Historia de un niño de Ciego de Ávila que contra todo pronóstico desafió a la muerte y la venció
Jonathan Henry solo tiene cuatro meses y todavía no lo sabe, pero es un niño con suerte, no solo porque sus padres lo hayan deseado hasta el cansancio, sino porque nació con 32 semanas, 1 700 gramos y una insuficiencia renal, y aun así vivirá saludable para escuchar la historia de aquellos días y de la cicatriz que dejaron los pinchazos en su bracito derecho.
Es que nada en aquel embarazo daba señales de alarma hasta que un sangrado ocasional expuso la complicación de placenta previa y alertó a los especialistas sobre el posible ingreso a un Hogar Materno y la necesidad de programar una cesárea. Lo que nadie calculó es que el reposo le ocasionaría a Aleydis una distensión del ligamento de la pelvis y el Piroxicam una reacción adversa, que estimularía la pérdida continua de líquido.
Entre ultrasonidos y probabilidades se instaló la sospecha de que el bebé presentara trastornos renales o, en el peor de los casos, una malformación congénita en la vejiga. La indicación más precisa fue beber siete litros de agua diariamente y esperar.
Solo alcanzó su mamá a verlo y besarlo unos segundos después de la cesárea porque el reporte no tardó en confirmar su estado crítico y la urgencia de trasladarlo a la sala de Terapia Intensiva Pediátrica. Fue ventilado mecánicamente y su alimentación se redujo a lípidos y aminoácidos que recibía de modo parenteral.
Jonathan no respondía, continuaba sin orinar y con los parámetros de la función renal alterados. Tampoco sus pulmones tuvieron el tiempo suficiente para formarse y, aunque la luz ultravioleta de la incubadora hacía lo suyo, el Síndrome de Distrés Respiratorio o Membrana Hialina atentaba contra su estado.
Desde el Centro Nacional de Nefrología “Doctor Abelardo Buch López”, y los hospitales pediátricos de Camagüey y Sancti Spíritus llegaron sugerencias, alternativas medicamentosas y procedimientos. Las primeras drogas buscaban estabilizar su hemodinamia y reactivar su función renal, pero una sepsis generalizada vino a complicar aún más su cuadro clínico.
Entonces se le administraron antibióticos de última generación como la Vancomicina, y el empleo de la Albúmina Humana, proteína producida por el hígado que ayuda a mantener el líquido dentro del torrente sanguíneo. En este punto solo cabía confiar y esperar una evolución favorable, que llegó después de 15 días en los que catéteres, sondas y agujas hicieron lo que no podía su organismo.
Aleydis no tuvo tiempo para pensar en los dolores de su herida y ni siquiera su esposo pudo impedir que, en medio de la gravedad, mirara a través del cristal, aunque, para ser exactos la imagen abigarrada de entonces todavía no ha podido olvidarla.
Cuando pudo asimilar pequeñas dosis de leche materna, y comenzó a llorar más a menudo y a ser arrullado por las enfermeras del salón, la esperanza volvió. Con la lactancia materna cada tres horas pudo tenerlo en sus brazos, y con el método canguro comenzó la ganancia de peso.
Después de tres meses de haber salido de casa, los cálculos de su hermano Brayan fueron certeros y en diciembre pudieron festejar sin ningún sobresalto el año nuevo, pero el camino en lo adelante tampoco sería fácil porque Jonathan todavía es considerado un niño de riesgo y, de vez en vez, los asusta el peso de su respiración, que no ha recuperado su ritmo normal, o un catarro pasajero los saca de su rutina diaria.
Comparte las mañanas y las tardes entre las consultas de Hematología, Nefrología, Gastroenterología, Cardiología y Neurodesarrollo y el Consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia, mientras combina desde el Fumarato Ferroso y el Ácido Fólico hasta varios tipos de vitaminas.
Al servicio de Neonatología del Hospital Provincial Antonio Luaces Iraola se llega por muchas causas, pero prevalece la prematuridad extrema, el bajo peso al nacer, las infecciones neonatales y otras complicaciones derivadas de la restricción del crecimiento intrauterino.
De este modo se ha convertido en el centro de referencia del menor de 1 500 gramos, y de la cirugía y cardiología neonatal, retos que con el tiempo se han ensanchado ante la disminución de la natalidad y el aumento de la morbilidad crítica en la provincia.
Una malformación congénita que puede ser corregida con una operación, pasó de esporádico a común, frente a un colectivo que ha tenido que sobreponerse a muchas carencias, superarse y formar con acierto nuevos especialistas.
Y mientras la doctora Ana Iskra guarda en casa las fotos de los tantos niños que, como Jonathan, ha ayudado a salvar, y reconoce que la Neonatología solo le devuelve tranquilidad cuando los pequeños regresan intactos a los brazos de sus familias, José Yoel Henry y Aleidys Romero saben que si su hijo está sano y feliz es gracias al empeño de los médicos avileños que no dejaron nada a la suerte y apostaron a ultranza por la vida.