Sin circulación mercantil minorista no hay Salud ni Educación, han dicho las autoridades de la provincia. Pues bien, sin Comercio y Gastronomía no hay circulación mercantil
Podría parecer que este no es el mejor momento para revisar el desempeño de las empresas municipales de Comercio y Gastronomía en Ciego de Ávila, habida cuenta del profundo desabastecimiento que, a nivel de país, cumple dos años y sigue contando. Pero la dirección de la provincia no cree que se deba esperar para poner los puntos sobre las íes.
De hecho, más que puntos van faltando tildes, acentos en lo dejado de hacer, con el afán de dilucidar en cada caso si se trata de impedimentos reales o “mentales”. A fin de cuentas, a estas alturas, que una unidad gastronómica y de servicios esté sucia no depende tanto de la falta puntual de un utensilio determinado como de la falta de ganas. Y todavía uno las encuentra, sin mucho esfuerzo.
Consecutivos cambios al interior del Ministerio del Comercio Interior han posibilitado que las entidades transiten de un sistema de relaciones centralizado y subordinado a instancias intermedias, a uno que favorece, en teoría, el sentido de pertenencia y la toma de decisiones con autonomía. Sin embargo, en algunos territorios siguen con el síndrome del pichón, cuando ha pasado suficiente tiempo para que echen a volar por sí solos.
Más o menos esa podría ser la conclusión de una reciente inspección a las empresas municipales de Comercio y Gastronomía, indicada por el primer secretario del Partido Liván Izquierdo Alonso en la provincia, y el gobernador Tomás Alexis Martín Venegas. Las comisiones de control visitaron la mayoría de las unidades y encontraron, para decirlo poéticamente, luces y sombras.
• El tema había sido analizado, también, en el Consejo Provincial de Gobierno correspondiente al mes de mayo
Mientras el Sistema de Atención a la Familia y sus comedores sociales pasaban la prueba sin sobresaltos —buenas condiciones materiales, variedad en la oferta y precios asequibles en todos los municipios; después de una arrancada en falso al calor de la Tarea Ordenamiento, hay que decirlo—, las unidades gastronómicas daban la nota sorda, porque en al menos cinco territorios no han logrado echar mano de las facultades concedidas y saltar la talanquera real y mental de la falta de recursos que llegaban “por la canalita” y ya no llegan.
Precisamente la Resolución 99 del 2019 del Mincin y otras normativas como el Decreto 28 de 2020 del Consejo de Ministros fueron puestas en vigor para ello: dotar de capacidad financiera y de gestión a las administraciones, en la búsqueda de materias primas que permitan mantener estabilidad y variedad en las ofertas. En esa carrera, como hemos apuntado en otros trabajos, por un carril va la satisfacción del pueblo, y en el de al lado la remuneración del sector y el desempeño de la empresa estatal socialista.
Y si bien es cierto que para el Comercio la tarea es más complicada en materia de autogestión, Gastronomía puede sacar la cara en el ínterin. “¿Cómo es posible que haya centros de elaboración subutilizados, que compran productos terminados a los actores no estatales? Eso es un facilismo”, criticaba Liván Izquierdo Alonso en la discusión del informe por municipios.
Su reflexión ponía de manifiesto una de las principales insatisfacciones de la población, después del desabastecimiento mismo: los precios. ¿Con qué costos llega a la población un producto de trasmano? Y también, ¿por qué las unidades estatales no pueden competir en cantidad y variedad?
Son distorsiones que se están dando, por poner un ejemplo, con la masa de la pizza que se expende en La Romagnola. La unidad no tiene materias primas para elaborarlas por sí misma, entonces las compra a un privado que, a su vez, obtuvo la harina, la levadura y el aceite en moneda libremente convertible (donde único están estos insumos). El precio de salida de una masa de pizza es de 22.00 pesos y, después de ponerle un poco de salsa de tomate, queso y hornearla, se duplica. El margen de ganancias debe ser suficiente para pagarle a todo el que ni siquiera intervino en el proceso.
Aún así, varios municipios tienen unidades con pérdidas y, al cierre de mayo, la deuda con la circulación mercantil era de 5742 millones de pesos —y no olvidemos que la circulación mercantil es la energía que mueve las economías municipales. Aunque una parte importante en ese débito correspondió a los cárnicos, los cigarros, el aseo, el café y el kerosén no comercializados en la canasta básica, los números manejados en el gobierno provincial hablan de insuficiente autogestión de las empresas municipales.
En ese sentido, el panorama es diverso. En Florencia, por ejemplo, el centro de elaboración lograba llegarle al 100 por ciento de las toneladas previstas en el plan mensual correspondiente al quinto mes del año. Por encima se fueron los de Morón (120), Chambas (123), Baraguá (103), Bolivia (137) y Primero de Enero (110). Para Ciro Redondo (37), Majagua (79), Venezuela (83) y Ciego de Ávila (38) fue todo lo contrario. ¿Cómo se entienden estos desbalances? ¿De qué dependen los buenos y malos resultados?
• Sobre cómo en Florencia han logrado cumplir los planes escribimos en esta crónica
En contextos similares de abastecimiento y acceso a los recursos, evidentemente, deciden los cuadros. Y es otro problema que ha lastrado el desempeño del Comercio y la Gastronomía en Ciego de Ávila en los últimos años: la inestabilidad de las administraciones.
Sin personal capacitado, con cultura económica y ganas de hacer, no se puede pensar en unidades especializadas o servicios de 24 horas que le cambien el rostro a una provincia que se va a dormir con el sol.