Este 5 de octubre Ciego de Ávila tuvo su primera boda entre dos personas del mismo sexo. Invasor se suma a la alegría de que el amor sea ley
En otra parte, en otro periódico, quizás, esta pudiera ser la antinoticia. “Se casan dos hombres en Ciego de Ávila… y no pasa nada”. Pudiera ensayar el titular de “primera boda gay en la provincia y segunda del país”. Pero ese no es el punto, porque, por suerte, una boda gay será, en par de años, tan intrascendente como una boda hetero. Así que volvemos al principio.
El miércoles 5 de octubre, Alien Leonardo Vergara salió de su casa diminuta y hermosa de Morón, de traje gris y lacito rosado al cuello, como de traje gris y lazo rosado salió también Yadier Martínez Gutiérrez. Subieron al almendrón descapotable donde se acomoda el vestido extravagante de las novias, y pusieron, en vez del velo largo y supuestamente virginal, la bandera de la diversidad para que ondeara al aire.
Alien iba feliz. Yadier iba sudando de los nervios. Unas horas después, y antes del cake multicolor, el cruce de copas y demás tradiciones, sucedía lo más hermoso: uno y el otro fueron hasta la mesa de firma de la mano de un abuelo y una abuela de 80 y 96 años a los que, supuestamente, iban a “matar del disgusto”.
Morón es uno de los municipios de Ciego de Ávila en los que fue menos gente a votar, este 25 de septiembre, por el Código de las Familias (aunque el porcentaje de participación estuvo cerca de la media nacional). Como en toda Cuba, la resistencia y el miedo al cambio se hicieron sentir desde aquí. Hay mucho miedo a que sea correcto y hasta necesario respetar a los hijos y darles autonomía. Hay mucho miedo a que eso signifique que puedan expresar su orientación sexual sin represión. Hay mucho miedo a que de pronto sea normal que dos personas de cualquier género se quieran sin esconderlo.
Y ahora pudiésemos regodearnos en la belleza de que Alien, por ejemplo, que además es un excelente cirujano, haya podido celebrar su amor y contarnos lo feliz que fue recibir los abrazos y las felicitaciones hasta de los vecinos. Sí, estamos felices de que fuese así y no haya razón para que ninguna otra pareja homosexual sienta miedo de casarse, como, en efecto, les dijeron sus amigos.
Sin embargo, hay que ser tan pragmáticos como quien hace las leyes: esta boda es para ellos la garantía de vivir más seguros.
Cuando la COVID-19 arreciaba por esta provincia, Alien se contagió trabajando y estuvo a punto de morir. “La persona que estuvo a mi lado incondicionalmente fue mi pareja”, dice, y sabe, por experiencia, que si algo hubiera pasado Yadier habría quedado vulnerable.
Ante la ley, ya Alien y Yadier no son solo dos amigos que viven juntos. Son un matrimonio que construye una vida en común, que riega las plantas y cocina, y pasa calor en los apagones, y repara goteras como todo el mundo. Gracias a que se pudieron casar, como todo el mundo.
Y ¿saben qué? Nosotros, el resto, seguimos con los mismos apagones, regando las plantas, inventando para cocinar, y tapando goteras. Sus abuelos están orgullosos, en las fotos sus amigos se veían felices y ningún niño o niña se “traumatizó” por ver pasar un carro con dos hombres enamorados.
Nada, que ellos son más felices y la tierra sigue girando igual que el día antes de aprobarse el Código, solo que es, quizás, un planeta un poquito mejor. A fin de cuentas, a eso le llamamos derecho: a vivir nuestras vidas con el único límite de no dañar la de los otros. Lo de antes era solo un privilegio.