Una noche cualquiera para Lisán

Lisán Milián Hernández habla con calma, a través de un nasobuco blanco y de espaldas a la pared, en medio de la tarde casi muda del centro de aislamiento improvisado en la Escuela de Conducta del consejo popular Patria, en Morón.

• Lea también: Ceballos 8, La lógica del contagio

"Sombrío" llegaría él a describirlo. Pero en los mensajes de audio que va enviando para responder a mis preguntas se siente hasta el canto de los gorriones. Supongo que para escoger el adjetivo haya que estar en los zapatos de Lisán.

En la foto los ojos se le ven un tin cansados, y la voz los acompañan. Pero no es un cansancio puntual. En el centro no puede haber más de 36 personas, con síntomas leves de COVID-19, y sin patologías de base que puedan poner en peligro su vida.

Hay que escarbar en emociones que no me dice para entender que el residente de segundo año de Medicina General Integral no quiere que se acabe el día para irse a dormir. Que es la pandemia la que le ha quitado la adrenalina de los hospitales y las guardias que prometía la carrera, para cambiárselas por noches y más noches sentado contra la pared, con un nasobuco blanco. Es el virus, coincidimos, lo que tiene que acabar de una vez.

De todo esto, por supuesto, ha sacado enseñanzas, anécdotas que contará cuando un día él sea el profesor con residentes delante y haya que explicar cómo vivimos la COVID-19. Contará cómo a veces estuvo él solo a cargo de más de 100 pacientes, como me cuenta a mí, sin alarmas, tras intentar recordar, sin éxito, cuántas veces ha entrado a Zona Roja. "Lo único que te puedo decir es que desde enero estoy trabajando con pacientes positivos."

La escuela tiene cuatro plantas y dos de ellas están habilitadas como centro de aislamiento. Allí van las personas que no caben en un hospital ya reservado para enfermos con síntomas más severos, pero que tampoco pueden quedarse en casa, fuera de la vista de un médico.

"Las camas están bastante distanciadas", dice, y son los baños los que tienen peores condiciones. El equipo es pequeño y Lisán no se queja de una comida que no le ha faltado, pero que ya sabemos que incluye más croquetas y soya de lo que se quisiera desde la Dirección Provincial de Economía y Planificación, abrumada por el enorme consumo social de los últimos tiempos.

Hay carencias que le preocupan más. La de no tener un medicamento necesario, o suficiente personal médico. Tiene razón. Hace un par de semanas Juan Carlos Villares, director del Hospital Provincial Roberto Rodríguez, exponía que cerca de 60 doctores y 90 enfermeros de su institución no estaban trabajando. A eso habrá que sumar el cansancio del resto, y la oleada de casos que, a veces, no deja tiempo para recuperarse.

A Lisán le sienta bien hablar en términos médicos. Explica, porque lo ha visto ahí, que anímicamente a los pacientes les afecta mucho recibir PCR positivos con el paso de los días, cuando solo quieren irse a casa. Físicamente, "si tienen alguna enfermedad de base es probable que les queden secuelas: falta de aire al caminar, dolor en las pantorrillas, decaimiento, que pueden durar hasta dos o tres meses".

Envía la foto y teclea que es "de ahora mismo". Es apenas las 6:00 y a él todavía le queda mucha noche.