Manos sobre el corazón

La buena vibra que generan los candidatos vacunales cubanos contra la COVID-19, todavía distantes de su aplicación generalizada, implica un trance difícil de resolver a estas alturas, cuando el sentido del peligro se diluye con índices de contagio diario superiores al millar en Cuba.

Por mucha información que se haya dado sobre el tema, la esperanza de una solución científica contra la enfermedad tiende a verse cual varita mágica para erradicar el mal, sin tener en cuenta los procedimientos que debe asumir cada persona en su cuidado, por supuesto, extendido a la familia y al entorno social.

Ciego de Ávila no está entre los peores territorios en las últimas semanas, algo que alienta y a la vez alerta. ¿Podemos estar de plácemes si en la mayoría de las provincias los contagios se han disparado y aquí se aprecia una discreta curva de ascenso? ¿Sería lógico que nos cambiaran a otra fase, más favorable en apariencias, para volver en pocas semanas a la Trasmisión Autóctona Limitada?

Las respuestas han llegado de la máxima dirección del país con la orientación del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez basada en el incremento de los controles, pues de no hacerlo la situación seguirá empeorando.

El Consejo de Defensa Provincial ha tomado cartas en el asunto con un grupo de medidas para reducir aglomeraciones en las colas, disminuir las salidas y entradas a otras provincias en vehículos particulares, más la reducción de movimientos de personas durante las noches y la madrugada.

A las referidas restricciones vale añadir la actitud en cada familia, en las comunidades y los centros de trabajo. Nuestros equipos de prensa son testigos cotidianos de que en los barrios el cuidado es ínfimo y la respuesta negativa se ve con frecuencia al aparecer una persona con el virus, a lo que sigue la pronta dispersión.

De procederes incorrectos vale recordar que el exceso de cariño puede reportarnos serios trastornos. La prueba más reciente está en la Serie Nacional de Béisbol, donde las carreras anotadas, las buenas jugadas y las victorias se festejaban a puro abrazo y choques de manos, que unidos a otras indisciplinas conllevaron numerosos contagios y cuarentenas en la mayoría de los equipos clasificados a los play off.

Hoy resulta común ver en la calle los besos, con nasobuco incluido, niños y jóvenes en pleno juego, ingestión de bebidas alcohólicas, persisten las fiestas familiares y la resistencia de muchos al uso correcto de las mascarillas, a obviar los pasos podálicos y las soluciones desinfectantes, a lo que se añade el saludo puño a puño a pesar de no ser el adecuado.

Esa última práctica tiende a una inusitada generalización, incluso en el ámbito institucional, hecho requerido de transformación para evitar negativas sorpresas. Sobre ese gesto se ha pronunciado la Organización Mundial de la Salud desde finales del pasado año, idea sin mucho avance en Cuba.

No obstante, las buenas prácticas no deben permanecer en el anonimato. De ello se encargan personas como el colega José Aurelio Paz Jiménez, Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida, quien a la par de sus continuas lecciones profesionales predica con el ejemplo. Si lo va a saludar no extienda la mano, ni acerque el codo. Haga lo más sencillo y prudente: eleve su diestra hasta la parte izquierda del pecho, del resto se encargarán los ojos y la voz.