La política nos viene diciendo una cosa y la vida, a veces, nos dice otra. Porque si todos los cubanos que emigran lo hacen abandonando una Patria fallida, entonces la historia del cono sur está muy mal contada y del Bravo a la Patagonia se han sucedido los malos gobiernos, uno tras otro. Año tras año.
Y en África ningún capitalismo ha sido exitoso al punto de contener las oleadas en el Mediterráneo, donde naufraga un continente de negros queriendo arribar a uno de blancos. Ni los pobres asiáticos trabajarían en Catar para desde allí enviar dinero a Filipinas, si en Manila pudieran vivir lo que en Doha.
Los” cantos de sirena” se oyen en cualquier rincón del planeta. Y si en la Tierra se cotizara muy alto el agua y el aire, o se inaugurara la vida en una de las lunas de Saturno, habría también curiosos, aventureros y arriesgados que saldrían a descubrir nuevos mundos… si hubiera naves para desafiar la fuerza de gravedad (y las del orden).
Desde cualquier lugar los absolutismos dibujan una ruta que suma a la trata de personas el tráfico de ideas. Van de “lo malo” a “lo bueno”. Siempre. Se emigra así, tajante, irreversible, cruzando una frontera bien delimitada: lo que ganas y lo que pierdes; aunque esa balanza depende muchísimo de a qué le demos mayor peso en nuestras vidas.
Termina siendo una “política” individual, por más que los gobiernos se crucen culpas y firmen acuerdos migratorios para ordenar el flujo; casi indetenible. Ahí están las estadísticas de la ONU dibujadas en un mapa y enfilando tablas en las que Cuba aparece en 2019 muy cerca de República Dominicana. Ambas naciones registraban alrededor de un 15 por ciento de inmigrantes, respecto a su población. Luxemburgo se le acercaba con un 12 y Croacia casi la duplicaba con el 24 por ciento de sus habitantes fuera de frontera.
Aquí una muestra de datos macro, sobre el total de emigrantes
Historias, países, políticas… contextos diferentes que apuntan casi a un mismo conflicto. Humanos que a cuenta y riesgo deciden o son empujados por las circunstancias a emigrar, a vivir el dilema del ser y no estar. Ser de un lugar, estar en otro. Sentir que te has vuelto un poco de dos y menos de uno. Creer que las banderas se izan en tu hogar y la patria va en tu mochila. O no creer nada de eso y tirar la puerta.
Estremecerla incluso, creyendo que cambiar de país, de idioma y de clima es también cambiar el discurso y el pensamiento, dejando fuera de esa ecuación reduccionista a quienes solo emigran por reencuentros o por querer una vida mejor (en términos económicos).
El propio Díaz-Canel lo admitía este domingo: “¿Qué le duele a uno? Que haya jóvenes que no encuentren que su proyecto de vida lo pueden desarrollar en el país y tengan que emigrar. Pero también yo digo: No es solo eso. Hay personas que quieren probarse en otro mundo, que quieren demostrar que no están rompiendo con su Patria”.
Sin embargo, desde 1966 existe casi una vía expedita hacia Estados Unidos, con una Ley de Ajuste Cubano (LAC) que si bien eliminó su capítulo de “pies secos, pies mojados” en enero de 2017, sigue protegiendo (y estimulando con beneficios) a que los cubanos crucen fronteras.
Precisamente, ante el temor de que las prebendas de esa Ley quedaran en la historia, se desató una ola migratoria que tuvo su epicentro en Costa Rica. Esa vez la travesía fue por tierra, debido a facilidades de visado que se otorgaron a los cubanos. Según Ana María Valido Alou, investigadora cubana del Centro de Investigaciones de Política Internacional, las cifras presentadas por el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos, durante el 2015, fueron de unos 43 000 inmigrantes cubanos, lo cual representó un incremento del 78 por ciento respecto al 2014.
La crisis concentró de un tirón a más de 7 000 en la nación tica y los cancilleres de Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá y Perú terminaron enviando una carta al secretario de Estado, John Kerry, en la cual pedían revisar la LAC. La migración cubana desestabilizaba la región.
Entonces los agentes externos no pidieron auxilio ni adoptaron la etiqueta del #SOSCuba. Supongo que, al no haberse vivido la pandemia ni haberse recrudecido la política trumpista de sanciones, el Estado “fallido” obedecía al subdesarrollo natural de la Isla con nuestras muchas ineficiencias, acomodos y temores… y al bloqueo norteamericano, impuesto con su altísima cuota de injerencismo. Y como ninguno de los dos era “noticia”, supongo que por eso no hubo novedad. Ni trending topic.
Pero ahora que se nos ha hecho todo aún más difícil y cuesta elegir entre zapatos y panes, la aguda crisis económica transcurre en paralelo con el incumplimiento de las 20 000 visas anuales pactadas con el gobierno estadounidense, y de solicitudes que desde otro país aumentan la incertidumbre. Encima, el libre visado de Nicaragua y la componenda de coyotes que se rotan fronteras como billetes y riesgos, ha establecido una ruta insegura, aunque ruta al fin, y hay quien viaja pensando en la meta, sin caminos ni muertes ni abandonos.
Se van y según los “expertos internacionales de migración”, acostumbrados a satanizar, las culpas se quedan solo de este lado. No cruzan fronteras. Manipuladores.