Asumamos al Ajedrez con auténtico desempeño. Sopesar los pros y los contras, aferrarnos a la contabilidad y la auditoría como torres y alfiles defensoras de lo correcto y asesoras en la toma de decisiones.
Existen dos juegos de mesa tan famosos como antiguos. Las Damas, de movimientos de reacción rápida que responden a la percepción; y el Ajedrez, conocido por su base lógica como juego ciencia, y que descansa en la reflexión.
Enfrenta a dos jugadores en 64 cuadros, cada uno con 16 piezas que se desplazan mediante reglas. Rey, reina, dos caballos, dos torres, dos alfiles y ocho peones tratan de derrotar al rey opuesto. Para vencerlo hay que acercarse a la casilla que ocupa o amenazar su posición: jaque al rey no es el fin, pero si el otro no puede protegerse ni ripostar, es jaque mate y termina la partida.
Entre esta sencilla explicación y el dominio del tablero, existen miles de variantes que responderán no solo a la visión presente de la situación del juego, sino a tantas jugadas futuras como posibilidades tenga el contrario de reaccionar y, a su vez, usted, de contrarrestar. Se asumirá también la retrospectiva de jugadas ganadas o perdidas donde la encrucijada actual ya fue situada.
Se necesita más que teoría. Es la práctica, con sus tropiezos y obstáculos, sus errores y experiencias, la que le da al jugador un desempeño más o menos correcto con respuestas a la solución del problema. Se llama tomar decisiones.
Sin forzar la imaginación se percibe la similitud del contexto ajedrecístico con la vida; y la dirección empresarial, con sus desafíos, nos muestra de manera especial este paralelo.
En la cima del ajedrez mundial, Bobby Fischer dijo que su eterno contrario y amigo, el genio soviético Tigran Petrosian, “sabía detectar y alejar el peligro veinte jugadas antes de que surgiera”. Esta capacidad estratégica deberían tenerla nuestros empresarios; sin embargo, en muchos, prima la urgencia y, con ella, la improvisación en sus decisiones, inducidas por la falta de preparación y permitidas por la ausencia de su propia evaluación crítica, en los órganos colegiados, organizaciones y colectivos laborales.
Los momentos que vivimos nos obligan a decisiones ágiles y retadoras; pero no debemos hacer jugadas expeditas, buscando “ganar” a todo costo. Claro, tampoco quedarnos quietos ante el embate. Razonar el riesgo de cada jugada, evaluar el tablero, calculando fortalezas y debilidades nuestras y del otro jugador, tener la habilidad de “adivinar” el próximo movimiento del contrario.
Adversarios, hoy, para la economía cubana, son la falta de producción nacional y de consiguientes ingresos externos, el desbalance comercial, el déficit financiero, la inflación: altos precios y bajos salarios, y, en el extremo del tablero, los problemas objetivos y subjetivos que los causan.
Las transformaciones en la Empresa Estatal Socialista son numerosas y profundas, cada vez las organizaciones económicas tienen más autonomía y los empresarios mayores facultades. Por lo tanto, asumir las proyecciones y medidas a tono con el reimpulso de nuestra economía, es de suma responsabilidad. Hay un reloj marcando cada movimiento. Son tiempos de “vísteme despacio que estoy de prisa”.
La planificación no ha perdido en absoluto su importancia, esa arma que nos diferencia y aporta la mejor distribución de recursos financieros, materiales, humanos y de tiempo, es más necesaria mientras más escasos estos sean.
Asumamos al Ajedrez con auténtico desempeño. Sopesar los pros y los contras, aferrarnos a la contabilidad y la auditoría como torres y alfiles defensoras de lo correcto y asesoras en la toma de decisiones.
Damos un rotundo jaque si acudimos al infalible rol del control, el interno y el externo; sin avisar o avisado, pero riguroso y exigente, fiscalizando más, incluso al que controla. Seríamos más que incautos si, ante los apremios o metas, rebasamos la legalidad e imponemos la desidia y la falta de exigencia.
Cómo llamar a los que inflan precios para cumplir “planes” y mejorar utilidades, sin suficiente producción física; o a los que se aprovechan del río revuelto, para hacerse de dinero fácil y sonar fanfarrias como campeones de la eficiencia.
Hay riendas que acortar en caballos que se mueven en L y cruzan por encima de propios y contrarios, son trebejos nuestros, aunque clasifiquen como no estatales. Cuidado con convertir la confianza en anarquía y la autonomía en corrupción. Sería nuestro propio jaque mate.