El Círculo Social sigue muriendo

Si ahora mismo me decidiera a recomendar las edificaciones o lugares que deben rescatarse en nuestra provincia, el listado sería grande; y ni soñar, desde luego, que las condiciones económicas actuales lo permitan.

No es secreto que el país atraviesa una aguda crisis financiera y material, que impacta en lo social y humano, en primera instancia, y deja entre los rostros más visibles el deterioro indetenible de no pocos inmuebles a los que es imposible no mirarlos y pensarlos desde la nostalgia.

Pero si de buscar culpables se trata, no miremos hacia los lados: los responsables somos nosotros y no hay una solución viable que no sea vencernos a nosotros mismos.

Ya sé que, llegado a este punto, no pocos están ansiosos por corregirme: “¿Y el bloqueo, periodista?, ese también nos asfixia y mata”. No obvio esa realidad, pero recurro a lo que considero otra gran verdad: el bloqueo ha estado, está y estará; y, por tanto, la lucha no puede ser solo denunciarlo, sino romperlo, y que cada día sean menos los que se escuden tras él para esconder sus insuficiencias.

En mi opinión, deberíamos darle la vuelta al efecto psicológico que también produce el bloqueo —ese de plaza amurallada cerrada sobre sí misma y que solo ve el mal llegado de lejos—, y empezar a asumirlo como inspiración, la idea fija de que no hay tiempo para darnos el lujo de trabajar mal ni ondear la dejadez como estandarte.

En este tema reflexionaba luego de apreciar el pasado fin de semana el completo abandono en que se encuentra el Círculo Social Obrero Esteban López Haynée, de la capital provincial —en el pasado, Club de Cazadores—. Más porque dejó de ser lo segundo y se convirtió en lo primero para que no unos pocos, sino todos los integrantes de la nueva sociedad avileña, pudieran disfrutar de sus espacios, sus instalaciones, su espíritu de oasis.

Contemplando el estado calamitoso de un lugar que bien podría considerarse patrimonial en esta joven ciudad, me dije que no han sido únicamente las limitaciones económicas las que han convertido en “antisocial” a esa bella instalación.

Lo puedo asegurar, aunque me falten en este minuto datos precisos de todo lo construido, remozado, rehabilitado y recuperado en Ciego de Ávila en las últimas décadas; mientras la ¿lejanía?, el ¿olvido?, la ¿irresponsabilidad? sepultaban entre hojas secas, polvo y malas yerbas al cabaré más lindo, la piscina más grande, el bar más frío y el ambiente más agradable que tuvo la recreación en esta provincia.

En ese tiempo nos inventamos un Parque de la Ciudad (y tuvimos que acudir, una y otra vez, en su rescate), hicimos bulevares en más de una cabecera municipal, levantamos desde los escombros el Hotel Rueda, ampliamos hasta lo improbable el Zoológico…, y el Círculo Social sigue muriendo.

Muriendo la misma muerte de lo que un día fue el megaproyecto recreativo más ambicioso que se haya conocido aquí —que incluía el parque de diversiones Ricardo Pérez Alemán, el balneario artificial La Playita, restaurantes, áreas para la práctica de deportes como el aeromodelismo, entre otros atractivos—. Muriendo la muerte de los entusiasmos efímeros y desmemoriados, o de los listados de prioridades a los que se les tacha el orden por cualquier motivo.

Muriendo la muerte de la mala administración, de la falta de previsión, de esa suerte de mentalidad de trapiche, que pasa y repasa el canuto hasta que suelta todo el jugo y no queda más que bagazo.

Me resisto a creer que son nuestras penurias económicas las que explican la casi destrucción del Círculo Social. Y solo atino a decir una cosa más: algo hay que hacer, ¡pronto!