Finalmente, los 40 kilómetros (km) fabricados del canal magistral Zaza-Ciego de Ávila, tras varios años de atrasos en las entregas de las obras y limitaciones de recursos, comenzaron a llenarse de agua para ofrecer el tan demandado valor de uso de la importante infraestructura hidráulica, en beneficio de la producción de alimentos.
El proceso, que aún no es definitivo, y terminará durante los próximos días, si todo marcha bien, parece desterrar el nocivo mal, aunque tarde, de construir para dejarlo durmiendo la pesadilla del deterioro y la improductividad, un pecado imperdonable por las complejas circunstancias en que se desenvuelve la economía nacional.
Con el aprovechamiento de esas aguas, que se proyecta sean unos 27 millones de metros cúbicos durante el presente año, la agricultura y la pesca del municipio de Venezuela percibirán el beneficio en el riego de áreas de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Ramón Domínguez de la Peña y cinco estanques pertenecientes al centro de alevinaje La Teresa.
En materia de economía los retrasos cuestan, como si nos pudiéramos dar el lujo de no sacarle el máximo a lo que tenemos. Hace siete años está construido el tramo en cuestión y no es hasta hoy que su explotación se vislumbra como efectiva. Sin esperar las condiciones ideales, que en ocasiones no llegan nunca, muchas pudieron ser, por solo citar un ejemplo, las toneladas de peces de agua dulce sacadas de allí durante ese tiempo para la alimentación del pueblo.
Ya en agosto de 2020 la entonces Vicepresidenta de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Inés María Chapman Waugh, instaba a no seguir la construcción de un kilómetro más de canal sin asegurarle un uso inmediato. Lo acertado de tal decisión, a mi entender, radica en incentivar en todas las partes implicadas mayor nivel de coordinación, visión estratégica de los problemas y su encadenamiento productivo.
Pero en ello resulta fundamental desde ahora mismo, si no se han concretado en el pasado por diversas condicionantes, la implementación de inversiones asociadas a la transformación de la matriz de riego agrícola en las zonas cercanas al río artificial. Hacia el empleo de bombas horizontales en vez de pozos profundos ha de encaminarse los esfuerzos de la Agricultura y del Grupo Azucarero Azcuba, aunque sin desmontar del todo la segunda tecnología ante la ocurrencia de períodos de sequía.
En el caso del potencial cañero de la zona, una vez creada la infraestructura necesaria se podrá beneficiar a un total de más de 1 850 hectáreas, elemento no desdeñable en las aspiraciones del territorio avileño de aumentar los volúmenes del endulzante y de suministrar más materia prima al encadenamiento industrial del central Ciro Redondo con su bioeléctrica aledaña.
La utilización de estas aguas provenientes de la vecina provincia de Sancti Spíritus no es un capricho. Desde una visión ambiental resaltan sus valores ante los peligros de la intrusión salina por el abuso de la explotación de las cuencas subterráneas y ahorrar estas reservas para tiempos de sequías. Además de las ventajas económicas de su uso en el riego, el canal Zaza-Ciego ayudará a filtrar hacia el acuífero volúmenes del líquido que nos protejan ante situaciones climáticas adversas, cada vez más recurrentes.
A más de 30 años de iniciada la construcción de esta obra ingeniera, que forma parte del canal trasvase Centro-Este, esperemos que las entidades encargadas de su desempeño la vean como una oportunidad de fomentar el incremento de cultivos varios, el arroz, la pesca, la ganadería y la caña, a partir de la utilización del recurso agua de una manera más sostenible.
Todavía estamos lejos de apreciar el sueño del Comandante en Jefe de llevar la mayoría del vital líquido desde la geografía espirituana hasta las llanuras del sur camagüeyano, que en su camino pudieran extender sus bondades a un estimado de 148 200 hectáreas: Ese futuro debe sustentarse desde ahora, sobre las bases de la eficiencia en el empleo de los recursos disponibles y que se encauce para bien el agua del canal.