Tropiezos en los portales

“Recoge todo que ahí vienen los inspectores”. Casi a ojos vista de quienes ya les advirtieron, y multaron, abandonan el lugar en el que suelen amanecer, y en el que revenden “lo que caiga”. Si el Cine Nicaragua hablara, pudiera hilvanar un testimonio en el cual habría casi de todo, como en una telenovela del nunca acabar.

Pero no es el único reino de los que ofertan cuanto pueden sobre portales y aceras, al punto que alguien me comparó la capital provincial con una gran candonga, al estilo de otros mercados callejeros, más allá de las fronteras nacionales.

Lo cierto es que la Ciudad de los Portales corre el riesgo de perder tal identificación en la medida que gana terreno el descontrol, o el control inefectivo, para no herir la sensibilidad de los pocos que lo hacen, cuando ha echado raíces de tales proporciones que muchos lo aceptan como parte de una invariable cotidianeidad.

En cuanto a lo que se ha hecho, pudieran citarse las acciones emprendidas por quienes representan al Instituto Nacional de Ordenamiento Territorial y Urbanismo (INOTU) en la provincia y el municipio, y en las citadas instancias, los grupos de inspección, además de las orientaciones que emite la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social en cuanto a la atención al sector no estatal. Incluso, pudiera acudirse a otras “demostraciones” que evidencian que no deja de actuarse en varios sentidos y de manera multifactorial.

Pero resulta harto evidente que lo hecho hasta ahora no ha dado resultado. Bastaría recorrer el tramo de la calle José María Agramonte que parte del bulevar y llega hasta República, para demostrar que aquí el irrespeto a los corredores urbanos y el imperio de la falta de higiene y el desorden forman parte del día a día, a pesar de que a quienes venden amparados en un proyecto de trabajo se les ha reiterado las regulaciones urbanísticas de obligatorio cumplimiento, sin obviar a los que se les ha advertido que no están autorizados a hacerlo.

En cualquier esquina, sobre las aceras y los portales, en medio de un ambiente de hacinamiento y hasta de hediondez, usted puede acercarse, y tropezar, con expendedores de toda laya, y cuando así me expreso no solo lo hago con la intención de deslindar los legales de los ilegales, sino para insistir en la confluencia de precios abusivos y especulativos, malos tratos, daños al patrimonio y obscenidades de los conquistadores de espacios donde tal parece que actúan sin regulaciones urbanísticas de ninguna índole.

¿De qué sirve una multa de 600.00 pesos para quien, una vez que el inspector se retira, vuelve al lugar de los hechos? ¿Por qué no se suceden procederes más rigurosos como la venta forzosa o el decomiso de las mercancías cuando se han agotado los procedimientos más elementales? Y lo que es aún más preocupante: ¿dónde están el trabajo en sistema y el ejercicio efectivo y sistemático de la autoridad en la capital provincial?

Integrantes del Grupo General de Inspección Provincial suelen llegar a lugares donde, supuestamente, las personas tienen el permiso de la INOTU para vender, pero no es el caso de quienes vagan de un punto a otro, y depositan alimentos de dudosa procedencia sobre los portales; desde sacos de arroz y frijoles, hasta aguacates, guayabas y limones. “Estamos cansados de multarlos, no queda otra alternativa que decomisarles toda la mercancía; incluso, si tuvieran un proyecto aprobado, de todas formas están ejerciendo la actividad en un lugar donde no está aprobado”, manifiesta Irán Cano González, al frente de ese equipo de trabajo.

Se “cae de la mata” que la solución del caos que afea y ensucia a la Ciudad de los Portales va más allá del ejercicio de las atribuciones de los inspectores. Es lógico que el cansancio aflore cuando el desacato se pasea por los portales, corredores con visos de humanidad siempre que, hospitalarios y acogedores, abren sus espacios, libres de obstáculos, a coterráneos y visitantes.


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