claustro que enfrentó las complejidades de una reparación capital y de readecuar a siete meses los programas curriculares de un curso escolar atípico.

Yisel Velázquez González, subdirectora de Enseñanza Artística en la provincia, explica que la inversión supera ya los tres millones de pesos, la cual ha sido, también, una muestra enorme de voluntad política, pues en un momento económico complejo se han acometido trabajos de magnitud que no estaban contemplados en los planes.

Detenidos??? JAMÁS….!!!! El impulso del amor a nuestra escuela, a nuestros estudiantes, las ganas inmensas de que...

Posted by EEA Ñola Sahing Saínz- Ciego de Ávila on Tuesday, July 26, 2022

Lo corrobora, también, Yudelkis Sourt Pelier, director del centro, quien ha vivido en primera persona los avances y lleva a punta de lápiz lo pendiente, sobre todo, porque ya está el precedente de lo sucedido en el año 2020, cuando una brigada del Fondo Cubano de Bienes Culturales asumió tareas de reparación y mantenimiento que no se completaron. Se suponía que el reinicio del curso tendría su plus allí con el cambio de carpintería en el área patrimonial de la institución y con la reparación de los tabloncillos. La terminación de estos nunca llegó.

Lea el reporte de Invasor por esos días

Ahora han sido tres los reparados y solo faltó el de preparación física, aunque no es menos importante. Las filtraciones en el área de los baños, el déficit de accesorios sanitarios e hidráulicos y la poca iluminación en las aulas y áreas exteriores, son tareas inconclusas que han impedido cerrar ciclos.

Lo otro sería desempolvar el proyecto original, el cual comprendía la construcción de un segundo piso en los cubículos de piano para garantizar más locales. Sobre este punto no hay consenso y mucho menos recursos a la mano, por lo que Leticia Ortiz Jiménez, jefa de la Cátedra de Piano, deja suspendida en el aire su interrogante: “La enseñanza de los instrumentos es individual, ¿cómo ajustamos las clases de alrededor de 170 muchachos?”.

escuela de arteLos pasillos, casi siempre, son aulas

Algunas carencias se han normalizado de un modo más sutil y confirman no solo los altos costos de la enseñanza artística, sino que para un país como Cuba son dobles. Digamos que el grueso de la bibliografía disponible para el aprendizaje de la música es digital y depende de la impresión individual de las familias, mientras que el déficit de instrumentos ha obligado a muchos alumnos a comprar el suyo.

En la misma línea se ubican los altibajos con la disponibilidad de accesorios como las cuerdas, las llaves, las boquillas y los parches; incluso impartir la asignatura Técnica de Folclor Yoruba ha sido complejo, porque el estado de los instrumentos de percusión dificulta reconocer los toques y aprender a bailar con ellos.

Lo subjetivo también ha horadado hondo. Lo afirma Ana María Betancourt Arcia, presidenta de la Comisión de Enseñanza Artística y Jóvenes Creadores de la UNEAC, quien reconoce que han faltado el acompañamiento institucional y las iniciativas para visibilizar cuánto de bueno se gesta allí. “Hemos despertado del letargo. Esta es nuestra única escuela de arte y merece toda la atención”, sentencia.

A esto habría que agregar que el talento forjado en la Ñola Sahíg Saínz sí ha rebasado sus cuatro paredes para mostrarse lo mismo en la comunidad vulnerable La Palma, que en la gala de inauguración del Piña Colada; pero esto es solo el principio. De las aulas a los escenarios faltan eslabones y sobran rupturas.

La cuerda floja

El viejo dilema del huevo y la gallina se ha instalado muy a gusto cuando hablamos de la formación en las especialidades de cuerda frotada (violín, viola, violonchelo, contrabajo) y pulsada (guitarra). No se forman más muchachos en estas líneas porque no existen suficientes profesores ni conjuntos o formatos en la provincia donde puedan emplearse los recién graduados, y viceversa.

Así ha sido por varios años hasta acumular el récord negativo de cuatro o cinco períodos lectivos sin abrir nuevas matrículas en viola y violín, maestros que abandonan sus puestos y, para colmo, en la presente etapa tampoco la especialidad de guitarra incorporará alumnos al hablarse ya de un “exceso” de graduados en correspondencia con las opciones disponibles en el órgano empleador, en este caso, la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos.

Si bien las explicaciones de Lianet Hernández Fajardo, jefa de la Cátedra de Música, apuntan hacia las fortalezas del territorio en la formación de instrumentistas de viento y en el movimiento de bandas de conciertos, sabe que romper este círculo vicioso sería una ganancia tremenda, sobre todo, por ser 26 los muchachos que hoy estudian alguno de estos instrumentos en el centro, los cuales no encontrarán su lugar aquí.

“No tenemos formatos de cuerdas, tampoco una orquesta sinfónica ni de cámara, por eso, los estudiantes se gradúan y no regresan. Prefieren estar en Camagüey, Santa Clara o La Habana por las ofertas de trabajo. El cambio no lo veremos de un día a otro, pero sí es necesario trazar políticas y proyectar para cambiar”.

La profesora de piano Yanet Pérez Diago va más allá, avalada por su experiencia y por los intentos de formar la orquesta de cámara Arte Ñola Sahíg Saínz. Entonces era noviembre del año 2018 e Invasor reportó el acontecimiento como un esfuerzo por “incentivar desde las primeras edades las prácticas de conjunto, que tributaran a la conformación de formatos corales y sinfónicos”. Ya sabemos que los intentos fracasaron; a esto añade, ahora, que ni siquiera contamos aquí con un graduado en Dirección de Orquesta.

Con el mismo ímpetu, ambas defienden la posibilidad de tener en la provincia una escuela de Nivel Medio, que pudiera construirse gradualmente, aprovechando la experiencia acumulada en la ejecución de instrumentos de viento, hasta lograr el reemplazo y la continuidad.

Tampoco la danza ha logrado retener a los bailarines recién egresados o ser una opción tentadora de empleo, pues la única compañía subvencionada existente aquí es el Conjunto Folclórico Osokpuán Irabbo, el cual no ha visto la luz en los últimos años. La ausencia de escenarios y teatros para espectáculos asiduos solo echa más leña al fuego del descontento.

Han “sobrevivido” a cualquier malestar los espacios fijos establecidos en el Museo de Artes Decorativas —devenido sala de conciertos ante la ausencia de otro local—, donde los artistas, los muchachos y el público disfrutan, tal es el caso de El piano de mi barrio, de la peña Yanet y sus invitados, y de las presentaciones del dúo Scherzo. El resto del tiempo hay que esperar grandes acontecimientos y rezar por una programación oportuna, que lleve el talento de la institución a las principales plazas culturales de la ciudad.

Retomar el concurso de base Ñola Sahíg Saíz, que desde 1999 había desaparecido, y los intentos por gestar allí una banda, aprovechando la asignatura Práctica de Conjunto, son otras luces que despejan el camino de la enseñanza artística; pero quedan obstáculos.

Perdemos cada vez que un graduado no retorna, cuando un profesor desiste, cuando el intrusismo profesional desplaza, cuando la cartelera cultural no ofrece nada nuevo, cuando faltan el diálogo y el acompañamiento… cada una de esas veces habrá que voltear los ojos a la escuela y preguntarse qué más podemos hacer.