Hay respuestas que no se dicen

Pequeña anécdota luego de la derrota de Cuba ante Holanda en el Clásico Mundial de Béisbol

—Ahora comprendo a los argentinos —así me dijo el primer amigo que encontré temprano en la mañana, cuando transitaba por el bulevar avileño.

Como conozco que es un furibundo amante del béisbol, le fui directo al grano con mi interrogación.

—¿Y qué tiene que ver Argentina con la derrota cubana de esta madrugada en el Clásico? —Y fue algo sarcástico en su respuesta.

—¿Tú no eres de los que dice que el béisbol se parece a la vida? Pues … el fútbol también —y entonces me recordó la derrota de la albiceleste en el juego de apertura en el reciente Mundial futbolero—. Y si los gauchos lograron revertir ese fracaso y titularse campeones, ¿por qué no lo puede hacer Cuba en el béisbol?

Tal análisis, en un inicio, me pareció algo justificativo, consolador. Pero no hay dudas que enfrentar una derrota con ese enfoque optimista, debería acompañarnos en todas las facetas de la vida, aunque esta nos tenga acorralados y tomados por el cuello.

Mi amigo, por demás, no pudo resistirse a preguntarme el porqué de este primer traspié. Solo atiné a responderle que se cumplió con las expectativas de los que saben: “Buen pitcheo, pero la ofensiva será la gran incógnita. Y ya no lo es, pues el silencio de los bates antillanos de nuevo se hizo realidad”.

Ya iba a reiniciar mi caminata por el centro de la ciudad, cuando escuché su postrera pregunta, casi un látigo a mis espaldas:

—¿Podremos hacer lo mismo que los argentinos?

Solo atiné a voltear la cabeza para responderle con mi mirada. Él sabe lo que le dije. Si el lector también quiere saberlo, pueden hablar con él. Hoy él está en cualquier sitio de la geografía cubana. Yo solo quise explicar que hay respuestas que no se dicen.