Nerbey y la brigada de educadores en hospital avileño

A sus 55 años de vida y 33 de ellos dedicados a la educación, Nerbey Rosario González Sánchez comienza a adaptarse a la idea de que el reto más difícil durante todo ese período no tiene nada que ver con la enseñanza.

Tampoco lo pudo imaginar cuando se graduó como Licenciada en Marxismo-Leninismo e Historia. Ni su experticia como jefa del nivel educativo de jóvenes y adultos en la Dirección Provincial de Educación de Ciego de Ávila le hizo deducir la gran responsabilidad que traía consigo este 2020 porque, lógicamente, a la COVID-19 nadie la veía venir.

Aunque, hasta lo que va de año las escuelas avileñas permanecieron abiertas poco más de tres meses, a Nerbey no hay quien le niegue lo mucho que han contribuido los trabajadores del sector educacional para que se reduzca el contagio con el nuevo coronavirus en el territorio.
“En los primeros meses de la pandemia aquí, realizamos el pesquisaje por cada casa, acercábamos alimentos y otros productos a las personas con mayor riesgo por su condición de salud, trabajamos en el acondicionamiento de las escuelas. Nos mantuvimos activos hasta que reinició el curso escolar”, dice ella.

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Luego del rebrote de casos positivos en la ciudad cabecera, justo el 11 de septiembre, día fatídico para el mundo, al Hospital Provincial Antonio Luaces Iraola llegaba el primer grupo de apoyo que operaría en la higienización de las salas, salones de operaciones, cuerpo de guardia, emergencia y en la zona roja donde se encuentran los pacientes infectados. Una de sus integrantes era Nerbey.

Exactamente, 15 hombres y mujeres entre directivos, jefes de ciclo y de departamento, más personal docente, componen la brigada Ernesto Che Guevara de la cual esta mujer es la voz cantante. Ella es quien vela porque cada quien use correctamente los medios de protección, porque no se toquen la cara cuando están dentro del hospital, que no se tiren fotos previendo que el celular transporte la enfermedad hacia los hogares, incluso, si los suyos comen lo necesario para trabajar después.

A la institución acuden un día y descansan tres, en una especie de aislamiento domiciliario que nuestra entrevistada aprovecha para contactar por teléfono con las direcciones municipales de educación y conocer por dónde va la labor de sus similares; también se preocupa por el estado de salud de sus compañeros de brigada.

La rutina de los docentes en el hospital ha variado en contenido, mas no en horarios. “Entramos a las ocho de la mañana y salimos cuando terminamos, para eso no tenemos hora fija”, cuenta. “Diariamente nos tomamos la temperatura, nos lavamos las manos constantemente y cambiamos nuestro vestuario en dependencia de la sala en la que estemos, pero siempre con el nasobuco, la careta, los guantes y la bata”, concluye.

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Posted by Osmany Costa Reyes on Saturday, September 26, 2020

Cuenta que, si algo le ha estrujado el corazón, han sido los aplausos de los pacientes y sus acompañantes. “Ustedes son tan importantes como los médicos”, les dicen y solo esa frase hace que el esfuerzo merezca la pena.

En casa la esperan, después de una ceremonia de esterilización, su esposo, el yerno y la hija, médico de profesión. Por eso, a estas alturas “es muy normal no besarnos al llegar de la calle, tenemos un protocolo a seguir que no acaba hasta luego del baño”.

Como las ciencias son transversales, la educación se nutre de la psicología y Nerbey de ellas. Si algo le han servido ambas ha sido para observar a sus nuevos compañeros y caracterizarlos de acuerdo a sus personalidades. ¿Conclusión? “Todos son muy buenas personas”.

Tanto así, como para ofrecerse a dejar la comodidad de sus casas e irse a cumplir la cuarentena a una instalación designada por salud pública, donde estarán más controlados.

Por eso, la foto de este trabajo no fue tomada por el lente de nuestro periódico y, tal vez, ahora sea muy difícil. La brigada trabaja y cuando se lucha contra una “fiera” es mejor no molestar.