El tabaco se enciende en Florencia

En octubre, la Empresa Agropecuaria de ese municipio, perteneciente al grupo Tabacuba, pasó de tener más de tres millones de pesos de pérdidas, a operar con más de tres millones de utilidades.

La historia del tabaco que se cuenta desde Florencia no es larga ni tediosa. Despojada queda del “teque” cuando, en su primer capítulo, Ricardo Varona Pestana, director de la Empresa Agropecuaria, ofrece el mejor dato del último trienio. Esa entidad del grupo Tabacuba pasó de obtener un 5,6 por ciento de capa, a promediar más de 19.

A juzgar por instructivos técnicos, que en este indican el 15 por ciento, las exigencias que se plantaron en Florencia se quedaron cortas y Ricardo cree, incluso, que podrían ser la única empresa en Cuba que logre sobrecumplir tal indicador.

El tabaco tapado para hojas de capa, el más difícil de lograr y el más caro de producir, ha ido reconfigurando las vegas florencianas, dejando el Sol Palo atrás. Pero esa tendencia no es exclusiva del municipio, donde un productor llegó a obtener en esta última cosecha un 42 por ciento de capa. “Y tiene cinco hectáreas”, aclaraba Varona durante la Asamblea de Balance del Partido, mientras intentaba demostrarles a los asistentes que el tabaco sí daba.

“A ese productor, muy por encima de la media del país, los ingresos se le calcularon en alrededor de 90 000.000 MLC (Moneda Libremente Convertible) y unos tres millones de pesos. Y esa es la idea, no es tanto obtener mucha hoja o rendimientos, como su calidad, que sea exportable”, comenta.

Casi la mitad de las hojas del tabacalero florenciano podría usarse como capa de habanos, y hacia ahí se enrumban los propósitos en una provincia que aspira a multiplicar por cinco la realidad. Dentro de las 470 hectáreas (ha) sembradas, solo unas 270 están tapadas y la idea, confiesa el directivo, es aumentar el tapado hasta llegar a las 1 200.

Tal sueño va acompañado de una inversión que en Primero de Enero ronda los 48 millones de pesos y prevé construir tres naves para el beneficio y cinco para la cura, lo que favorecería la recolección de las vegas, no sólo en Primero de Enero, sino también en Bolivia o Morón. Una inversión similar se espera que concluya en Majagua para el 2023, aun cuando el movimiento de tierra todavía no haya concluido.

Para el torcido se imparten cursos en Chambas y Ciego de Ávila que sumarían fuerza a los torcedores de Tamarindo, la única fábrica avileña que exporta desde el 2019 y registra ya cuatro sellos: Cohiba Robusto, Partagás, Montecristo, y, de reciente incorporación, la marca José L. Piedra.

Sin embargo, a todas esas buenas nuevas, Varona tiene que “apagarle los humos”, porque el contexto hoy todavía es complejo. De las 26 entidades que nuclea la empresa de Florencia, 13 terminarán con pérdidas este año y el empujón no ha sido como se espera. “De hecho, se intentaron fusionar cinco para fortalecer estructuras y concentrar esfuerzos y nos fue imposible,” lamenta.

Antes, con más éxito, lograron despojarse de tabacaleros que “decían que sembraban tabaco y, de un rendimiento estipulado de 1,2 toneladas por hectárea no obtenían ni la mitad. Por eso renunciamos a 84 productores; 37 de ellos estaban por debajo de las 0,3 toneladas, y eso daba más pérdidas que beneficios”, confiesa en uno de los recesos que le permite el balance partidista.

La cuenta fue creciendo, entonces, en el sentido contrario. Los tabacaleros pedían crédito al banco, luego el tabaco no rendía, no tenían cómo pagarlo, renegociaban, volvían a perder, o lo empleaban en otro cultivo… El desenlace llegó a una deuda que los ataba, y desataba, al mismo tiempo, otro problema: la demora en recibir sus ingresos.

¿La causa? Las escogidas pasaban de un año a otro, y tanto las demoras en el beneficio y la cura, como la falta de condiciones idóneas en ese proceso, y desestimulantes sistemas de pago, diezmaron el recorrido de la vega al bolsillo. Se agudizaba así la crisis.

Hace dos años Invasor llegó a contar de hojas que terminaron en Matanzas y Holguín, a falta de manos para la escogida. Pero hoy, con los nuevos precios, Varona habla de viraje, y de un mes a otro, los números lo respaldan: en octubre la empresa de Florencia pasó de tener pérdidas por más de tres millones de pesos, a operar con más de tres millones, de utilidades.

“Teníamos aprobados nuevos precios para los campesinos, y no para la comercialización, por eso no nos daban las cuentas. Se pagaba más de lo que ingresaba, y por suerte ya eso cambió. Y aunque no tenemos asegurados todos los productos para la siembra, los tenemos casi todos”, asegura.

Da por hecho que los casi 500 tabacaleros —la mitad de ellos desde Florencia— disponen de mejores condiciones para el cultivo y que el proceso que lo lleva del manojo a la caja de un habano, luce igual de “encendido”. Parece que ya se respiran otros humos.