David Hidalgo: “La Revolución, lo más grande”

Siempre fiel a sus convicciones, este combatiente avileño sostiene como premisas de su personalidad combatir la mentira y lo mal hecho, donde quiera que se presenten, como el mejor tributo al máximo líder, Fidel Castro.

Tal vez hubiera llegado a ser un escultor o pintor famoso si su talento innato, ese que le permitió labrar un busto de José Martí en una piedra caliza a los 9 años y donarlo a una escuela, hubiera podido desarrollarse. Pero para un niño campesino nacido en Alto Cedro, antigua provincia de Oriente, en el seno de un núcleo familiar numeroso, ese sueño no estaba permitido.

David Raúl Hidalgo Hidalgo, teniente coronel (r), fundador del Partido Comunista de Cuba (PCC), internacionalista durante la guerra de Angola y miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) desde su creación, rememora así aspectos de su niñez, abundante en vicisitudes y carente de oportunidades.

Nacido el 4 de septiembre de 1940, en una zona donde ni siquiera existía una escuela, agradece a sus padrinos, de origen español, que lo enseñaran a leer y escribir, hasta que su papá pudo pagar por algún tiempo la instrucción en una escuelita privada que cobraba 3.00 pesos al mes.

Pero el segundo de 8 hermanos —tres varones y cinco hembras—, hijo de un obrero agrícola, no pudo disfrutar mucho de ese lujo y con solo 11 años tuvo que incorporarse a una cuadrilla, junto al padre y dos hermanos, para trabajar en el campo.

Las precarias condiciones económicas y de vivienda, apenas un bohío de yaguas y piso de tierra, agudizadas después del golpe de estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, fueron detonante para que muchos jóvenes apostaran por la lucha insurreccional como vía para acabar con aquella situación.

Entre ellos estuvo David, quien, a la edad en que hoy los muchachos andan debatiendo qué carrera universitaria matricular, integraba una célula del movimiento clandestino 26 de Julio y arriesgaba la vida en misiones como mensajero y acciones de sabotaje en el llano; entre ellas, el corte de líneas telefónicas, con el doble propósito de dejar incomunicado el cuartel de la zona y recoger los cables para hacerlos llegar hasta el Ejército Rebelde en las lomas.

Toda la gloria en un grano de maíz

David es reacio a mostrar la veintena de medallas que atesora, resultado de su respuesta siempre decidida al llamado de la Revolución, como cuando dejó su trabajo en la cooperativa Olegario Martínez, en el ya lejano 1960, para incorporarse a una escuela de artillería en El Salado.

“Dormíamos en una hamaca a la intemperie, mientras nos capacitábamos en el manejo de las llamadas cuatro bocas, de 14,5 milímetros, de procedencia china”, rememora.

Pero el artero ataque mercenario a los aeropuertos de La Habana y Santiago de Cuba, el 15 de abril de 1961, cambiaría bruscamente el programa de entrenamiento. Aquellos bisoños artilleros partieron en caravana desde Oriente para sumarse a las fuerzas que combatían en Girón; no obstante, a su paso por Camagüey, la batería de David fue designada para proteger el aeropuerto Ignacio Agramonte, en esa ciudad.

• Lea otros testimonios sobre la victoria de Playa Girón

Leonor, su inseparable compañera desde hace 55 años, retaguardia segura para todas sus misiones, trata de ignorar el gesto de negación de su esposo e insiste en enseñar las condecoraciones que resumen una trayectoria de entrega y hazañas poco conocidas.

 medallas

Juntos reconstruyen la historia de sus vidas, desde que se conocieron mientras estudiaban en una escuela de Educación Obrero Campesina (EOC) nocturna, y las responsabilidades asumidas por él como jefe de pieza y de pelotón, hasta llegar a jefe de plana mayor de artillería mixta.

De lo que sí no niega su orgullo es de ser fundador del Partido en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y haber tenido el privilegio de asistir, como invitado, a la constitución, el 3 de octubre de 1965, del primer Comité Central del PCC, en acto solemne realizado en el teatro Chaplin, de la capital.

“Yo fui uno de los que dijo ‘Comunista’ cuando el Comandante en Jefe preguntó cómo debía llamarse el Partido en lo adelante”, dice y rememora con emoción aquella jornada histórica en la que Fidel leyó la carta de despedida del Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, ante la expectativa de su ausencia.

Otras muchas misiones vendrían después en Camagüey y Ciego de Ávila, indistintamente, al frente de responsabilidades de la contrainteligencia militar; hasta que, en los últimos días de 1975, y con el grado de mayor, partió para unirse a las tropas cubanas que luchaban en Angola.

“El 1ro. de enero de 1976 ya estaba en tierras angolanas, donde fui designado como oficial operativo del Frente Norte”.

Después de varios meses, en los que predominaron las escaramuzas con las tropas enemigas y combates que iban dejando pueblos liberados, incluida la toma de la capital de San Salvador y otros cercanos a la frontera con Zaire, fue trasladado a Cabinda, donde existía una situación más complicada.

“Abundaban las minas y las emboscadas, y no olvido el día de las madres, precisamente el 8 de mayo de 1976, cuando una mina antitanque impactó a la BTR donde se trasladaban varios compañeros de la Jefatura, junto con el entonces comandante Ramón Espinosa Martín, jefe de la Misión Militar Cubana en Cabinda.

“Aquella contingencia le costó la vida al comandante Arides Estévez Sánchez, oficial de la Contrainteligencia Militar en Cabinda, quien era mi jefe inmediato”.

Combatiente siempre

El recuerdo de los compañeros caídos incentivó el coraje en la lucha y el compromiso de seguir su ejemplo fue el mejor homenaje. Su misión en Angola concluyó a finales de ese año, pero vendrían otras tareas que asumiría con igual disposición y entereza: fue jefe de prevención en la región Holguín-Las Tunas-Granma, hasta que en noviembre de 1982 se estableció definitivamente en Ciego de Ávila.

Entre las muchas labores y cargos desempeñados, David destaca haber integrado la comisión organizativa de la ACRC en la provincia avileña y ser elegido como vicepresidente de la primera junta directiva en el territorio.

Desde aquella fecha fundacional —7 de diciembre de 1993— David no se ha apartado de la organización y hoy, ya jubilado, es jefe de una asociación de base y jefe de un grupo de trabajo (instancia entre la base y el municipio) que atiende a unos 70 combatientes.

“¿Tú piensas comer de esos quimbombós?”, le pregunta un conocido que lo ve guataquear unos canteros a orillas de un edificio multifamiliar cercano al suyo, y él sonríe convencido de que no es el beneficio personal lo que lo mueve.

Porque David no necesita convocatoria para una tarea de la comunidad, ya sea la limpieza de las áreas comunes, el Colegio Electoral, el Comité de Defensa de la Revolución, o el núcleo zonal del PCC, incluido el apoyo a un vecino o a un combatiente que lo requiera.

Camina de prisa, como si anduviera a marcha forzada en las selvas angolanas, o como si el tiempo no le alcanzara para las múltiples actividades de cada día, entre ellas la atención a unos siete cordeles de tierra en usufructo en las afueras de la ciudad, donde cultiva viandas y hortalizas.

A sus 83 años posee una memoria privilegiada, capaz de recordar con exactitud fechas, nombres y lugares de todos los acontecimientos de su rica y ejemplar trayectoria.

Siempre fiel a sus convicciones, sostiene como premisas de su personalidad combatir la mentira y lo mal hecho, donde quiera que se presenten, como el mejor tributo al máximo líder, Fidel Castro.

david

Cuenta, como mayor riqueza, con el legado de sus padres, quienes, a pesar de la baja instrucción, abrazaron la causa revolucionaria y militaron en las filas del Partido hasta su muerte; de sus hermanos, combatientes clandestinos y miembros de las FAR como él; en tanto se enorgullece de la familia formada con Leonor, con tres hijos, seis nietos y dos bisnietos. No es poca su fortuna.