¿Qué mosquito nos picó?

campana antivectorialPastor BatistaImágenes como esta dejaron de ser habituales hace bastante tiempo“Mi nieta ya cayó también”, dijo una vecina a otra por un teléfono. Quien sea, la entendió, seguramente. En un contexto diferente, “caer” podría contar con diferentes acepciones en el lenguaje “barrial”, del día a día.

Alguien supondría que tal vez cayó en una estafa o en una trampa que le hicieron sus colegas de trabajo. Hoy, cayó tiene un solo significado en Cuba: contagiarse de un virus transmitido por el mosquito.

Cuando menos, uno pensaría en esa posibilidad a la primera. Hace una semana escuché a un niño preguntar cómo un “bicho” tan chiquito es tan malo. Hace un par de días escuché al entrenador de un gimnasio decir que él no sabía para qué había levantado pesas por años si una picada de mosquito lo podía tirar a la lona. Fiebres altas y sostenidas, fortísimos dolores articulares, cansancio, náuseas, erupciones cutáneas, son los síntomas habituales.

Al igual que en otros momentos, el Aedes aegypti es uno de los temas conversacionales en todas partes. En un contexto difícil por la severa crisis energética, problemas con el suministro de agua, inflación permanente… él vuela, pica y se vuelve tendencia entre los tópicos del país.

“¿Te cogió eso que anda?”, “¿Pasaste el virus?”, “¿Cómo están todos por casa?”, “Cuídate mucho, que esto es malísimo”, son frases recurrentes en estos tiempos, que algunas veces se asemejan a los de la etapa de coronavirus. Existe una misma sensación de que todos “caeremos”, de desprotección ante ese rival casi invisible que es capaz de derrumbar a un tipo de 1.90 metros de puro músculo.

En los meses recientes, Invasor ha informado constantemente sobre un aumento de enfermos mediante virus transmitidos por mosquitos, como dengue, oropouche o chikungunya. Aunque la tasa de incidencia había sido irregular durante cinco semanas, ha sido evidente la tendencia al ascenso en Ciego de Ávila.

Por la cantidad de casos febriles diarios, por las complicaciones que trae aparejadas a la salud, el mosquito es parte imprescindible de la agenda pública, obviamente; pero también lo es por el contexto que ha provocado una situación así.

Que las farmacias funcionen acorde con las necesidades de la población es una prioridad, sostienen diputados.

Incluso, no era muy difícil preverlo desde mucho antes. En primer lugar, como uno de los desafíos más difíciles de superar por el sistema de Salud Pública cubano figura el desabastecimiento de las farmacias y centros asistenciales en los últimos años. La falta de medicamentos deriva por sí sola en una serie de complejidades, máxime en los tiempos actuales.

El mercado informal empieza a cubrir un espacio que no le corresponde, que jamás debió ocupar de ninguna manera. El colapso o inaccesibilidad para muchos bolsillos puede convertirse en su realidad dentro del presente. Sin embargo, es considerado por varios como el “remedio” o una necesidad, mientras el sector estatal continúa sin encontrar soluciones.

“Las condiciones medioambientales están creadas, están propicias también. Está lloviendo, hace calor. Tenemos personas enfermas y está el vector”, dijo a este medio de prensa el doctor José Luis López González, subdirector de Epidemiología del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología.

Además de las condiciones medioambientales que siempre estarán, se han creado, o propiciado, por decirles también así, una serie de condiciones aparte, relacionadas al propio contexto socioeconómico del país y su implicación en el sistema sanitario.

Es cierto que durante el período más lluvioso proliferan este tipo de enfermedades, como también lo es que en otros años se crearon los mecanismos, junto con Salud Pública, para evitar propagaciones masivas.

Si fuera la primera vez que Cuba atraviesa por una crisis epidemiológica, quizás alguien intentaría justificar cualquier indicio de negligencia o el incumplimiento de ciertos protocolos; pero este mismo país diseñó campañas antivectoriales en pos de prevenir precisamente escenarios de este tipo. 

A la ciudadanía le corresponde velar por su salud. Ello incluye hacer el autofocal, tomar medidas pertinentes para evitar enfermarse; pero nada niega el compromiso institucional. Una década atrás era una imagen bastante rutinaria la de los agentes de las campañas antivectoriales, lo mismo en la pesquisa que en la fumigación de las viviendas, tanto que hasta algunos vecinos podían sentir incomodidad por las reiteradas visitas de ellos. Por entonces, la prevención era la cura.

Ante el marcado déficit de combustible, la fumigación empezó a disminuir, a tal punto que en un momento desapareció. Ahora, cuando el mosquito tiene en vilo a poblaciones enteras, es notable la prioridad que merece esta acción. Ningún problema de otra índole es comparable a los de salud.

Esa misma carencia de petróleo también afecta a la Dirección Provincial de Comunales. Sumado al bajo parque de tractores, una plantilla disminuida y la ineficiencia de las alternativas buscadas, resulta imposible que dicha entidad cumpla su objeto.

Más allá de otros factores, con el sinfín de esquinas repletas de basura y de salideros de agua en la ciudad, estuvo garantizado el criadero de vectores y consigo el peligro de un caos epidemiológico. El grupo de medidas para contrarrestar las arbovirosis llega tardíamente y en un contexto meteorológico igual complejo.

Como si fuera insuficiente todo, la región oriental sufrió recién los embates de un huracán de categoría 5. Melissa puso en práctica la locución aquella de que “nunca se está tan mal, que no se pueda estar peor”. En sentido figurado, por supuesto, uno termina por preguntarse qué “mosquito” nos picó.