Encuentro entre delegado y calidad

El quehacer del delegado del Poder Popular es hoy valorado desde diferentes puntos de vistas, incluido el de aquellos que le restan importancia. Y ello, a nuestro entender, está relacionado con el cambiante enfoque que en distintos momentos ha adoptado el trabajo de esos representantes del barrio. Experiencia en la que, como decimos los cubanos, todos los días se aprende.

Comparto el criterio de que la solución de los planteamientos no lo es todo en el trabajo de esos hombres y mujeres. Reconozco la importancia de la concertación, esa que va despertando en la mayoría el interés por participar en la concreción de un proyecto, en función de ejecutarlo y fomentarlo, y, después, mantenerlo. Toda obra lograda así, sin objeción, será más duradera.

El aire movilizador mucho aporta al ambiente de querer resolver los problemas entre los propios vecinos, logrado en algunos sitios del territorio, pero aun así resultaría muy beneficioso que las asambleas del Poder Popular llevaran más a fondo los análisis relacionados con la solución de los planteamientos, desde la experiencia de quien acumula ya unos cuantos años como asistente, sesión a sesión, al parlamento provincial.

No dudo al conceder valor cardinal a los índices de respuesta de los planteamientos formulados por la población, que por lógica se traducen en niveles de satisfacción colectiva y, también, en aprobación de la gestión del delegado.

Soy testigo presencial del creciente interés que, mandato a mandato, ha tomado ese tópico. “El gardeo es cada vez más fuerte”, pudiera decirse, también, en el argot de la calle. Si bien en el plenario se ha reflexionado sobre la necesidad de profundizar en la calidad de lo hecho, los debates se enfocan, fundamentalmente, en comparaciones estadísticas, de un proceso o un mandato con otro, o en lo referido a los municipios y sectores que más y menos han respondido a las inquietudes del pueblo (para desdicha, por lo general, son los más poblados: Ciego de Ávila y Morón, los que peor andan).

Son las comisiones permanentes de trabajo las que, por supuesto, con más profundidad llegan en sus indagaciones, para, en ocasiones, revelar trascendentes imperfecciones, entre las que figuran dificultades con la clasificación de los planteamientos, que una administración u otra no ha reflejado el asunto de las inquietudes del pueblo en el acta de su consejo de dirección mensual, o que tal directivo dio sin solución una dificultad, sin haber visitado el terreno.

Pero, ¿cuántas otras miradas podrían relacionarse, en esta muestra, con la palabra calidad? En algún momento hemos chocado con la obra constructiva en reparación, dada por concluida, en la cual quedaron paredes sin repellar y pintar o la manta del techo sin poner; la calle inscripta en el Plan de la Economía, que después de dos años de espera para ser reparada, vinieron y le pasaron la motoniveladora, porque faltaban los materiales requeridos; o que el planteamiento, declarado como resuelto por el delegado en su rendición de cuenta, vuelve a salir como inquietud en la propia reunión.

¿Vale la pena realizar una inversión o gasto, en ocasiones, a la carrera, para cumplir con cifras o planes, sin que ello resulte en toda la utilidad colectiva? Aristas de una candente cuestión que no solo impactan en el costado frágil de la economía, también en otra, no menos importante, contenida en el programa de perfeccionamiento del sistema del Poder Popular, que tiene que ver con la credibilidad del delegado.

De tal suerte, está casi a la vista el próximo proceso de rendición de cuenta de esos hombres y mujeres escogidos para guiar nuestros destinos en las circunscripciones y municipios, y quienes, por su entrega, requieren de todo el apoyo.