Trabajo a prueba de COVID-19

Ante la complejidad epidemiológica de territorios avileños como el de Morón, aún no se articulan el teletrabajo y el trabajo a distancia como las medidas oportunas que son.

Si antes era práctica común en el mundo desarrollado, la pandemia vino a declararnos también en eso como un país en vías de desarrollo. En apenas un mes, cuando la COVID-19 sitió a varias ciudades con el pico de abril de 2020, las modalidades de trabajo a distancia y teletrabajo (hasta entonces las bellas durmientes del Código de Trabajo) cobraron auge. Más que opción se volvieron solución.

Un año después, ya en Cuba se habla de implementarlo de manera permanente en algunos puestos de trabajo que lo permitan, pues “la variante genera ahorros, eficiencia e importantes beneficios para el país”, según informó a la Agencia Cubana de Noticias Ariel Fonseca, subdirector de la Dirección de Empleo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS).

No obstante, pareciera que tales bondades no han quedado claras para varios de los centros de trabajo o empleadores avileños. Para ser más exactos, podemos tomar al municipio de Morón como centro del análisis.

Maticemos el contexto. Se trata de una ciudad de 70 000 habitantes, casi todos en la cabecera municipal. Su trazado urbano es alargado, por lo que casi toda la población en edad laboral tiene que trasladarse ida y vuelta por la calle principal y las paralelas, lo que hace ciertos tramos difíciles de transitar en horas de la mañana. Sumemos a la ecuación que se trata de una ciudad en cuarentena, que dicta, si no el confinamiento estricto, al menos sí la mínima circulación de personas.

Multipliquemos los factores para quedarnos pasmados cuando el resultado de todo eso sea, apenas, una cifra de 161 trabajadores reportados en la modalidad de trabajo a distancia en toda la ciudad. Así lo confirmó a Invasor la Subdirectora de Empleo de la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social, Yainé Martín Otero.

Sabe a poco, también, porque en octubre de 2020 la provincia reportaba 16 600 acogidos al trabajo a distancia y 2 000 al teletrabajo, y ya sabemos que el rebrote de septiembre pasado no se compara con la envergadura de este.

El numerito moronense corresponde a empleados del Aeropuerto Internacional Jardines del Rey, a hoteles de la Cayería, a la inmoviliaria ALMEST, la empresa de Servicios y Seguridad Integral (SEISA), la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de cayo Coco y la Delegación Municipal de la Agricultura. En la modalidad de teletrabajo, no se reportó ninguno.

Para dejar los conceptos en blanco y negro, basta con remitirse a la Organización Internacional del Trabajo, que entiende por trabajo a domicilio (lo que nosotros llamamos a distancia) aquel que “una persona realiza en su domicilio o en otros locales que escoja, distintos de los locales de trabajo del empleador, a cambio de una remuneración y con el fin de elaborar un producto o prestar un servicio conforme a las especificaciones del empleador, independientemente de quién proporcione el equipo, los materiales u otros elementos utilizados para ello”.

El teletrabajo difiere en el detalle (que no es tan sutil, considerando que los gastos por conexión a Internet, en varios casos, aquí los sufraga el trabajador) de que se emplean medios de telecomunicación.

Queda claro que las posibilidades de ejecutar trabajo a distancia o teletrabajo se hacen más fáciles para las actividades intelectuales, y que pudieran extenderse, al menos mientras se declara en cuarentena una ciudad, a los especialistas que llevan la contabilidad o los recursos humanos, la comunicación institucional y otros, de los que hay al menos uno en cada empresa.

Está claro que todos los trabajos no pueden ejecutarse a distancia, pero, de revisarse a conciencia, quizás la situación fuera diferente para uno que otro de los 935 moronenses declarados como trabajadores interruptos, y de los que solo 65 cobraron en febrero alguna garantía salarial.

Sería provechoso para las 11 madres que se quedaron en casa al cuidado de hijos ante el cierre de las escuelas, aunque tengamos que hablar luego de la carga de trabajo que supone para ellas solas asumir labores domésticas, crianza, escuela en casa y trabajo a distancia.

Muchas especulaciones pueden hacerse en torno a un número tan poco significativo como el de 161 trabajadores a distancia. Pero que deberían ser muchos más es una certeza, sobre todo porque la pandemia nos obliga, y porque ahora más que nunca decimos que hay que trabajar para vivir. Pero vivir es más importante.