La culpa no es de la vaca

Cada cierto tiempo las vacas en Cuba vienen a dar preocupaciones a más de uno en la cadena productiva. Bien lo saben los consumidores a la hora de acceder a demandados productos como leche, quesos, helados… Y no es que las reses carguen con toda la responsabilidad como si se tratara de una huelga de ubres caídas, cerradas, o algo por el estilo. Para nada, desde la experiencia de muchos ganaderos ellas retribuyen en función de las atenciones recibidas.

Desde bastante tiempo atrás, del cual se pierde hasta la cuenta, el ganado bovino no pasa por sus mejores horas en este archipiélago antillano. Desatenciones y falta de financiamiento acumulados dan al traste con el escenario actual. Entonces, si no estamos sobrados de alimentos, más bien lo contrario, ¿por qué no poner los recursos allí donde rendirán los mejores frutos?

Los datos de los últimos años confirman la tendencia al estancamiento de los montos de inversiones en el sector de agricultura, ganadería, caza y silvicultura, aún con porcentajes ínfimos si se considera el rol estratégico que poseen dentro de la economía nacional, según refleja la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.

En el camino para revertir el deterioro infraestructural, el abandono de la siembra de pastos, forrajes y plantas proteicas, y que incluye la aplicación de resultados científicos, la Empresa Pecuaria Ruta Invasora de Ciego de Ávila aplica nuevas formas de gestión en las cuales intervienen productores privados para incrementar allí los volúmenes de leche y carne.

Bajo el sistema de producción cooperada, a pesar del poco tiempo de implementado, ya comienzan a verse resultados alentadores. La incipiente transformación deja atrás un escenario preocupante con potreros en los que pastaba a sus anchas el marabú y vaquerías donde solo rumiaba el abandono y el deterioro. Alianzas aún por afinar entre actores de la economía que redundan en relaciones mutuamente ventajosas

De las condiciones para lograr el necesario salto todavía estamos lejos. Por solo citar un ejemplo, la producción nacional de leche sigue sin satisfacer las demandas, agregando más tensiones para su compra en el mercado internacional a las maltrechas arcas estatales. En medio de tales circunstancias, los esfuerzos están dirigidos fundamentalmente a garantizar el alimento para los niños, las dietas médicas y el consumo social.

En una de las sesiones de la Asamblea Nacional de Poder Popular de diciembre último, Gustavo Rodríguez Rollero, ministro de la Agricultura, reconocía el estancamiento imperante en la producción de leche y carne de res. Se trabaja en distintas líneas de créditos para recuperar la infraestructura de las ganaderías y en la búsqueda de alternativas innovadoras para alimentar a los animales, pues como dijera el titular del ramo al recalcar lo ineludible del asunto: “no podemos esperar, hay que seguir haciendo cosas con los recursos que tenemos”.

Verdaderamente limitados, más en el contexto de la expansión internacional de la COVID-19, pero encaminados a la aspiración máxima de arribar en el país a los siete millones de cabezas de ganado, escenario todavía lejano ante los cuatro millones actuales. Lo cual reaviva otra vez el debate sobre la importancia avanzar con mayor consistencia en pos de la soberanía alimentaria, ahora que la paralización de las cadenas globales de suministros desnudan nuestras carencias.

No obstante, mucho puede hacerse por la mejora del sector. Generalizar las buenas prácticas en la alimentación y el suministro de agua, sobre todo en la época de seca, para evitar nefastas situaciones como la acontecida en la provincia de Las Tunas donde al cierre de mayo último se registraban 7 069 muertes.

Otras de las cuestiones a puntualizar con mayor vigor resultan las vinculadas al mejoramiento genético de la masa, elemento desdeñado en muchas ocasiones y que va en detrimento de mejores rendimientos en el que incide la baja importancia que se le concede a la inseminación artificial.

Con la publicación y puesta en funcionamiento de una nueva normativa para el mejoramiento de las razas de los rebaños se echan luces sobre un particular que desde el llamado período especial no recibe las mejores atenciones. De esta aplicación de la ciencia parte el principio del éxito que nos pudieran dar, por ejemplo, vacas que superen los tres o cuatro litros de leche diarios que en muchos casos son la pauta en las vaquerías.

Tampoco se trata de que todas las reses sean émulas de la legendaria Ubre Blanca, pero al ejecutar la simple operación aritmética de doblar los raquíticos aportes actuales, lo cual sería lo normal: ¿cuánto no se pudiera ahorrar el país en la compra de tan importante alimento? El beneficio está a la vista, más allá de las miradas de corto plazo que solo acrecientan los problemas en el futuro.

Pongamos entonces los recursos y la ciencia en pos del desarrollo nacional, pues resulta preferible gastar aquí lo que tendremos que comprar fuera, con mercancías sujetas a los veleidosos vaivenes del mercado internacional.