Explicamos, en la voz de un experto, por qué nombrar así a la dulce gramínea en Cuba
Hace ya algunos años, quizás más de una veintena, sobre todo en esta provincia de Ciego de Ávila, que al vocablo caña se le antepone la palabra Santa. Y algunas personas se preguntan el porqué de esa adjudicación.
Acudo —lo hago por segunda ocasión— a las reflexiones que me hiciera en su momento, a raíz de una interrogante hecha por un lector de Invasor, en sus dos soportes, el fallecido ingeniero químico y Maestro de Azúcar Miguel Lima Villar.
Precisaba el experto azucarero, creador de dicha denominación, que la utilización de ese adjetivo no era más que un simbolismo, a partir de personificar a una planta, y que para nada provenía de una conceptualización con matices de religiosidad.
Agregaba mi interlocutor que aún si fuera así —que no es el caso— no tuviera nada de extraño, ya que el 67 por ciento de los ingenios que existían en la decimonona centuria eran identificados por sus propietarios con los nombres de santas y santos; incluso tal costumbre trascendió al pasado siglo.
Aún queda tela por donde cortar: Sí, porque Lima Villar laboró en tierras avileñas más de 15 años antes de morir en ese vital sector y sabía que tal identificativo levantaría curiosidad y alguna que otra perspicacia…
Según la interpretación realizada por él, esta respondía en la práctica, a tres acepciones del término santo, aparecidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Son estas:
a) Perfecta y libre de toda culpa,
b) Dicho de una persona de especial virtud y ejemplo,
c) Dicho de una cosa que tiene al hombre especial provecho.
Y a renglón seguido comentó que las cualidades vegetativas de la gramínea la convertían en una de las plantas perfectas para las características climatológicas y de los suelos presentes en Cuba.
En aquella memorable ocasión, consultó una abultada agenda —él les decía a aquellos apuntes: el a, b, c de la cuestión—, y argumentó: “como ves, esta Santa resulta libre de las culpas que varios historiadores le achacan, al identificar la producción cañera con el egoísmo de los hacendados, la explotación, a veces bárbara, a que fueron sometidos los hombres y mujeres durante la esclavitud en la ínsula caribeña”.
Pero ahí no termina la cuestión y, según su criterio muy sólido, la miseria sufrida por el pueblo cubano durante largos períodos de tiempo era imputable a un sistema social en el cual la inmensa riqueza generada por la bondadosa y Santa planta resultó siempre mal distribuida en nuestra sociedad.
En su docta explicación se refirió a la fisiología de la caña de azúcar, la tenacidad y persistencia para resistir sequías críticas, quema indiscriminada, la desatención del hombre a su cultivo, a lo que sumó su protagonismo en el desarrollo económico, tecnológico, científico y social, en sentido general.
Y se preguntaba el experto: ¿Cuál otra planta en Cuba ha traído más provecho que la Santa Caña de Azúcar? Casi al final de esta magistral explicación, aseveraba que los conceptos religiosos, tanto católicos, como de varias religiones africanas, formaban parte inseparable de la cultura cañero-azucarera cubana, tanto en tradiciones, como en mitos y leyendas arraigadas a sus comunidades en bateyes de ingenios como en los de las colonias.
Considero que esta exhaustiva respuesta a la interrogante está avalada por largos años de estudio y dedicación del maestro Lima, quien empleó tanto en sus escritos e investigaciones, como en su correspondencia, el término Santa Caña de Azúcar para identificar a la noble gramínea, muy vinculada a las luchas revolucionarias por la soberanía, independencia y libertad de Cuba, y símbolo de nuestra identidad nacional.