¿Lucharás tu yuca?

Las opiniones se escuchan por todas partes: en la casa, en la calle, en los centros de trabajo, en las redes sociales, cuando hablas con jóvenes, cuando conversas con ancianos… Probablemente en la última década nunca habíamos visto un debate económico tan amplio.

Todos parecen tener algo que decir, porque los vaivenes de la economía reconfiguran, para bien o para mal, el equilibrio del bolsillo y las finanzas domésticas. Casi nadie se queda callado, sin exponer un criterio, cuando alguna medida cambia de a poco el país que quisiéramos ser, y abre o cierra determinadas puertas.

Autorizadas, desinformadas, lúcidas, ingenuas, heterodoxas, conservadoras…, las opiniones se revuelven en un océano de dudas y certezas. No tenerlas en cuenta sería un grave error y contribuiría, sin saberlo, a acrecentar las contradicciones de un país que asumió a sangre y fuego la vía del socialismo.

Al comienzo de la Tarea Ordenamiento no faltó quien se mofara de ciertas opiniones: que si, de pronto, en Cuba todo el mundo se había vuelto doctor en Ciencias Económicas, que si la gente hablaba sin saber, que si porfiaban a los especialistas. El tiempo demostró, con amargas dosis de realismo, que aquellas dudas no eran totalmente infundadas.

Ha llovido mucho desde entonces. Se “ordenó” la economía, y luego se reordenó lo ordenado, sin que por ello el cubano percibiera una mejora en su nivel de vida. Aparecieron las tiendas en MLC, para resolver un problema que no llegó a solucionarse. Se anunciaron 63 medidas para estimular la producción agropecuaria, y en muchos lugares, hasta el sol de hoy, no hemos visto los resultados esperados.

Ahora se habla de “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”, y uno hasta cruza los dedos para agarrar entre ellos la buena suerte; pero también tiene que entender al que mira con escepticismo o señala los puntos grises de la esperada recuperación económica y su posible costo social.

Ya sabemos que las nuevas medidas se aplicarán gradualmente y que intentarán ayudar a las personas más vulnerables. No obstante, hay demasiadas preguntas en el tintero. Cuando se comience a “subsidiar personas y no productos”, ¿solamente los de mayores ingresos quedarán fuera de las subvenciones o también los médicos, ingenieros, maestros y demás trabajadores del sector estatal?

¿Estos profesionales tienen hoy el suficiente poder adquisitivo para asumir los precios no subsidiados? Si no lo tienen, ¿se les subirá el salario? Si se produce un aumento salarial ¿qué impedirá que se tripliquen o quintupliquen los precios, como ya ha pasado otras veces, y se vuelva humo el dinero de la gente?

Lucha tu yuca, taíno”, recomendarían en cierta canción, al ritmo de la ironía y el pragmatismo más descarnado. Que cada quien resuelva conforme a sus posibilidades parece una solución lógica para algunos de nuestros problemas. Sin embargo, habría que pensar cuántas familias no tan pobres para ser consideradas vulnerables, pero tampoco tan pudientes como para adaptarse al nuevo panorama, tenemos hoy en Cuba.

La solución, por supuesto, nunca será quedarnos inmóviles ante los cambios que afronta el mundo: hay que adaptarse con los tiempos, avanzar, ser resilientes. Sin embargo, tampoco puede ser que, en nombre de la sostenibilidad y la prosperidad deseadas, una parte de la clase trabajadora quede en situación de desventaja, mientras que otros sacan ganancias del río revuelto.

Es comprensible la urgencia de estabilizar la economía cubana, aunque para ello se tomen decisiones difíciles, que representen un paso atrás en el camino transitado.

Lo que resulta inexplicable es que este panorama no venga acompañado por nuevos y mejores mecanismos de control popular y de organización obrera, que sirvan de contrapeso a las fuerzas del mercado y garanticen que las reformas económicas jamás sobrepasen determinadas líneas rojas en el plano político y social.

Cualquier mejoría en las finanzas de la patria será bienvenida, mientras no ensanche todavía más la brecha de desigualdad social en el país, ni afecte a la clase trabajadora. Cada bandazo en este sentido, cada error de diseño o de implementación, debilitará los consensos sobre los que hoy se sostiene la Revolución cubana y contribuirá a que las lógicas del capital prevalezcan sobre la dignidad y los intereses colectivos de las grandes mayorías.

En Cuba no es una opción que cada taíno luche su yuca como pueda.