Día 27: 456 nuevos pacientes positivos a la COVID-19. Día 28: 436 casos. Día 29: se reportan 364 confirmados. Y, aunque las cifras no se asemejan del todo a los pronósticos, y estos tengan una base científica, sí dejan claro que el camino aún puede ser escabroso. Que tal parece que el pensamiento y la acción, muchas veces, andan por esa ruta.
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Los guarismos de este domingo los aporta el especialista de segundo grado en Higiene y Epidemiología y metodólogo docente del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM), José Ramón Artigas Serpa: “Disminuye el reporte de positivos con 74 casos menos que en el día anterior. Incrementan los municipios de Majagua (+47), Baraguá (+33), Venezuela (+26), Ciego de Ávila (+5) y Chambas (+3).
“Se confirman 82 pacientes en edad pediátrica: de ellos cinco menores de un año, 10 de uno a cuatro años, y 67 entre cinco y 18 años.” Acotación (más bien reiteración): quizás alguno haya sido parte de los grupos que se ven jugando fútbol, béisbol o su versión del taquito, o corretear por las calles en los barrios, sin que sientan el peso de los mecanismos de control —que no se trata de los grupos de trabajo comunitario o los vecinos, cuya fuerza legal no alcanza para sobrepasar las respuestas que, muchas veces, dan los más mayorcitos—.
“Se mantienen ingresadas 2 869 personas, en instituciones 2 864 (938 sospechosas y 1 926 confirmadas), en el hogar permanecen 5 confirmados (de Majagua). En el día ingresaron 624 personas en instituciones (266 sospechosas y 358 en la categoría de confirmadas) y cero en la Atención Primaria de Salud). Existe una dotación de 4 543 camas, 1 617 disponibles para ingreso de casos confirmados. Se procesaron 2 242 muestras de PCR, (…) y otras 25 muestras de otras provincias, pertenecientes a viajeros.”
Expuestas todas las cifras. Las que hablan de resultados (positivos o no), las que dan cuenta de los esfuerzos, o de las intenciones, vuelvo tras el rastro de las primeras: 456, 435 y 364, porque, tal vez, tengan que ver con la experiencia que les narro párrafo seguido.
Amanecer de hoy lunes, 5:40 antemeridiano, punto de venta de gas licuado ubicado en la calle Marcial Gómez, entre Benavides y Chicho Torres, en Ciego de Ávila: unas 80 personas, en cola desde horas antes, en su intento de mantener el orden (de la cola), desatendían, por mayoría, las medidas sanitarias.
Esto me hizo pensar en la sugerencia del vice primer ministro de Cuba, Jorge Luis Tapia Fonseca, en reunión del Grupo Temporal de Trabajo en el territorio, implementar una estrategia que permita llevar el servicio a los hogares. Pero, supongo, que eso esté en estudio.
• En el camino.
Mientras, en el centro de la ciudad, en pleno bulevar, la gente se aglomeraba sin que, pasadas las 9:30 am, apareciera al menos un agente del orden público para intentar, o poner, precisamente, “orden” a lo que, queda claro, podría incrementar las cifras… y las desgracias.
Tal vez, por eso, no me extrañan los casos confirmados, ni que la COVID ande por nuestras calles como saltamontes, elevándose en cada brinco, cayendo, y volviendo a elevarse. Pero, cuidado, este animal puede saltar o catapultarse 20 veces la longitud de su propio cuerpo.
Notorio es que, luego de los análisis y controles de las autoridades, se repitan las mismas deficiencias: “Dificultades con el suministro de oxígeno a los centros. Se mantiene elevado el número de pacientes graves y críticos en la provincia, así como la letalidad.
“Se mantiene la presencia de acompañantes en Zona Roja en centros de atención a pacientes, y algunas referencias de pacientes graves al Hospital Antonio Luaces Iraola, desde los centros de atención, sin previa coordinación.” ¿Acaso alguien —me refiero al personal de la Salud y a los administrativos— desconoce los protocolos establecidos para cada caso?
Criterios aparte, lo que sí no podemos desconocer son los 627 fallecidos en lo que va de año (tres este domingo), ni los 39 723 pacientes que han regresado a sus hogares, recuperados, hoy muchos con secuelas que siguen siendo un costo enorme para las familias y el Estado.
Esperar un milagro, con todo respeto de creyentes y religiosos, tampoco será sensato. Pero, bueno, los saltamontes también pueden volar; y eso sí pudiéramos imitarlo y dejar “volar” la responsabilidad por encima de todo hasta que la COVID-19 sea historia para ser contada, triste, pero en pretérito.