Principio inviolable

caricatura El IV Pleno del Comité Central del Partido evaluó autocríticamente deficiencias que persisten en la política de cuadros. No obstante, se reconoció el rol dirigente del Partido y de los cuadros en los momentos actuales.

¿Quién dice que ser cuadro es una tarea fácil? Dirigir personas, aglutinar las fuerzas dentro de tanta diversidad de criterios y posiciones, dar respuesta y soluciones a disímiles problemas; transformar la realidad, muchas veces con un mínimo de recursos y bloqueados, es muy complejo. En el fondo de la cuestión, es la piel en la que casi nadie se quiere ver, bajo el permanente prisma de las exigencias, las críticas y cuestionamientos.

Es verdad que hay que seguir perfeccionando los métodos y estilos de trabajo, generar mayor cultura comunicacional desde los territorios, y darle una sacudida bien fuerte a las manifestaciones y conductas que no se corresponden con los principios de la Revolución, aunque no sea justo meter a todos en un mismo saco.

Una Revolución no crece ni se desarrolla sin el actuar de sus cuadros con el pueblo, eso nos enseñó Fidel. Ejemplos sobran, no hay un día donde no se efectúen recorridos de la dirección del país a una provincia o un centro laboral.

Constantemente, el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, mantiene el intercambio con sectores, visita comunidades, recaba opiniones, asume las críticas; busca soluciones y defiende nuevas ideas de trabajo, sin obviar la importancia que se les concede a las transformaciones comunitarias; la manera en que el pueblo participa y decide, junto a los dirigentes, sobre los cambios que necesita, a pesar de las imperfecciones.

La historia de la Revolución registra abundantes evidencias de líderes que han dedicado toda su vida a la obra de la Revolución y han muerto por ella, o han estado en la calle, como parte de la mayoría, encarando las amenazas de traidores y vendepatrias.

Los años del Período Especial y recrudecimiento del bloqueo han acumulado muchos problemas. Se trata, en medio de esa situación, de definir las prioridades. Es esta una gran responsabilidad, ante la aspiración de un pueblo que quiere ver su problema resuelto, mientras se debate cómo utilizamos el exiguo presupuesto para pagar un barco de combustible que, de un día a otro, subió su valor de 35 a 58 millones de dólares, entre otros tantos ejemplos similares.

No se trata de conformarnos con lo que se hace ni dejar de hacer las criticas pertinentes o no ser exigentes, pero hay que reconocer a todos aquellos que madrugan y regresan a sus hogares tarde en la noche, sin poder ver a sus hijos despiertos, o poderlos llevar en la mañana a la escuela, a los que se desvelan buscando soluciones, a los que se debaten entre el deber y la incomprensión de muchos, incluso, de la propia familia.

Si tanta crítica se hace sobre nuestros problemas es expresión de que a eso nos enseñó la propia Revolución, sigamos en el empeño de querer más y mejores soluciones, mas hagámoslo desde la posición de defender una obra colectiva que siempre ha dado lo mejor de sí para la inmensa mayoría y que no se puede abandonar ahora porque los tiempos y escenarios que se nos imponen sean aún más difíciles.

Tan alta es la responsabilidad, y tan complejas las situaciones, que exigen más preparación y ciencia para hacer corresponder los esfuerzos con los resultados y el bienestar social. Se requiere más sensibilidad. Una revolución no se hace sola por sus ideas.

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Si no hemos sucumbido en estos más de 60 años, como lo han hecho otros, a pesar de las dificultades y ser el país más amenazado y agredido del planeta, es gracias a la unidad de nuestro pueblo junto a los cuadros de la Revolución. Bajo el principio de la unidad entre el pueblo y sus dirigentes, en defensa de la Revolución, hemos sido fuertes y se han vencido todas las batallas.