Náufragos sobre inmenso iceberg en Ciego de Ávila

BasureroPastor BatistaLugares como este, abundantes en Ciego de Ávila, sirven de escenario a los “buzos” y dejan claro que la materia prima no tiene el destino que debiera.Les aseguro que, excepto la desagradable impresión que causan, por la imagen pordiosera que transmiten, no tengo nada contra de esas personas que, antes en la noche o bien temprano al amanecer, y ahora en cualquier momento del día, hurgan en tanques, depósitos y áreas donde la población vierte desechos sólidos de todo tipo.

Por cierto, si al principio los buzos (nombre con que alguien los bautizó para una posteridad que ojalá no se eternice) eran una especie de espectros deambulantes, casi nunca bien vestidos, procedentes, por lo visto, de un medio familiar y social económicamente adverso, se ha hecho común ver a individuos que ninguna sensación de pobreza personal dejan ante la mirada.

Observándolos, me preguntaba si en verdad los precios, el costo actual de la vida, obligan, sin otra opción, a que esas personas incurran en tal praxis; si opera con más fuerza la necesidad que la vergüenza, si lo que recogen es para uso personal, para vendérselo a otras personas o para llevarlo a los puntos de recogida y aprovechamiento de la materia prima…

Por esa concatenación de ideas, tan propia de los seres humanos, acudieron, también, a mi memoria aquellos años de infancia, cuando los Comités de Defensa de la Revolución eran epicentro de una ferviente actividad, encaminada a acopiar y a entregar hasta el último pedazo de cartón, papel, aluminio o envase de vidrio.

Y si bien el asunto corría a cuenta de cientos, miles de adultos, los niños desempeñaban un rol participativo que les dejaba, de forma paralela, valores y hábitos muy buenos para su futuro.

Dejó de hacerse, o no se hace igual, aunque muchas veces las estadísticas den cuenta de cumplimientos, a contrapelo de todo lo que va a parar a los basureros.

Que, una vez evacuados, esos desechos, sean objeto de un proceso de clasificación para su posterior uso por parte de la industria y de la economía, no significa que se aproveche todo.

No sé si alguien habrá realizado el cálculo, pero lo más probable es que nadie pueda ofrecer un dato exacto acerca de la cantidad de toneladas métricas de materiales reciclables que esta ciudad, la provincia y el país pierden o no acopian de manera oportuna.

Pienso, no solo en el indeterminado volumen de materiales ensartados por la fija del buzo, sino también en la cantidad de papel y de cartón que se descompone en los depósitos, por la lluvia o por el efecto de residuales de alimentos vertidos, a la vez, allí…, por apenas citar dos situaciones reales.

Lo que el General de Ejército Raúl Castro Ruz tanto recalcó: necesidad de aplicar una cultura de ahorro, de recuperación y aprovechamiento de materias primas, como poderosa fuente de ingreso, volvió a ser objeto de mención por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, durante la visita gubernamental que realizó el pasado mes, a la provincia de Ciego de Ávila.

Sus observaciones, desde luego, no iban dirigidas, al menos directamente, a esos buzos que, de manera espontánea, me harían meditar, luego, acerca del asunto.

De ellos se ha escrito varias veces. Y es obvio que no provocan una imagen grata o alentadora, además del reguero de basura que, en su “pesca”, suelen dejar fuera de los depósitos.

El fenómeno es más profundo. Y bien valdría la pena meditar, ordenar acciones, más allá de tales sujetos, a la postre náufragos que ruyen la cabeza de un inmenso iceberg, cuya sumergida porción estamos ignorando, cuando, por el contrario, hasta las naciones más desarrolladas del mundo la ponen a flote.