Es un texto parido sin pujos. Que no viene a hablar de cesáreas ni de los dolores del acto mismo de dar a luz. Escribe, por tanto, un hijo que conoce a su madre como si la hubiera traído al mundo. Suficiente para alumbrar una parrafada, la que firma, además, el amigo de muchas “viejucas”, el tío de Alexa y Analexa, el nieto de Diosdada, el sobrino de Lupe, el vecino de Hilda, Magui, Julia. Y faltan muchas flores en el jardín, que no tiene día para ser regado.
Este domingo, como cada mes de mayo, no escapa a un doble clic. Oprimimos dos veces el botón izquierdo de nuestro pecho y abren, dentro de cientos de carpetas, los inmortales archivos de mami, o mima. Allí, las imágenes de una criatura minúscula y llorona. Allí está ella, con la mirada embobada y el pequeño en brazos, dotada de un amor a mansalva, que no fue azar ni desliz.
Evocamos cuando limpiaba la nariz de aquel niño, lavaba pañales y baldeaba la “botazón” de puré. Con risas, repasamos las cantaletas para que el vejigo no mordiera la tetina, se dejara bañar y se rindiera temprano: “Duérmete mi niño / Duérmete mi amor / Duérmete pedazo / De mi corazón”. Siempre con el “Arrorró…”.
Los años pasan, no tan rápido como en las galerías de la computadora, pero pasan. A los seis octubres de vida, le sacaron las amígdalas al chamaco. Segundo tras segundo, la caricia tierna de su mano cansada y el “sana, sana, colita de rana…”, como ese ensalmo bendito que tiene el poder más grande del mundo.
Vamos dando clic para crear nuevas carpetas. Quedan guardadas las primeras vacunas, las limpiezas de orejas, los uniformes escolares, las palabrotas en videos; las veces en que gritó “yo, por muchachos, no me fajo”, pero se volvía una fiera cuando nos mandaban a callar o tiraban la puerta en nuestras narices. Las aventuras de la maternidad, en la que terminan con la reserva mínima de energía. Durante ese crecimiento, la expresión “son cosas de la edad” sirve para los dos.
Doble clic en “Año 2022”, fichero en construcción. Mamá vive. En esta ilimitada carpeta se atesora todo cuanto invierte, sin esperar devolución. Carcajeamos con la foto en la que convirtió agua, unos espaguetis y dos malangas en la más exquisita sopa, o un simple huevo hervido en un auténtico caviar. Para chuparse los dedos, ¡los dulces!
Ella, como muchas otras, puede transformar harapos en disfraces y cortinas viejas en hermosas sobrecamas. Es quien se preocupa por los tragos de anoche, que no la dejaron “pegar los ojos”, y pelea por estar sonando narices frente a las visitas. Y, cuando crecemos, comienzan a ensayar destemplados cánticos de cuna para malcriar nietos y justificarlos. Madres dos veces.
Hay tantas formas de ser madre como mujeres que lo son. Están las “puras” (¿existe algo más puro?) que reparten “Jesús, María y José”, mientras sus descendencias se marchan de su lado y hasta de la Patria, que también es madre y lo sufre. Son esas voces de letanía que lloran en cada bienvenida y encharcan aeropuertos en cada despedida. Quizás este domingo no den doble clic. Quizás sí.
A toda hora y en distintas direcciones, dejan escapar un “pobrecito mi muchacho, ¿cómo la estará pasando?”. Cuando se asoman, esperando a quien no va a llegar, son capaces de derrumbar con la potencia hídrica de sus lágrimas. Los hijos no se fueron del todo y las madres no se quedaron del todo. Pueden recibir 3 000 opiniones sobre (cómo criar a) sus hijos, que, malos o buenos, ¡son sus hijos!