Almas que anestesian

A propósito del Día Mundial de la Anestesiología, que se celebra el 16 de octubre, Invasor se acerca a dos profesionales que laboran en el Hospital Provincial Dr. Antonio Luaces Iraola

Apenas tres preguntas a dos mujeres con las que uno podría conversar toda la vida. Apenas un instante con Neisy y Alina, porque no quisimos importunar demasiado. Salían o entraban de su rutina hospitalaria. Y si no estaban cansadas, por haber terminado, pues estaban apuradas por comenzar.

La Dra. Neisy López Espinosa lleva 30 años ejerciendo como anestesióloga, y mucho ha sanado desde que se sintió atraída por los salones quirúrgicos, hasta que se convirtió en una profesional que domina con creces la anestesiología.

Tanto tiempo después ninguna pregunta parece inquietarle. “Anestesiada” se mantiene ante las interrogantes de un aspirante a periodista que le pregunta, quizás, tres obviedades un día cualquiera, aunque hoy sea su día.

—¿Qué es lo más gratificante?

—Tener una preparación que casi siempre haga posible la solución de los problemas de las personas, ver cómo se curan y salen de condiciones delicadas de salud.

“Hay pacientes que te reconocen, algunos me han dicho: ¡Doctora, usted me atendió, recuerdo sus ojos! Es gratificante cuando eso pasa porque nuestro trabajo culmina con el alta médica".

—¿Y lo más difícil?

—El trabajo nocturno, que es muy fuerte porque el nivel de responsabilidad se eleva a esas horas en que aparece el agotamiento. La guardia de nuestra especialidad es difícil, al no delegar ninguna función desde que se comienza a trabajar con la persona que padece.

—¿Qué le aconseja a los estudiantes que quieren optar por la especialidad?

—Que estén siempre atentos porque no se logran buenos resultados con bajo nivel de concentración, hay que tener los cinco sentidos en función de la atención médica.

“Que tengan ganas de estudiar porque hay que prepararse bastante, y de trabajar porque la labor es ardua. En los salones de operaciones siempre se está trabajando, por eso se convierten en campos de batalla donde médico y paciente luchan por la vida".

A su lado, la Dra. Alina Rivero Ramos, otra enamorada de la anestesiología, la escucha. Entre ellas hay un respeto que es recíproco, aunque fuera de ahí la especialidad todavía carece de reconocimiento por parte de la población, pero gracias al gremio médico y a que las personas tienen más conocimiento de las funciones de un anestesiólogo, está recuperando su lugar preponderante.

No es que ella necesite de ese lugar para sentirse útil o importante, porque todavía se estremece al recordar las dificultades en los tiempos más críticos de la COVID-19, cuando todos fueron salvadores, sin distingos.

—¿Sus peores recuerdos, quizás?

—Es que el estrés aumentó muchísimo al trabajar con temor a contagiarse o enfermar a la familia. Éramos un equipo de pocas personas, escasearon los recursos y medicamentos, por lo que el trabajo requirió un doble de esfuerzo.

—Y ahora las tensiones han bajado, supongo.

—Bueno, en los últimos años, sobre todo, se trabaja para fomentar la superación de los profesionales preparándolos en eventos y congresos de alto nivel. Y se han acompañado de adquisición de equipos e instrumentos y otros recursos que han mejorado las condiciones para ejercer la especialidad, también con el empleo de nuevas técnicas.

—¿Qué no le puede faltar?

—Primero somos seres humanos y después profesionales —dice convencida del amor y la empatía, dos sentimientos que le dibujan una expresión en el rostro de la que no escapa ni cuando está fuera del Hospital.