Las alarmas se volvieron a encender cuando el miércoles 6 de mayo la habitual conferencia de prensa anunció un nuevo positivo al SARS-COV-2 en Turiguanó, Morón.
Aunque se trataba de un evento que ya había generado 12 contagios, nadie se esperaba que sucediera tras casi cuatro semanas de cuarentena estricta, máxime cuando el resto de los eventos de transmisión local en la provincia (Venezuela, Florencia y Plan Hortícola) ya sumaban varios días en pausa (y ninguno de ellos ya se mantiene activo).
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Con esas preguntas en mente Invasor acudió al director del Centro de Higiene, Epidemiología y Microbiología de Morón, Norman Gutiérrez Villa, quien brinda algunas claves para entender el "misterio".
Sucede que de los 13 casos positivos que tienen raíz en la comunidad de El aserrío, solamente tres han presentado los síntomas que delatan la COVID-19, y el 72.9 por ciento permaneció asintomático.
"El peso en la detección lo tienen las pesquisas, porque solo así puede determinarse quién tiene riesgo epidemiológico o puede estar contagiado", explica el doctor.
De ahí que, aunque se hayan testado 321 personas cuyos PCR resultaron negativos, Gutiérrez Villa considere que van a continuar encontrando nuevos casos, una estimación que hoy depende también de los cinco pacientes con síntomas en espera de un resultado, y de sus 33 contactos.
Pero la ausencia de síntomas no parece tener toda la culpa. Hace ya casi un mes, cuando Invasor anunciaba que se hacía efectiva la medida de cuarentena social para toda la zona de defensa de Turiguanó, y no sólo para el área roja de El aserrío, los lectores que decían vivir allí devolvían su preocupación sobre las colas y la falta de organización y conciencia ciudadana.
Casi 20 días después lo reafirmaba Yosdalis, que en respuesta a la nota donde se enunciaba el "misterio" echaba en falta la disciplina en el lugar, y describía una imagen inquietante: "personas que transitan sin nasobuco y visitan vecinos, niños jugando en la calle y jóvenes jugando fútbol sin las medidas apropiadas. Yo estoy muy preocupada".
No es para menos. Invasor también dijo que así, poquito a poco, se suben las curvas, mientras una pobladora comentaba: “Aquí la gente anda en la calle a toda hora, haciendo cola para pan, para viandas, para sacar mandados, porque el Consejo de Defensa no puede llegar a la casa de todas las familias en la Isla”.
Entonces, la realidad combina dos factores en la misma tensión: por un lado, es difícil saber quién está contagiado (estadísticamente improbable) y por el otro, más difícil aún es saber si lo estaba el que te dio el último en la cola del pan.
Sin embargo, la comprensión que puede suscitar que, fuera del área roja, y manteniendo el distanciamiento necesario, las familias adquieran productos alimenticios o de aseo fuera de casa se esfuma por completo ante la posibilidad de que los niños y jóvenes salgan a jugar como si la cuarentena fueran vacaciones.
Si de percepción de riesgo se trata, debería sobrarle a una comunidad como El aserrío, que apenas supera los 800 habitantes y lamenta la muerte de una de ellos, el caso que dio lugar al foco de contagios.
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De bien cerca les llega el ejemplo de que llegar a tiempo a un centro de salud y colaborar con la pesquisa han probado ser remedios de vida o muerte.