Soy inocente

caricatura soy inocente El colmo de la burla ha llegado a titulares de ciertos países donde los periódicos publican noticias falsas para “tomarle el pelo” a los inocentes que terminan tomándose todo muy en serio, hasta que miran al calendario. Entonces el 28 de diciembre les devuelve la sorna al ser conscientes del engaño; algunos ríen, incluso, por haber ocupado el lugar de los tontos. Pero los menos tontos, acostumbrados a no creer en la inocencia de la prensa ni los 28 de diciembre, siguen serios ante las fake news, una tendencia que se le ha infiltrado con disimulo a la inmediatez con que vive media humanidad.

Lo mismo te anuncian para hoy la unificación monetaria que una rebaja en la tasa de cambio, llenándose de un soplido el bulevar para beneplácito de los maniseros. Después cargan con alguna medida de la Aduana; luego circulan un sapo gigante que fue encontrado en no sé que lugar; le suman cuatro muertos al accidente donde falleció uno; y cierran con la imagen de un lindo artista que hasta ayer alborotaba a las chicas y solo ayer, según reveló un paparazzo no identificado, se supo que era gay.

Escándalo. Privacidad. Morbo. Necesidad. Sentimientos. Cursilería. Más o menos así conducen a los inocentes por las redes sociales en Internet y los medios anti-sociales que tontifican siempre, amén de estar “acreditados” solo el 28 de diciembre. Claro, tienen éxito también porque los oficiales, a veces, dejan vacíos o son tan serios que aburren, mientras presumen de titulares gastados y te cuentan verdades a medias que no son mentiras, aunque a veces se les parecen tanto…

Si la realidad fuera un alfabeto y la dislexia mortal, los seres humanos estuviésemos ya en peligro de extinción. El cambio climático fuera un mal menor ante las dificultades para leer el orden de las cosas y buena parte moriría de inocencia. Prematura, además.

Lo preocupante de esa gente que va así por la vida, al vuelo, al ya está, a la primera, a como quede, a esto mismo… es la infundada sensación de que son felices, más felices, incluso, que el resto. Creen que la ingenuidad de vivir al margen te hace más “happy”, porque de espaldas las cosas siempre han dolido menos, supongo que por tomarla de escudo o caparazón.

Pues sepan compañeros inocentes, que por el pecho se siente mejor; que desde ahí siempre nos han auscultado primero el corazón, y que de frente (y alta) la vida se ve mejor. Conquistar la plenitud supone un “a pesar de” y, precisamente por eso, no recomendaría la ignorancia. Que la inocencia nos haga “bobos” solo este día y haya siempre segundas lecturas y contrastemos hasta los sentimientos para no confundir entusiasmo con dicha, calma con paz.

Sin embargo, hay una inocencia que yo salvaría siempre y es, al mismo tiempo, el motivo: aquella matanza de niños que buscara acabar con la vida del Jesús de Nazaret, quien, según las creencias, ya había nacido.

A los niños, a estos inocentes, les seguiría haciendo creer que por culpa de tanto chocolate en nuestra infancia es que ahora no podemos ni verlos; que nos gusta más el huevo que el pollo y si hay gallina de patio, ya saben, las alitas. Que bajo ningún concepto vamos a comernos el último platanito maduro frito, si es que a algún padre llega a gustarle esa cosa negrita y amarillenta, ¡buaf!. Sepan hijos, que podemos enseñarles a compartir, pero primero necesitamos sentir que se lo damos todo y un poco más; que justamente por eso los domingos no estamos tan cansados ná’.

Y espero que ningún periódico vaya a hacerse eco de semejantes mentiras, salvo que sea 28 de diciembre —porque entonces perderíamos credibilidad y de eso yo sí soy inocente.