Infancia en Likes

Niña juega con celularNohema Díaz En apenas un mes Amanda había hecho 100 nuevos amigos, aunque de la mayoría de ellos solo conociera los datos escuetos de un perfil y las fotos a las que reaccionaban. Claudia, por su parte, presumía de influencer, con una publicación a la que nadie en el grupo había podido superar, hasta ahora, en Me gusta y Comentarios.

Pero ella no tenía hazañas en ese “mundo” para contar. Simplemente, era invisible en un entorno virtual que, además de excluirla, la hacía sentirse inferior. Por eso lo dejó bien claro en casa. Para el próximo cumpleaños se acabarían el cake y la piñata, eso es para niñas del círculo infantil. Quería un celular, mas no cualquiera, sino de esos “inteligentes” que “tiran unas fotos escapa’s”. Y no se dijo más, a sus 11 años tenía un móvil, un paquete de datos y un perfil en Facebook donde una fecha de nacimiento desentona con el selfie y el KârlâPøwêrStyłê que la describen.

Doce calendarios atrás, esta periodista ni siquiera soñaba con un teléfono móvil de teclitas y, mucho menos, tenía noción de Internet. Nuestro Google en ese entonces fue la Encarta y a Facebook vine a conocerlo en mi primer año de universidad. Sin embargo, los tiempos cambian y con ellos las generaciones, de ahí que, en la actualidad, cada vez sea más común tropezar con niñosy niñas que hablan de aplicaciones, seguidores, posts y youtubers con la naturalidad de quien te hace un cuento.

En un contexto en el que nuestro país ha incrementado su acceso a las nuevas tecnologías, la informatización se ha vuelto palabra de moda y el número de cubanos conectados asciende a 6 470 000, según datos del Informe Global Digital 2019; aun cuando los precios siguen pesando en el bolsillo del ciudadano de a pie, las alertas se disparan ante la cantidad de menores de edad que hoy navegan en Internet, un arma de doble filo si de beneficios y peligros se trata.

Meses atrás Invasor realizaba una encuesta, en la que jóvenes avileños manifestaban sus preferencias por redes sociales como Facebook, Instagram y Youtube. Y si bien la creada por Mark Zuckerberg establece como política un mínimo de 14 años para ingresar en ella y define mecanismos para denunciar a quienes inflijan esta normativa, lo cierto es que un simple bosquejo denota la cantidad de cuentas que, con fechas de nacimiento falseadas, no tienen la edad permitida, pero sí la aprobación de los progenitores.

El problema en sí no es la tecnología, eso lo hemos dicho antes, más bien el uso que hacemos de ella y cuán preparados estamos para hacerlo. Un menor en una red social es vulnerable a contenidos inapropiados para su edad y, muchas veces, en el afán de imitar a los “populares”, se manifiestan y posan en fotos que terminan por atropellar la infancia, sin contar que resultan blanco atractivo para fenómenos como el grooming (práctica a través de la cual un adulto se gana la confianza de un menor con un propósito sexual), el sexting (intercambio de fotografías o vídeos con contenido erótico) o el ciberbullying (acoso), en todos los casos, con una fuerte carga de daños psicológicos.

Por eso preocupa tanto la falta de controles parentales efectivos sobre lo que hacen los hijos cuando se conectan a Internet. Pensemos en cuántas veces le explicamos a un menor que los desconocidos, porque te regalen un Like, no siempre son amigos, aunque Facebook los llame así; que cuando se publica una foto, se pierde el control sobre su difusión y duración; y que es mejor decir NO ante lo que podamos sentirnos incómodos.

Si años atrás la preocupación estaba en lo que hacían nuestros hijos, hermanos, primos o sobrinos cuando salían a la calle, ahora no precisan ir tan lejos. Desde la intimidad de un cuarto, algo tan sencillo como un clic, puede arrebatarles la inocencia. Para ese entonces, lamentarse será demasiado tarde.