Sentido común es la clave de la tercera fase

No hay distancia suficiente en esta Isla estrecha y alargada que impida el regreso de la COVID-19 a Ciego de Ávila, si no nos ponemos para las cosas

Seamos sinceros, más de uno de nosotros creyó que la COVID-19 estaba noqueada entre tanto interferón, soluciones cloradas y nasobucos. Las noticias eran halagüeñas, pasamos el pico y casi ni nos enteramos, dijimos. Volvimos a saludar con besos, abrieron los cafés, crearon una aplicación informática para comprar pasajes y viajar. Estábamos casi afuera…

El evento de Turiguanó, sin embargo, nos dio las señas y no lo entendimos. Cuando parecía que había sido controlado, el SARS-CoV-2 cruzó de un lado a otro de la comunidad y volvió todo a empezar. A Cuba, a sus provincias occidentales específicamente, les ha ocurrido un poco lo mismo.

Después de flexibilizar las medidas de confinamiento, el coronavirus, que latía agazapado en un catarro de estación o sin síntomas, pasó de vaso en vaso en una celebración religiosa en Bauta, y de ahí a todo el occidente y hasta a Camajuaní, al otro lado de la Autopista Nacional, a un estornudo de distancia.

Mientras, los felices ciudadanos en tercera fase seguimos creyendo que el problema es allá. Hay chistes regionalistas, hablan del karma, que si La Habana no es fácil. Y yo no voy a centrarme en cuánto lacera la unidad nacional un meme repetido hasta el cansancio, porque peor que eso son los gritos discriminatorios contra los orientales en los estadios y no ha habido demasiados editoriales criticándolos.

La cuestión ahora es que, como los memes, la COVID-19 es viral, nunca mejor dicho. Se multiplica de solo respirar y no hay distancia suficiente en esta Isla estrecha y alargada que impida su regreso si no nos ponemos para las cosas. Nadie dijo que tercera fase era libre albedrío, pero algunas imágenes lo desdicen.

De no ser por las fuerzas del orden público, las colas, duras de pelar como el coronavirus, serían el amasijo de gente sudorosa y arremolinada que vimos antes de que se tomara la decisión de regular las ventas y organizarlas por consejos populares. Y ni así.

La tercera fase en la que estamos, ya se ha visto en Camajuaní, es reversible. Bastaría un foco o un evento de contagio para ponernos en el mismo lugar del 24 de marzo, el inicio de la pandemia aquí, o el 26 de mayo, cuando Turiguanó reportó su último positivo. Puede que algunos lo hayan olvidado, pero Ciego de Ávila tuvo que lamentar tres fallecidos y otros 93 se enfermaron y vivieron para contarlo, mas habría que preguntarles sobre las secuelas en el cuerpo y la psiquis, sobre el efecto de la kaletra y el interferón, el aislamiento, el miedo…

Etapa de recuperación pos-COVID-19, medidas a implementar en sus tres fases.

Que le pregunten, además, a todos los trabajadores de la cayería, por ejemplo, aún en medio de un letargo laboral que le ha costado a este país lo que no tenía. ¡Hay tantas razones de peso, comenzando por la salud y continuando con la economía, para hacer las cosas bien!

En Sancti Spíritus una nota reciente hablaba de más de seis millones de pesos empleados en la batalla contra la pandemia. Tomemos ese valor como referencia mínima ―sabiendo que es una provincia pequeña― y multipliquemos. Son casi 100 millones de pesos que no habían sido previstos, porque nadie adivinó la circunstancia vivida hoy, y que se suman al déficit fiscal de más de 7 000 millones de pesos anunciado por la ministra de Finanzas y Precios en diciembre de 2019.

Desde el principio fue evidente que la disciplina y el apego a las disposiciones sanitarias serían menos costosos, desde todos los puntos de vista. Era lo lógico, lo más inteligente… Ahora, en tercera fase, hay quienes echan a un lado las matemáticas de la vida y la COVID-19 y corren el riesgo (y se lo hacen correr a los demás) de restar salud y bienestar. Por eso esta seguirá siendo una pelea del sentido común contra la ignorancia. Y sí, es tal como lo está pensando: el sentido común es la base de todo.