¿Leen menos los jóvenes de hoy?

Probablemente, la del título sea una de las preguntas más repetidas en las esferas culturales de medio mundo, aunque un rápido repaso por Internet demuestra que no existe una respuesta única y definitiva.

Mientras los estudios académicos van y vienen, y en tal país los jóvenes leen un cinco por ciento más, y en otro determinada figura del ámbito intelectual lamenta que los libros pasen de moda, la preocupación por el hábito de la lectura permanece allí, inamovible, como el dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso.

Durante siglos, los libros han sido herramientas al servicio del conocimiento y la cultura, y en cierta medida han configurado poco a poco el devenir de la civilización humana, y su cosmovisión. Claro, este acceso estuvo mediado por las desigualdades en materia de alfabetización, el costo de los libros y la posición de cada persona en la pirámide social.

En el siglo XX, procesos políticos como la Revolución Cubana apostaron por llevar la lectura a las grandes masas trabajadoras, y potenciar así el nacimiento de una ciudadanía activa, crítica y consciente. En nuestro caso, los esfuerzos propiciaron una importantísima transformación cultural del país y sentaron las bases para la sociedad actual.

Quizá por el interés que suscitó el fomento de la lectura en otros tiempos, hoy salten las alarmas ante la noción de que los jóvenes (y también el resto de la población) leen menos. Pero, ¿es real este fenómeno? ¿Por qué ocurre? ¿Cómo revertirlo?

A tiempos nuevos, métodos distintos

“Es común escuchar que los jóvenes no leen. Yo no sería tan absoluta. Muchos sí lo hacen, pero de maneras un tanto diferentes, no siempre con la literatura de mayor calidad”, explica Esperanza Beltrán Pérez, bibliotecaria del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Cándido González.

“Comparar el modo de lectura de hoy con el de las décadas de los 70 y 80, no es justo. En aquellos tiempos había una abundante literatura en todas las librerías. Entrabas a una de ellas, y encontrabas ejemplares buenísimos.

“Teníamos cierto problemita con la lectura, pero era sencillo promoverla: allí estaban los libros, las excelentes novelas, los poemarios de autores reconocidos en todo el mundo, los cuentos de la literatura universal y cubana...

“Ahora no es tan sencillo encontrarlos impresos, y aumenta el consumo de libros en formato digital. Esa lectura desde el teléfono móvil, extendida por la necesidad de suplir ciertas carencias, puede resultar provechosa, y aportar a la formación de los jóvenes”.

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El problema ―Esperanza coincide en ello― radica en que la experiencia de leer en una pantalla afecta la concentración del lector. Notificaciones, alarmas, llamadas, además de la sobrecarga de información, vuelven difícil sumergirse en una historia profunda y compleja.

Así piensa también Natalie Castellanos Pérez, una joven lectora avileña, contactada por Invasor. “Aunque existen muchas alternativas para leer en digital, cada vez más jóvenes prefieren sentarse a ver una película o una serie, jugar un videojuego, o navegar por las redes sociales. Las oportunidades de distracción son infinitas”, cuenta.

“El interés por la lectura debe inculcarse en el hogar, cuando el niño es pequeño. Luego la escuela tendrá que potenciarlo, pero esa semilla necesita sembrarse en casa. Y que no solo sea leer para completar una tarea o un trabajo práctico, sino también para aprender, para agrandar nuestras ideas”, agrega.

Esperanza y Natalie coinciden en otro asunto: es un error obligar a los jóvenes a leer un texto que no les interesa. La lectura debe encauzarse respetando las tendencias actuales. “A tiempos nuevos, métodos distintos”, asegura la bibliotecaria.

Leer más… y mejor

“No se trata de competir contra las redes sociales, sino de promover la lectura con lo que podemos encontrar en esos nuevos espacios. Entonces, preguntémonos qué leemos, para qué, con qué objetivo y quién nos está enseñando a leer. Son cuestiones importantes”, opina Odalys Sánchez Méndez, presidenta de la Sociedad Cultural José Martí en Ciego de Ávila.

“Tengo una preocupación, como persona mayor, como lectora de otra época: hoy, más allá de si se lee mucho o poco, se lee mal. Últimamente he escuchado leer a personas jóvenes: tartamudean, usan muletillas... Hay grandes deficiencias en esa habilidad, y el problema nos toca solucionarlo a todos, como sociedad, pero corresponde en mayor medida a la escuela y la familia.

“Leer no solo mejora la manera de expresarse, el conocimiento, la agilidad y el crecimiento intelectual del ser humano. También desarrolla la conciencia y promueve una mirada diferente del mundo. Nos hace crecer como personas. Nos da herramientas para enfrentar la vida cotidiana.

“En los años 80 tuvo lugar una intensa labor de promoción literaria, encabezada por los ministerios de Cultura y Educación, y por la figura imprescindible del poeta y maestro Raúl Ferrer, quien dirigía la Campaña Nacional por la Lectura. Hoy conviene revisar estas experiencias, y retomarlas”.

Y no solo leen

“¿Que los jóvenes no leen? Yo lo veo distinto. Cuando te paras en una librería de libros de uso, encuentras allí bastante público joven, incluso con opiniones propias, sustentadas, sobre el autor que quieren leer, sobre lo ya leído y lo que les falta”, dice el escritor avileño Yasmani Rodríguez Alfaro

“Por supuesto, el escenario digital ha prostituido un poco la literatura. Ahora existen innumerables herramientas para publicar y divulgar textos con escasa calidad, a veces sin revisar y llenos de faltas de ortografía. Aunque no podemos ser absolutos; también hay buenas obras.

“Hoy se lee bastante. Quizá de una manera fragmentada, veloz, pero se lee. El mundo también es un lugar marcado por la rapidez, y eso repercute en la extensión de los nuevos libros: son cortos, sencillos, menos descriptivos… Hasta cierto punto uno debe comprenderlo, porque la literatura compite contra los contenidos audiovisuales.

“Y te digo algo más: no solo leen, también escriben. He estado, por ejemplo, en una secundaria básica para escuchar textos de muchachos aficionados a la escritura. Es increíble. Hay un grupo considerable de jóvenes que quieren expresarse, y lo hacen a través de temas muy duros. No tienen toda la preparación literaria, pero van por buen camino.

“Un día me reuní con otakus ―admiradores de la cultura popular japonesa―, y conversamos sobre ciencia ficción y literatura latinoamericana. Ahí supe que escriben historietas sobre los orishas y otros personajes del folclor afrocubano. Es un logro tremendo. Nadie les pidió tratar estos temas. Simplemente descubrieron en lo cubano un mundo lleno de héroes, villanos e historias interesantísimas”.

El camino por recorrer

La lectura es un regalo invaluable, que potencia la imaginación, el conocimiento y el crecimiento personal. Ayudar a las nuevas generaciones a descubrirla, resulta en extremo necesario, no solo por el placer que genera, sino porque ella forma ciudadanos críticos, reflexivos y con una mayor perspectiva del mundo.

Esta no puede entenderse como una obligación ni tampoco un cúmulo de títulos y autores impuestos. Debe ser necesariamente una oportunidad para el disfrute y la exploración de los intereses del lector, en un ambiente cómodo y tranquilo.

Como todos sabemos, el ejemplo es contagioso en los niños y adolescentes. Resulta muy importante que estos vean leer con frecuencia a los adultos de su entorno cercano. Así, es más probable que quieran abrir un libro.

Cada joven lector necesita acceder a los géneros de su preferencia ―ciencia ficción, fantasía, cómics, manga, etcétera― y aprovechar las diversas posibilidades técnicas de nuestra época, las mismas que, aunque responsables de grandes cuotas de distracción, proveen acceso a la literatura mundial.

Si somos capaces de utilizar inteligentemente el progreso tecnológico humano, esta pudiera ser la época donde se lean más y mejores libros. Solo basta con poner alas a la mente de los jóvenes.