Añoranza uniformada

Un sueño hecho realidad desde el actuar de las fuerzas del Ministerio del Interior a 60 años de su creación. 

De pequeña quise investigar hechos delictivos que escuchaba hasta encontrar lo que pudiera atrapar a los culpables, analizar huellas y decir: “Estas coinciden, atrápenlo”, los sueños de entonces no me alcanzaban para entender qué era el Ministerio del Interior.

En mi razonamiento infantil no distinguía que los combatientes que lo integran son personas del pueblo como tú o como yo. Ver a un policía me causaba temor y un respeto inmenso —el que hoy también les profeso—, pero una tranquilidad enorme, cuando los observaba con su uniforme enfrentar a delincuentes y contrarrevolucionarios.

No los perdía de vista al conversar con los pobladores, en muchos casos contándoles a los niños historias de amor a la Patria y a la Revolución, al precio de sus propias vidas.

Mi inocencia no me permitía conocer entonces que para defendernos de la política agresiva de los Estados Unidos hubo necesidad de concentrar voluntades, agrupar las experiencias de los hombres y mujeres que bajaron de la sierra y combatieron en las calles, para crear una fuerza que defendiera el país ante todo lo que perturbara la naciente Revolución Cubana.

Hoy, cuando ya soy adulta y a lo largo de mi vida he estado codo a codo junto a los combatientes formando parte de acciones que a algunos parecieran imperceptibles, siento orgullo y satisfacción por haber cumplido, de alguna manera, mi sueño de la infancia.

Como pueblo uniformado, durante estos 60 años los miembros del Ministerio del Interior, fuerza de vanguardia de la Revolución, enfrentan a las lacras, salvan vidas humanas y hasta de animales, evitan con su actuar que hayan madres y padres sin consuelo por la pérdida de sus hijos, trabajan para proteger la propiedad, los intereses y la tranquilidad del pueblo, impiden daños a nuestra economía, y se han convertido en vigilantes insomnes, arriesgando sus vidas para proteger las de los demás.

Defienden sin descanso las vidas de nuestros dirigentes, como lo hicieron con el Comandante en Jefe, pero, sobre todo, han sabido cumplir con el mandato del pueblo y ganarse su confianza, siendo un ejemplo para que las presentes y futuras generaciones salvaguarden la unidad de los revolucionarios y asuman los retos, peligros y desafíos en la defensa de la Patria.