Plagas

La malangueta que nos impide ver con claridad el agua de La Turbina muestra, con irónica nitidez, la fuerza de los males que no atajamos a tiempo, y, a estas alturas, más de un observador se habrá percatado de que hay plagas tan enraizadas que pueden darse el lujo de flotar, como la malangueta. O quizás supongan, y suponen bien, que cortarlas demasiado tarde erosiona el alma y el bolsillo y, ante semejantes costos, permanecen ahí.

Siguiendo con el absurdo (y la realidad) me atrevería a endilgarles un estadio superior en el que las plagas son capaces de regodearse en su inmunidad y reflejar la incapacidad de los hombres para vencerlas: definitivamente son muy inteligentes estos jacintos de agua o camalotes. Así les llaman también en el argot popular, pues la Botánica suele describir su reino con nombres impronunciables.

Pero la Botánica dice que la malangueta, o sea, la Eichhornia crassipes, crea pulgas de agua, unos diminutos crustáceos casi imperceptibles que constituyen un banquete para los peces. Y esa sí es una buena noticia para las clarias del estanque, que han estado dándose el atracón sin que nosotros supiéramos nada y fuéramos a El Flotante a tirarles restos de comida, casi por compasión.

Ahora sabemos que si comían servilletas y chicharritas era por vicio, o quizás preparándose para tiempos peores, porque uno espera que un buen día el “lago” vuelva a ser lo que era y las bicicletas acuáticas —que un mal día duplicaron su precio por el mismo tiempo y la misma vuelta—, se puedan pedalear. Uno quiere, en definitiva, que el Parque de la Ciudad no presuma de las plagas… de la ciudad.

Así denuncian el abandono del Parque de la Ciudad en las redes sociales:

Pero la indolencia es muy grande. De verdad nadie ve esto??? En verdad hay cambios que mi casa necesita, pero cambios muy grandes y de espíritu.

Posted by Mariesly Wong on Thursday, August 22, 2019

Sí, la malangueta es también una metáfora que florece. Yuxtapuse esas ideas mientras me mecía en los sillones de la funeraria El Clavel, de la cabecera provincial, y alguien me pedía que escribiera de la planta invasora en el periódico, “pa’ ver si con eso…”. Creía entonces esa persona que los diarios son anti-plagas y no paliativos con los que, a veces, se dan dos piñazos en un buró, cuatro “cocotazos” en una reunión y la vida sigue cantada por Julio Iglesias, igual.

—¿De la malangueta?, tú no has mirado estos sillones —le dije, solo para hacerle notar plagas más tristes. La insensibilidad, por ejemplo, que se le parece muchísimo a la dejadez, pero le saca un trecho hondo en el alma.

Cuando la malangueta afea, los sillones duelen, incomodan (en ambas acepciones), sin brazo, sin espaldares, con pajillas ahuecadas, clavos fuera… Todo eso en una funeraria donde cualquier dolor ajeno al fallecimiento está de más. No hay claria que se coma semejante agravio.

Balanceándome aquel día sobre uno de ellos, pensé en la plaga de la inercia que se ha vuelto viral en algunas zonas y te puede de-tener dos horas en una cola por la parsimonia del dependiente y tres buscando un baño público que no sea el único que tenemos en el centro de la ciudad. Uno prefiere pensar que esas cosas han debido estar inamovibles por culpa de la primera Ley de Newton, y si lo digo con ironía es porque otros pensamientos podrían sonar menos relativos y más hirientes.

Entre tanto brote que florece, “recordé” el contrasentido de fumigar con ventanas abiertas y, aun así, fumigar “pa’ dejar constancia…” y mosquito; una plaga cuyos estragos no han sido debidamente calculados. Multar de paso, aunque bien multado, al dueño de las larvas del patio y no encontrar jamás al dueño de la zanja. Cerrar la piscina de los niños en el Zoológico a las 3:00 de la tarde y cobrar, además, la entrada del Acuario, como si fuera otro lugar y todas las peceras tuvieran peces, o hubiese clima o alguien que le dijera a un niño qué cosa es una carpa (ahora no recuerdo si la carpa todavía está, por suerte el manjuarí sigue siendo una rareza).

Lamenté el despotismo con el que, a veces, te sirven un vaso de agua y la desventaja de las niñas que empujaron a “crecer” y nunca supieron que el Circo y La Colmenita estuvieron de gira y los títeres habitan una sala —“¿qué sala, mijita?”, te preguntaría entre chasquidos la madre de una de ellas, enterada justo ahí de que además de la sala de su casa, existen otras.

Dicen los botánicos que la malangueta, la del Parque, puede crecer el doble en una semana y multiplicarse por 70 en un mes. A las otras plagas nadie se ha atrevido a cronometrarlas, pero lucen insaciables ante su voraz crecimiento.