Que la ¿ciudad? donde vivo me asombra cada día se me ha vuelto cliché en los últimos tiempos, aunque soy de los que se aferra a buscar, aunque a veces no lo tengan, el lado positivo de las cosas. Sin embargo, usaré un eufemismo y le llamaré asombro a lo que otros denominarían carencia, irrespeto, pobreza… o que sé yo.
Describo. Eran las 10:27 minutos del viernes 25 de febrero. Un audio, potente, pero moderado a esa hora, ponía en el éter la voz, reiterativa e incontrolada, de un “disc jockey” que invitada a los chicos y las chicas, a “los más locos de la ciudad” a acceder al recinto ferial Parque de la Ciudad.
Dicho así, bueeeno, tampoco hay que ser tan mojigato para no entender que “los más locos” pudieran ser los más divertidos, si en términos populacheros hablamos. Una canción. ¿Dije canción? Perdone usted. Algo que se difundía dejaba escuchar en su letra lo que hoy me obliga a usar puntos suspensivos, por decencia, y que espero se entienda: “…nadie como yo te va a m….. el toto”; “...mami que rico tu s…..”. Quedó claro ¿verdad?
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Pasando de ese suceso, les adjudiqué el beneficio de la duda y pensé: Quizás un dedo mal puesto al seleccionar una lista de temas musicales. Quizás la atención puesta en la pantalla, las luces, los niveles de audio, etcétera, haya hecho que no estén escuchando. Quizás…
Pero, quizás, no era el vocablo más exacto, cuando el domingo, a las 11: 30 minutos pasado meridiano, otra des-composición musical se colaba en el oído, supongo buscando instalarse en la masa encefálica: “… me gusta la cara de enferma que me pone; esa jeva a mí me gusta con c…..”. Y la voz, la misma del viernes: ¡Qué suba una rubia loooocaaa!
Tanta agresión logró inocularme algo y pensé: ¡Ahora sí estamos jodidos! Perdonen el término. Soy honesto y no tuve otro en ese momento. Como quisiera tener otros para hablar de lo que el discurso folletinesco llama Política Cultural (incluida la musical). Muy bien escrita y pensada, mas, solo eso, escrita y pensada en algunos de sus acápites.
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Imagínese que una emisora radial difunda este tipo de creaciones. No pasaría porque, precisamente, la política musical lo regula. ¿Quién entonces debería hacerlo en los lugares públicos?
Ahora reflexionemos juntos. ¿Cuánto más se permitirá que algunos que se autodenominan artistas defenestren a la mujer hasta reducirla al estercolero que son algunas canciones? Si no tenemos la respuesta, por lo menos sí tenemos la oportunidad de no difundir tanta barbarie. O de exigir y controlar que no se haga.
Pura ironía. El Proyecto de Código de las Familias buscando equidades, y los que debían hacer cumplir la Política Cultural, en cuanto a la música se refiere, abriendo “más” la brecha para que seamos, precisamente, desiguales.
Dejo clara mi posición: ¡No tengo nada personal contra ningún Proyecto Audiovisual! Sobre todo porque, aunque escasos, los hay con mucha dignidad estética y artística. Sin embargo, creer (las autoridades culturales y administrativas) que un audio, que se vuelve denominador común en plazas e instituciones, con música de la peor factura (sin revisar) y videos que cruzan la línea de lo que el erotismo pudiera aportar al arte, es la solución a las deficiencias de la recreación y la Cultura en el territorio, es un yerro, que no pasa de ser un mal remiendo. Y remiendo al fin, se parece mucho al roto que le antecedió.