Durante la edición XX del Festival Piña Colada, Daya Aceituno y la Banda de Conciertos de Boyeros “alborotaron” la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Saínz, de Ciego de Ávila
Llegan en guagua a minutos de que el reloj marque las 10:00 de la mañana. Están en tiempo. No vienen con utileros. Los propios integrantes de la Banda de Boyeros son quienes cargan los instrumentos. Es, quizás, una manera de valorar cuánto pesa su arte.
Entran al teatro. Pareciera un espacio suficiente. No, aquí no puede ser, concluyen. ¿En la plazoleta? Es que además de tocar, bailan. “Somos la única banda en Cuba que lo hace”, dice Daya Aceituno, la directora. Esa realidad pudiera sonar un tanto arrogante, pero cómo lo va a hacer si después de impresionar en escenarios de Europa se han dispuesto a ofrecer un espectáculo al resistero del sol en la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahig Saínz, de Ciego de Ávila.
“Un micrófono, solo un micrófono necesito”, es la exigencia de Daya. Todo es raro. ¿Qué banda de concierto es esta? ¿Qué banda es esta con tanta juventud en pitusas ajustados, combinada con pulóveres y gorras? ¿Qué banda es esta sin atriles ni hojas amarillentas raídas? “Nosotros somos todo lo contrario. Somos ese rompimiento”, respondería Aceituno.
Se dispersan, como si se escondieran. Al centro solo el baterista. Con las baquetas produce adrenalina. Lo ovacionan. Apenas empieza un show para el que, por más que la televisión nacional lo exhiba, nadie está del todo preparado.
A la carrera entra el resto. Daya Aceituno los lidera sin dar indicaciones con la batuta, sin siquiera mirarlos. Y la duda vuelve, ¿qué banda es esta? Previamente había dado un corto discurso con cara de pocos amigos que debió bastar. Ahora anda suelta, a su aire, no deja de moverse con un desparpajo que asusta, en el sentido menos temeroso de la palabra.
“No solo hacemos baile con música. Es baile con teatralidad; es una propuesta audiovisual, de ahí lo importante de esa proyección escénica desenfadada y, a veces, hasta arrolladora”, comentaría en una entrevista Daya Aceituno, quien tuvo la experiencia de actuar con su banda al llamado de Osvaldo Doimeadiós en la obra Oficio de Isla.
Ella nota cierto escepticismo entre profesores y alumnos de la escuela de arte avileña. “Es un choque demasiado fuerte”, ha dicho. Igual, invade, reta. “¿Dónde están las que estudian ballet? Vengan, vengan”. La timidez les gana, pero las busca, las trae y las pone a bailar Mambo No.5. Sí, sí, sí, yo quiero mambo, mambo.
A Denys Ramos, actor invitado al Festival Piña Colada, los pies le pican, la silla no es capaz de retenerlo. Tampoco su colega Belissa Cruz, que lo intenta: “Oye, Denys, no te metas”, le dice. Pero qué va, ya hace la coreografía al lado de las bailarinas y Belissa también. ¿Qué banda es esta, a la que nadie se resiste?
“Des- pa- ci- to, ¿les suena? ¿La hacemos?”. Los metales apenas se escuchan en la introducción. La bulla del coro los supera. De un momento a otro la banda no se distingue casi. Los alumnos y los profes también irrumpen en la pista, rompen esa “pared” que supuestamente los “distanciaba”.
Daya Aceituno, después de armar la pachanga, como reconoce, intenta poner orden y hasta bromea con la posibilidad de recoger e irse. A eso le sigue un estruendoso “la banda no se va, la banda no se va” y entonces se le dibuja una sonrisa en el rostro, cual símil de aplausos.
Ha derrochado energía ya, demasiada energía, sin siquiera recordar que sufrió asma hasta conocer el bombardino, "un instrumento que no hay muchas personas que lo estudian", le contaría a Juventud Rebelde.
Bromea con que “ustedes quieren que me quede para no entrar a las aulas”. Nunca dejará de ser maestra, de las que procura en serio enseñar cuanto aprendió y divertir a la vez. En esta clase invita a par de estudiantes a “buscar los hierros”. Ya no se lo piensan. Los de trompeta gozan y aprenden de la oportunidad de fundirse con la banda en temas clásicos de la música cubana. Y de otros que están de moda. De nuevo los espectadores dejan de serlo, se convierten en protagonistas al ritmo de Todo está ok o de El tumbao del vecino. ¿Reparto? ¡Vaya, intrepidez! ¿Qué banda es esta para atreverse así?
Atreverse así y no perder estilo ni esencia. Saber cómo. Dar giros estupefactos. Evocar a Martí mediante La rosa blanca. Evocar al Benny mediante Yiri yiri bon. Saber cómo. Dar giros estupefactos. Arrollar al final a base de conga.