La espiral de la adicción

drogas Siempre que indago sobre el tema recuerdo aquella reflexión de un amigo residente en los Estados Unidos: “Aquí (en EE.UU.) no es como allá (en Cuba). En este enorme país la droga está en cualquier esquina y mi hijo mayor ya está perdido. No me escucha, ignora mis consejos, tras cumplir los 18 años se fue a vivir solo a otro estado y ha tenido problemas por su adicción hasta con pandilleros. Su futuro es negro, temo por su vida y lo más triste es que no puedo hacer nada”.

Entre miles de escaseces, insatisfacciones y bloqueos férreos me jactaba sanamente para mis adentros porque tal situación resultaba inusual en la Isla. Justo ahora, cuando estremecen las señales de alerta, me entristece creer que, si no se obra bien, esa tranquilidad, sobre todo para adolescentes y jóvenes, puede entrar en decadencia.

Las drogas “palpitan” en la actualidad a sabiendas de desterrar futuros, contaminar las fiestas y dominar física y emocionalmente a quien las consuma. Aunque su existencia aún no reina en las calles, porque no invade a las mayorías, se reconoce que ha cobrado auge y se han identificado personas afectadas por sobredosis.

Aceptar que los estupefacientes están disponibles para quien los quiera (y pueda) comprar rompe la inercia y descruza los muchos brazos que deben actuar desde la multisectorialidad misma.
Visibilizar el tema y mostrar los caminos escabrosos que le rodean instan a poner los pies en la tierra y a cerrar las puertas necesarias.

Pensaba en ello justo cuando acechan comportamientos cuestionables de personas en la red social Facebook que graban y publican el estado de embriaguez y el aislamiento que surge en el ser humano al “probar” el mundo de los narcóticos.

Un escenario económico en declive alienta la proliferación de fenómenos sociales, como el consumo de drogas, que declinan en un entramado oscuro que hace sucumbir a las personas. El espectro de carencias invade con tanta fuerza que, quien no sea capaz de vencer la tentación, cae sin frenos en el abismo de la destrucción física, mental y moral.

La pasividad de los procederes se transforma en el destierro de las emociones sanas. En medio de tantas adversidades, resulta un deber colectivo hacer que este flagelo no transite más allá de las fronteras de la prevención.

Pensar que atreverse por una única vez puede ser bueno e interesante deviene en pensamiento erróneo. Nada más alejado de la realidad, pues una primera vez no será la única sino el origen de tantas otras veces que conducen al vacío conceptualizado desde cualquier perspectiva.

La percepción común del asunto advierte que los jóvenes suelen sucumbir ante estas prácticas con la convicción de encontrar placer y aventuras. En muchos, incide el marcado espacio de las redes sociales de Internet donde la invitación al comienzo se distancia del placer y conduce a lo loco al desmoronamiento existencial e incluso hasta la muerte. 

El tráfico ilegal de esas sustancias químicas y su consumo indebido constituye un fenómeno global que amenaza la seguridad internacional, y a eso no escapa ningún país. Acercarse a los adolescentes y jóvenes, interrogar por sus actos y pretensiones de futuro a corto, mediano y largo plazos, resultan hoy tendencias, visto desde la esencia misma del lenguaje digital.

Existen factores de riesgo que quienes los perciben desde afuera, llámense familiares o amigos, deben admitir y prestar la debida atención. Son ellos, por ejemplo, la baja autoestima, el consumo prematuro de drogas portadoras como el alcohol y el cigarro, la sucesión de hurtos en el hogar, y la disminución del rendimiento académico.

Décadas atrás se contemplaba apenas este flagelo con enfoque preventivo, desde los aprendizajes que dimanaban de las historias de vida de otras naciones. En la actualidad prevalece igual proyección, solo que los personajes cohabitan en el territorio nacional y, por consiguiente, en la provincia avileña.

Aquellos barrio-debate preconcebidos desde las zonas de los Comités de Defensa de la Revolución en actuar conjunto con otras organizaciones políticas y de masas, no fluyen hoy como debieran. Las charlas profilácticas desde los consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia deberían ser más visibles y reales, con el reconocimiento de su debida causa y efecto, con sus males del presente y las consecuencias del futuro.

Mas, se ausenta además esa complementariedad desde el seno de la familia misma, esa que puede “olfatear” cada comportamiento inusual y predecir o guiar pensamientos contextualizados entre los más jóvenes. En esta, como en otras facetas de la vida, la educación también comienza desde la casa.

Ante el fenómeno de las drogas, la proyección nunca debe ser represiva, solo así se evita el aumento del consumo y se prevén mayores afectaciones a la salud y los riesgos para la seguridad ciudadana. De cierta manera, duele reconocer la presencia de las drogas.

Luego de tantos años de estricto control ahora se impone el enfrentamiento a nuevos escenarios y personas inescrupulosas que brindan respiros a las vías de entrada de estas sustancias nocivas al país.

Los aparentes juegos de una noche cualquiera de fiesta en la discoteca del pueblo o en los puntos particulares, que tristemente engloban a las mayorías debido a las escasas opciones de recreación sana, pueden rozar los límites insospechados de la enajenación. Pueden provocar actos tan deprimentes como los vandálicos contra la propiedad social o privada, la violencia de género, el robo con fuerza e, inclusive, el asesinato.

Aún estamos a tiempo para mutilar y, luego, erradicar el fenómeno. Se impone proveer a adolescentes y jóvenes de fundamentos éticos y culturales que indiquen el pare cuando aparezca el precipicio. Evitar la confusión y la marcha por el camino incorrecto de las drogas debiera interpretarse como una cuestión de seguridad y futuro.

Aunque los escenarios esenciales de la compra y consumo de sustancias como el tan nombrado “químico” se alejan de los enclaves escolares para hacerse sentir en espacios públicos, persiste la deuda social de capacitar y acompañar más a las familias. La espiral de la adicción a las drogas debe parar.


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar