El pasado 9 de diciembre se publicaba en esta sección una misiva que nos entregó personalmente María Adela Herrera Lazo, quien, sin querer parecer cansina, refería que el ruido no la deja dormir, pues siente la música dentro de su casa, a los pies de su cama.
Ruido chabacano, cuestionaba, además, “las habilidades y categorización de quien dice animar el recinto ferial del Parque de la Ciudad”, adjuntando a su queja una “lista de frases chabacanas y de mal gusto que se repiten fin de semana, tras fin de semana”.
Herrera Lazo planteaba que había dirigido “una queja a la sección Cartas a la Dirección del periódico Granma, denunciando el ruido que las actividades recreativas realizadas generan, interrumpiendo el sueño y descanso de los vecinos”.
Después de esa carta, ella asume que se tomaron algunas medidas, porque “en los fines de semana siguientes moderaron el volumen de los equipos de amplificación y el animador hablaba menos” y concluía diciendo que “ya estamos igual que antes, sobre todo en las noches de sábado y madrugadas del domingo”
José Luis Morales Figueredo, viceintendente que atiende la Construcción en el Consejo de Administración Municipal de Ciego de Ávila, explica que “de todos es conocido que los ruidos pueden causar trastornos psíquicos graves como agotamiento, agresividad e insomnios y que pueden afectar mucho más a personas de la tercera edad y enfermos mentales.
“Es cierto que en reiteradas ocasiones se han hecho muestreos a varios puntos de la ciudad donde se brindan actividades culturales, y nunca estaremos de espaldas a las medidas a adoptar en todo momento para evitar la música estridente, vulgar o chabacana.
“No obstante, ya se conversó con las personas que animan el recinto ferial, la Avenida de las Flores, así como en otros espacios, para mantener la calma, la estabilidad y la cordura, y ofrecer bienestar, satisfacción y diversión en los lugares a los que asiste la juventud y la población en general”.
Este semanario lamenta que la respuesta no sea más explícita respecto a las medidas adoptadas, y que falten argumentos o acciones para demostrar el modo y la frecuencia con que se controla lo “conversado” con las personas que animan los lugares descritos. ¿Será que solo una conversación resolverá el problema del ruido? Ojalá así sea y dentro de un tiempo, cuando no sean las mismas personas, la situación no resucite.
Además, nada dice Morales Figueredo de qué establecieron para medir los decibeles de los equipos de amplificación en ese pequeño espacio y poder así cumplir con la Norma Cubana 26:2012, que deja claro la responsabilidad en las zonas urbanas y suburbanas y, también, si es de día o noche.