Junto a la salud del fumador, se desvanece, de a poco, la de otros que, apartados del vicio, también pagan las consecuencias de inhalar, por voluntad ajena, el agente contaminante.
Cuando su paciencia llegó al tope, el hombre prendió el cigarro y, por su expresión de alivio, pareciera que cada cachada le restaba tiempo a la espera en aquella consulta. A su lado, una mujer, igual de desesperada, batía con fuerzas su abanico mientras se preguntaba si solo a ella le molestaba el humo capaz de incomodarla incluso más que la propia demora. Unos metros después, la señalización en rojo le daba la razón ante el reclamo que, por suerte, esa vez llegó.
Si bien trató de poner en sus palabras algo de dulzura, la voz masculina no sonó en el mismo tono al llamarla exagerada pues, al fin y al cabo, solo eran unas pocas bocanadas. Como en efecto lo fueron, pero también era el derecho de ella de permanecer en un lugar “libre de humo”, como ilustraba una de las pancartas, al parecer, invisible para algunos.
Lo cierto es que hoy, más allá de normativas establecidas y campañas de bien público, al “inofensivo humo”, como lo consideran unos, escapan contados espacios en un país que, según la Organización Mundial de la Salud, el pasado año ocupaba el tercer lugar entre las naciones latinoamericanas con mayor índice de adicción al tabaco. De ahí que, junto a la salud del fumador, se desvanece, de a poco, la de otros que, apartados del vicio, también pagan las consecuencias de inhalar, por voluntad ajena, el agente contaminante en el que coinciden más de 4000 productos químicos conocidos, de los cuales, al menos 250 son nocivos y alrededor de 50 cancerígenos.
• Conozca aquí las regulaciones vigentes para el control del tabaquismo en Cuba.
Por eso convendría inquietarnos cuando alguien hace un derroche de egoísmo en plena guagua, escuela, centro de salud o discoteca, y, sin permiso alguno, te pone a fumar con él lo que en años has alejado de tu boca. O si el chofer te dice que lo hace porque el ómnibus es suyo y ahí tú no mandas, y terminas sumándote al silencio de quienes lo creen mal y no dicen nada. Eso sin contar la gravedad del gesto cuando proviene de maestros y personal médico, quienes, en algunas ocasiones, ceden ante la tentación y terminan tergiversando la conducta en la que los demás se miran, en lugares donde ni siquiera debería permitirse la entrada de cigarros.
Y aunque a veces elijamos pensar que el problema es del otro, por su incapacidad para renunciar al vicio, la literatura científica es clara cuando dice que un fumador pasivo también está expuesto a padecer enfermedades no transmisibles crónicas como el cáncer de pulmón, el asma y trastornos cardiovasculares, riesgo que se hace mayor en recién nacidos, mujeres embarazadas y personas de la tercera edad. Aun así, siempre habrá quien diga que “una vez al año no hace daño” para hacernos sentir mejor, pero la realidad demuestra que no existe ningún nivel de exposición al humo del tabaco ajeno considerado como seguro.
El problema pudiera parecer más controlado al interior de las casas, por la presión que ejercen los familiares sobre el fumador. Sin embargo, estudios realizados por el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología, demostraron que, en 2017, el 54 por ciento de las familias cubanas estaba expuesta al humo ambiental del tabaco, lo que nos situaba como el país de mayor prevalencia de tabaquismo pasivo en el hogar a nivel regional.
Por ello, decir que el cigarro daña su salud no puede ser solo un eslogan en cajetillas y campañas de jornadas. Ya va siendo hora de que aprendamos a respetar el derecho de los demás a respirar un aire libre de nicotina y que las instituciones encargadas, por fin hagan valer, con todo el rigor que merecen, las regulaciones que así lo garantizan. Porque en el hábito de otros bien se nos pudieran estar esfumando los años.
Qué debes saber sobre el humo ajeno? por Grether Martínez Segura