.Thalía Cardín Díaz pesa 48 kilogramos porque quiere, nadie se lo impuso. Para llegar a su tan deseada meta tenía que dejar de ser la niña gordita que practicaba gimnasia rítmica después de las cinco de la tarde, aunque eso no tuviera nada de malo. Es mucho más importante el cómo te ves al cómo te miran los demás y ella era una gordita con elasticidad y fuerza de voluntad de sobra.
Eso lo notaron sus padres en una fiesta de fin de año cuando la niña no dejó de bailar en toda la noche y terminó por dormirse muy tarde en los brazos del padre. Tenía solo dos años.
Me cuenta su mamá que ella misma se asombra de cómo pudo compartirse entre tantas responsabilidades durante los inicios en los estudios de Thalía. Primero fueron las clases de gimnasia desde el círculo infantil, en las que empezó gracias a que la pequeña se perdió un día en la escuela del hermano y terminó haciendo estiramientos con un grupo de pequeños mucho más grandes que ella.
Luego fue la compañía de artistas aficionados Movimiento Mágico, de la Casa de Cultura José Inda Hernández, de la capital avileña, la encargada de definir su camino, aunque, hasta ese momento, experimentaba con la gimnasia y el baile, simultáneamente, al igual que su madre, quien no bailaba ni dominaba los splits pero hacía malabares con sus dos hijos, el trabajo y la casa.
En cuarto grado, supo que lo suyo era el arte. Después de ganar varios premios y reconocimientos formando parte de un grupo de niños le costó muchísimo adoptar la decisión, porque Movimiento Mágico era para ella el espacio donde se sentía realizada, era movimiento y también magia.
Le propusieron entrar a la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar Marina Samuel Noble, mas no aceptó y, con la sensación de quien deja atrás su vida, abandonó la gimnasia y la compañía para empezar sus estudios como bailarina en la Escuela Vocacional de Arte Ñola Sahíg Saínz.
En la primera ronda de las pruebas para la captación fue aceptada con el señalamiento negativo de su peso. Apenas transcurrió un mes para la segunda cuando, al presentarse, los profesores le preguntaron: ¿Tú no eras la niña que estaba gordita? Efectivamente, era ella quien, por decisión propia y una dieta razonable, aunque exigente, había logrado bajar unas cuantas libras para empezar a cumplir su sueño.
Logró entrar en la especialidad de Danza y vio cómo sus primeros años transcurrieron entre técnicas de baile desconocidas que, poco a poco, la inclinaron hacia la creación de sus coreografías. Tanto así que obtuvo menciones y algunos premios más otros que pudo recibir, pero no le entregaron porque sus coreografías estaban por encima del nivel exigido, le dijeron.
Con ellos también llegó la admiración por el bailarín cubano Carlos Acosta, su trabajo dentro y fuera de Cuba, su pasión por colaborar con gente como él, amante del buen gusto sobre la escena. Y miren si la predilección es tanta, que en cuanto salió la película Yuli, sobre la vida del bailarín, ella movió cielo y tierra para encontrarla y ahora me la cuenta con un brillito en los ojos, al punto de que la madre debe interrumpirla para aclararle: “Bueno, ahora estamos hablando de ti”.
Entonces retomamos la conversación en un punto complicado.
“Yo sé que este mundo de la danza es muy difícil porque te puedes encontrar con personas de todo tipo, pero es lo que me gusta.
“Muchos piensan que me creo la mejor; yo no me siento así”, me dice. Y se le aguan un poco los ojos, al mismo tiempo que a la madre, como una coreografía que tarda años en montarse y por fin sale, cuando menos lo esperan.
Thalía tiene 15 años porque nació el 20 de mayo de 2004 con un talento escondido detrás de las mallas y las zapatillas. Fue precisamente eso lo que vieron en Lizt Alfonso Dance Cuba cuando ella se presentó, hace un tiempo, en un concurso para premiar la labor de los coreógrafos de dicha compañía, defendido por infantes y adolescentes, integrantes de los cursos de verano.
Eran ella y su talento encima de un escenario en La Habana. Eran ella y la coreógrafa en su interior moviéndole el cuerpo en una actuación que deslumbró a los presentes, tanto como para darle un premio especial y regalarle la oportunidad de pasar uno de los cursos de la compañía. Todo ello después de que vieran por la televisión el anuncio de un espectáculo de Lizt Alfonso y fueran a la capital solo con los pasajes de ida y vuelta para ver la actuación.
Uno de los sueños de la jovencita es bailar en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, luego presentarse ante públicos de todo el mundo, algo más cercano ahora que… Mejor se los detallo.
Thalía fue la mejor nota de los 77 estudiantes presentados al pase de nivel de la región oriental. Por sus resultados en la Ñola, una profesora siempre le recomendaba a la madre que se fuera a estudiar a La Habana, porque la niña daba para más.
Aprobada en el pase de nivel supo que la academia dirigida por Carlos Acosta audicionaría a jóvenes aptos para cursar el Nivel Medio en ella y hasta allá se fue. Fueron varias rondas de evaluaciones donde una cámara grababa su desempeño, a través de la que Acosta evaluaba a cada uno de los presentes, por encontrarse fuera de Cuba.
Llegó el momento de regresar a Ciego de Ávila, donde debían esperar por una llamada para saber la buena o la mala noticia. En casa le aguardaban para festejar, aunque ella celebraría de la misma manera si no pasaba, porque llegar hasta allí era todo un reconocimiento.
El día en que sonó el teléfono con la respuesta, supo el sabor amargo de los nervios. La madre tomó la llamada y la niña solo le hacía señas para saber. Del otro lado del teléfono, un “le comunico que tenemos el placer de recibir a su hija en la academia”, dio a la madre la mejor de las sorpresas; ella solo atinó a preguntar “¿Carlos Acosta vio su audición?”. Una respuesta afirmativa recibió acompañada de “lo primero que hizo fue preguntar si Thalía, la de Ciego de Ávila, había pasado”. Aquel día hubo mucha alegría en la casa.
A un mes de que deba partir hacia La Habana a continuar sus estudios, le pregunto:
—¿Cuál es tu mayor miedo para cuando estés allá?
—Que me vaya a perder en esa ciudad.
—¿Tienes alguna dificultad como bailarina que temas descubran?
—Sí, los giros y bailar en puntas, eso me va a afectar mucho cuando empiece.
De los tres avileños que audicionaron, ella fue la escogida. El próximo curso escolar comenzará a perfeccionar su técnica en una escuela que le permitirá, en dependencia de sus resultados, ingresar a la compañía Acosta Danza y, tal vez, luego cree su propia academia para formar a personas que empiezan de cero, como ella.
El mayor reto ahora es danzar y hacerlo bien, sobre su propio eje, que es igualmente el de su familia. Y quién sabe si un día esta periodista, ya entrada en años, quede boquiabierta cuando en la televisión aparezca ella, viajando el mundo entero en puntas de pie.